La semilla oscura.
¿A quién vas a llamar?
Nota del autor:
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-Capítulo 13 ¿A quién vas a llamar?-
Despertó. Estaba en la cama de la habitación de su mansión.
Una dulce melodía comenzó a contagiar la habitación. Era como Caronte…
Mike apagó la luz y silenció la melodía mientras observaba la hora que anunciaba su teléfono con uno de los ojos cerrados y el otro a medio abrir, como si no diera crédito a que la noche hubiera pasado en un suspiro. Y eso que los problemas con los que se fue a la cama hacían pesar su cabeza en la almohada, en ese momento, pensó que tardaría más en conciliar el sueño. Todo su cuerpo quedó en pausa. Esto ya lo había pensado antes, solo que en esa especie de pesadilla que dejaba atrás. Temía levantarse y comenzar a hacer exactamente lo que, escasos minutos antes, hizo su yo dormido.
Una duda comenzó a gestarse en su forma reflexiva al pensar en el mundo de los sueños. Eran como una especie de portales que llevaban a otros universos. Sentíamos todo lo que podíamos sentir en el mundo terrenal y aún más allá