La semilla oscura. Capítulo 15. Semilla oscura

La semilla oscura

"Semilla oscura"










-Capítulo 15. Semilla oscura-


    El taxi lo dejó puntual en su lugar de cita, frente a las escaleras del hospital. Casi puntual, pues aún faltaba media hora para que fueran las nueve en punto. Se acercó a la ventanilla de recepción, tal y como hizo hace escasos días. Por un momento tuvo temor de estar repitiendo la escena en su forma de anomalía temporal. Salió de dudas cuando la mujer joven, de cabello negro, recogido en una larga y esbelta coleta, lo reconoció. Lo miró a los ojos, dejando de teclear en su ordenador al advertir, esta vez sí, su presencia.

—Buenos días, señor Donovan. ¿Viene a su visita con el neurólogo? Por favor, introduzca su tarjeta sanitaria en la máquina que tiene a su izquierda.

—¡Vaya, qué rapidez! Y con atención personalizada. ¿Hoy no me va a interrogar para darme el ticket?

—No hace falta hacerlo de nuevo, señor Donovan. Ya está en nuestro sistema. Basta con introducir su tarjeta en la máquina y obtendrá su número para ser atendido.

    La máquina escupió su ticket con presteza. MDC NEU 002

—Siga la línea azul para llegar a la sala de espera de Neurología. Que pase un buen día.

    Mike sostenía el ticket como si de una brújula se tratara. Desviaba su vista baja alternando el papel y la raya azul que recorría las entrañas del hospital, cruzando secciones, salas y pasillos. Guardando en su memoria máquinas expendedoras con bebidas y comidas, por si la espera fuera larga y tuviera que abastecer su estómago.

—Buenos días —saludó al único paciente que se encontraba en la sala de espera. Algo más madrugador que él, sin duda—.

—Buenos días —contestó el extraño. ¿Puede decirme la hora, caballero?

—Sí, las nueve menos cuarto.

—Gracias. Hace un cuarto de hora que debían haberme llamado. No sé por qué les gusta tanto jugar con el tiempo de los demás —comentó gruñendo levemente.

—No quedará poco para que lo llamen, ya verá.

    Como así fue, antes de terminar su frase, el monitor anunciaba el turno del primer paciente del día.

    Al quedarse solo en la sala de espera, los recuerdos comenzaron a visitarlo. No era una visita cordial o agradable, pues aquello de lo que hace escasos días fue testigo en su anterior visita clínica, no era algo que lo llenara de júbilo, salvo para sus historias o capítulos de alguna novela de horror y misterio. Material de trabajo, diría. Aunque aquel material nunca tuvo un significado tan certero.

    Allí, en silencio con sus pensamientos, comenzó a sentir esa extraña sensación que nos invade a que nos ocurran cosas. Aunque sean desagradables, si al final salimos indemnes de ellas, salimos con una experiencia que contar. Todo eso contribuye a romper la monotonía, buena compañera de la tranquilidad pero nefasta pareja de la aventura, enriqueciendo nuestro camino vital.

—Pensándolo bien, no quiero volver a ese maldito y apestoso lugar. Peligroso lugar. Había alguien más allí. O algo más… Mi butaca de cine… Marioneta… Autómata… Podrá ese ser buscarme en mis sueños. Tal vez en mis pensamientos. Que extraña forma de existencia y poder o presencia, en diferentes planos existenciales. Diferentes dimensiones. O tal vez soy yo quien lo construye todo y esté perdiendo el juicio… Al menos los dolores de cabeza parecen haber remitido o no los he prestado atención o he aprendido a vivir con ello. El caso es que no los percibo y además…

    El monitor anunció su turno interrumpiendo su pensamiento libre. "MDC NEU 002, sala de consulta 7"
    De nuevo usó su ticket como si fuera una veleta que indicara la dirección a seguir. Cuando entró en la sala de consulta, el neurólogo estaba absorto en la lectura de su historial clínico y las pruebas de su resonancia.

—Hola, buenos días.

—Buenos días, señor Donovan. Por favor, siéntese y ahora estoy con usted. Confieso que estoy perplejo. Asombrado.

—No me asuste, ¿señor?

—Falk, doctor Falk.

—Señor Falk. No me asuste. ¿Tengo algo? ¿Verdad? Algo en mi cabeza… La enfermera el otro día me comentaba que todo parecía en orden después de la prueba. ¿Pasa algo? ¿Verdad?

—No sé cómo contestar a esa pregunta, señor Donovan. Las pruebas están bien. Está todo en orden. Pero…

—¿Pero qué? ¡Por el amor de Dios! ¡Me va a dar un infarto! ¡Hable ya!



—No es nada de lo que deba preocuparse. O tal vez sí. No lo sé. Estoy desorientado, asombrado, perplejo, nervioso, impaciente, lleno de dudas y preguntas… Mi mente bulle, inquieta, ansiosa de conocimiento ante lo que tengo frente a mí. ¡Es imposible! ¿Cómo lo ha podido desarrollar?

—No le entiendo y está empezando a asustarme.

—Necesito más pruebas, más preguntas… Señor Donovan. No me extraña que le doliera la cabeza. Ha debido ser terriblemente doloroso. No sé cómo ha podido soportar el infrahumano dolor que le ha debido causar esta evolución.

—Con analgésicos y alcohol. ¿Me quiere decir de una maldita vez que ocurre? ¿Qué esto parece un intento por alargar la tensión de la trama o el suceso, si esto fuera un diálogo para uno de mis libros?

—¿Es usted escritor? Extraordinario… Lástima. Con este potencial podría desarrollar un motor que nos lanzara a la conquista del espacio.

—¿Pero de qué cojones me está hablando? Está empezando a irritarme y estoy empezando a perder la paciencia, Doctor.

—Discúlpeme, pero me tiene asombrada su capacidad. ¿Lo sabe alguien más? Si cae en manos equivocadas… Perdón. No voy a desviarme más. Voy a intentar explicárselo de forma sencilla. Lo primero, esté usted tranquilo, no tiene nada grave o maligno en su cabeza. No hay tumores o lesiones. Volviendo al “pero” hay uno, aunque no se puede tomar como algo negativo. Al contrario. Señor Donovan, su cerebro ha desarrollado exponencialmente sus capacidades cognitivas, ha mutado, ha avanzado, desconocemos las causas, pero es un hecho. Su cerebro ha sufrido en gran magnitud una evolución. Clínicamente, está varias generaciones, varias décadas, o siglos, me atrevería a decir, adelantado a la media de nuestra época.

—¿Cómo? —expresó con tez blanca al interiorizar las palabras del Doctor—.

—Su cerebro ha comenzado a desarrollar una alta densidad de conexiones sinápticas. Por encima de la media. Muy por encima de ellas. ¿Seguro ha oído hablar alguna vez de que, actualmente, los más brillantes cerebros de nuestra sociedad, tan solo usan un diez por ciento de sus capacidades? Señor Donovan, ¿está bien sentado? Actualmente, su cerebro está desarrollando un potencial total del setenta y siete por ciento.

—¿Entonces soy superinteligente?

—No necesariamente. De momento es una base. Como unos cimientos sólidos. A ver si puedo explicarlo. Tiene la capacidad. Su cerebro ha desarrollado ese estado para albergar conocimiento e información. Solo queda llenar esos espacios y comenzar a desarrollar ideas, conceptos, procesos… En fin, todo lo que al cerebro gusta de trabajar.

—Entiendo. Es algo que tengo latente, que podría usarlo, pero aún no sé cómo, ¿no?

—Con esa capacidad que ha desarrollado, nada está fuera de su alcance intelectual. Su mente es caldo de cultivo para almacenar y desarrollar una cantidad realmente asombrosa de información. Para entendernos, sería capaz de memorizar el contenido de una biblioteca pública al completo. Y puede que me quede corto.

—Pues debería, no sé, probarlo de algún modo. Comenzar a hacer funcionar esa capacidad.

—Su mente favorece una descomunal base de conocimiento. Puede que dé acceso a dimensiones del pensamiento que desconocemos o a usos poco corrientes dentro del plano gnóstico del que tenemos constancia. Improvisar ideas tan revolucionarias que impacten en el desarrollo de tecnología de cualquier disciplina. Puede hacer hallazgos intelectuales que escapen de nuestra comprensión de la materia, el espacio o el tiempo de todo lo que conocemos hasta ahora.

—Ahora que menciona lo del espacio, el tiempo y la materia… Creo que he podido experimentar algo referido a este potencial latente y emergente que poseo… De hecho, esos planos dimensionales… Existenciales… Es posible que los haya podido tejer, crear de forma inconsciente. Mi cerebro en desarrollo puede que esté actuando, pero esa parte antigua, esa parte residual de mi antiguo "yo" involucionado no pueda asimilarlo… Ese que estoy dejando atrás, ese que dejo encerrado en la sala de cine… O quizás es una forma de posesión avanzadamente renovada por alguien o algo. Algo quiere poseerme y lo hace desarrollando mi cerebro. Como una semilla oscura, inoculada de forma divina o cósmica… Puede que lo que quede de mi verdadero yo, quiera ocultarse en esa sala de cine, como ya concluí anteriormente, y que cada vez me inclino a pensar con más convencimiento…

—Disculpe, señor Donovan, pero ahora soy yo quien no lo sigue. Retome desde su experiencia con planos dimensionales o existenciales. Tomaré nota. Cuénteme.

—He estado presenciando hechos inexplicables, anomalías materiales y temporales sin la certeza de que pudieran ser reales, oníricas o producto de mi imaginación. Coexistían con hechos tangibles, objetivos y terrenales, si mi cordura no me falla. Tengo que hacer un intento por contarlo, sacarlo fuera para ver si puede darme aclaración clínica. De modo que no me cuestionaré la realidad de todo lo ocurrido y me limitaré a lo vivido por mi experiencia.



    Con excepción de lo ocurrido la primera noche en la mansión, Michael fue contando al Doctor "in crescendo" todo el registro de sucesos que le habían acontecido desde su llegada a Foreign Wood. Los detalles más precisos los guardó para contarle su experiencia con el autómata. Con aquel otro Mike que tomaba el control de sus actos mientras él permanecía expectante, en su forma de espectador en aquella pequeña, solitaria y oscura sala de cine.

—Interesante. Muy interesante. Con todo lo que llevamos expuesto, déjeme pensar un momento. Control mental, absoluto e inconsciente sobre su cuerpo… Ha desarrollado un mecanismo de defensa. En eso, coincido y creo estar de acuerdo. Señor Donovan, antes, cuando hablaba o más bien pensaba en alto, comentaba algo acerca de asimilar el conocimiento. El alto grado de conexiones neuronales que se están produciendo en su cerebro, la otra parte de su mente no afectada, digamos su "yo antiguo" no puede asimilar o manejar semejante potencial mental. Crea esa especie de sala, un espacio agradable, apacible, reconocible, segura, para mostrarle, para no detener su desarrollo, sus acciones… Es posible que se trate de una forma de procesar y adaptar este nuevo estadio de conciencia de forma gradual, cuidando al huésped. Crea esa especie de espectador donde la mente comienza a actuar tomando control de su nuevo cuerpo, actúa por su cuenta. De alguna forma se desdobla, como dos mentes colmena coexistiendo en un solo ser, desarrollándose para adquirir una forma independiente, aunque dejando parte en esa sala de cine. Se lo muestra para que pueda aprender, para que pueda acostumbrarse.

—O para torturarme en silencio. Me deja observar, pero no actuar o detenerme o detenerlo. Por el momento no me ha mostrado nada peligroso desde esa sala. ¿Pero qué ocurriría si mi parte mental nueva, esa que tanto parece admirar, decide que la humanidad ya no es necesaria para él y comienza o comienzo a ser un asesino en serie? ¿No ha pensado en esa posibilidad, doctor? Las mentes más brillantes también caen del otro lado y, según usted, con el potencial del que soy capaz de desarrollar, ¿qué exterminio masivo podría planificar de resultar hostil este nuevo ser al que me encamino?

—Desconocemos cómo puede funcionar un cerebro con este desarrollo. Puede que esté en lo cierto. Recemos para que no resulte violento y solo quiera crear nuevos y fascinantes conocimientos. No queda otra que confiar en la experiencia. Aferrémonos a la idea de que la sala cinematográfica es un espacio seguro. Cuando vuelva a encontrarse allí, trate de crear nuevos elementos para contrarrestar a su otro yo.

—Mike 2

—¿Cómo dice?

—Así lo he bautizado. Cuando estoy en la sala de cine, el que actúa y puedo ver en la pantalla, lo he denominado Mike 2

—Excelente. Poner nombre a las cosas facilita la labor comunicativa. Bien. Pues si Mike 2 lo envía de nuevo a la sala, recuerde construir elementos, lleve consigo algo para anotar. Idee algún tipo de artilugio para salir de allí o para hacerse oír

—¿Cómo demonios voy a hacer eso?

—No lo sé, son ideas que le proporciono como base para que actúe. Como decíamos, en la experiencia puede estar la solución. Aprenda de Mike 2. Aprenda a comunicarse con él, a tomar el control de esa sala, intentando realizar pequeñas conquistas, creando objetos que puedan ser de ayuda allí dentro. De momento no sabe como entrar o cómo es que llega hasta allí, hasta su sala segura, pero puede que con experiencia pueda hallar una salida o establecer puentes entre ambas mentes hasta volver a convertirse en un solo ser. Es un comienzo.

—Algo quiere consumir mi conciencia, poseerme, y solo puedo comer palomitas en ese cine. ¡Fabuloso!



—Me alegra que se lo tome con humor, pero empieza a hacerme caso. El crear unas palomitas en esa sala ya es una muestra de control por su parte. ¿No cree? Trate de llevar también algo para anotar. Todo es posible en esa nueva dimensión que se le presenta. No se ponga límites, imagine y genere conceptos y objetos que llevarse a la sala. Parece convencido a inclinarse por algo perverso con este extraño parásito, pero recuerde, si es como yo me inclino a pensar que es, observe bien y tome buena nota de sus avances. Puede que dentro de poco acabe elaborando ideas que puedan suponer un avance de siglos en cuanto a ciencia, conocimiento o tecnología. Esta nueva cantidad de cerebro activo que emerge en su interior puede obrar proezas que escapen a toda lógica de la comprensión humana, abriendo fascinantes horizontes en nuestro futuro.

—Pues menuda responsabilidad que me cae a las espaldas. Menos mal que decía que no me preocupara en absoluto y resulta que voy a ser el salvador de la especie o su verdugo. ¿Avances en la ciencia y tecnología, no? ¿Y en el mundo de las artes? Ya le dije que soy escritor. A ver si a Mike 2 se le ocurre una historia que haga que me retire de por vida a una isla paradisíaca… En fin, doctor. Gracias, supongo.

—Me gustaría hacer un seguimiento, por ver hasta dónde llega el desarrollo y expansión sináptica. Nos encontramos en un terreno desconocido, señor Donovan. Desarrollar la totalidad del potencial cerebral, no sé si puede llegar a ser contraproducente. Me gustaría saber si sigue en expansión o se ha detenido. También sería interesante buscar, si es que lo hay, alguna causa u origen. Necesitamos repetir esas pruebas dentro de unas semanas. Voy a darle ya la cita. Le viene bien, digamos, para el día ¿tres de junio a las nueve de la mañana?

—Supongo que sí —observaba como el doctor introducía los datos de su cita en el ordenador, segundos después, lo recibía en su móvil—. Ahora que comenta lo del origen… Es curioso, porque no he pensado demasiado en ello. Es posible que lo reprimiera de forma inconsciente o fuera uno de los primeros trabajos de mi querido amigo, Mike 2. Sí. Debió de ser en ese momento. La semilla oscura… Aquel día, aquella noche… Sí, estoy seguro. Fue ahí cuando…

—¿Cuándo qué, señor Donovan? Continúe. ¿Señor Donovan? ¿Se encuentra bien?

    Se quedó congelado en el tiempo y el espacio. Sin hablar, sin moverse. Con la mirada fija en el Doctor y con la boca medio abierta, cortando de inmediato su conversación que quedó sin concluir. Paralizado como una estatua. Como una marioneta rígida.
En la blanca y luminosa pantalla de cine, el doctor continuaba preguntando si estaba bien. Lo decía a la cámara, en primer plano. "¿Señor Donovan? ¿Se encuentra bien?"

—¡Maldita sea! Gritó Mike —estaba sentado en la butaca de cine. Mike 2 lo había llevado allí de nuevo. Había tomado el control inmediatamente, sin medias tintas, de forma brusca y no gradual, al intentar revelar al Doctor lo ocurrido aquel día—. ¡Mierda! ¡Hijo de puta! ¡Sácame de aquí! —gritaba desesperadamente en vano—.

—¿Señor Donovan? Puede oírme —el médico se había levantado de su silla e inclinado en dirección a Mike, movía sus manos de arriba a abajo frente a sus ojos para ver si sus pupilas reaccionaban. De forma seca, en tono plano y con la voz ligeramente más grave, Mike respondió:

—Sí, doctor. Estoy bien. ¿Qué se supone que está haciendo? ¿Otra prueba neurológica?

—Me había asustado, de pronto se quedó como paralizado por completo. Estaba usted a punto de revelarme un dato crucial del origen de su desarrollo cerebral.

—¿De veras? Pues lo he olvidado. Es posible que me confundiera de evento. Sea lo que fuera, no puedo aportarle o recordar nada de información referente a cómo pudo iniciarse este desarrollo cognitivo. Nada que pueda arrojar algo de luz sobre su origen. Aunque la luz tenga algo que ver en el asunto —sonreía, arrancando una burlona y siniestra risa ahogada—.



    Mike observaba la conversación en la pantalla de cine y profería todos los insultos que el diccionario de la lengua había recogido a lo largo de su historia. Gritaba hacia la incómoda película que presenciaba, en un intento por interactuar con el doctor, por ver si podía oírlo de alguna manera. Pero solo escuchaba a "Mike 2" tomando el control de la conversación, disuadiendo al médico de cualquier pista que pudiera deducir un origen.

—¡Doctor! ¡Doctor! —seguía gritando hacia la pantalla —. ¿Puede oírme? ¡Maldita sea!

    Se levantaba de la butaca, deambulaba por la pequeña sala, volvía a sentarse, de nuevo miraba la pantalla, escuchaba la conversación entre ambos, impotente por no poder interactuar.

—De acuerdo, señor Donovan. En cualquier caso, si recordara usted algo o quisiera contarme algo más referente al caso, no dude en ponerse en contacto conmigo. Tenga —del cajón de su escritorio, sacó una tarjeta de visita —. Cuando usted considere, las veinticuatro horas del día estoy a su disposición. Tiene el número de mi oficina y el particular. No dude en contactar conmigo, por favor.

    Antes de guardarla en el bolsillo interno de su chaqueta, echó un vistazo al contenido. Nombre, apellidos y teléfonos. El primer plano de la tarjeta ocupaba la totalidad de la pantalla. Mike recordó lo que le dijo el doctor e imaginó sacar del bolsillo su bolígrafo y libreta. Allí estaban. Anotó los números de teléfono por lo que pudiera hacer su "yo" maligno, su "yo" autómata.

—Gracias, doctor. Así lo haré, descuide. Ahora, si me lo permite, me gustaría concluir la visita, con su permiso —el tono de su voz seguía plano y algo más grave de lo habitual. El doctor lo observaba inquisitivo —.

—¿Seguro que se encuentra bien?
—Adiós, doctor. Que tenga un buen día.




















Mi página en Amazon. 
Por si quieres apoyarme como autor. 



¡GRACIAS!

Comentarios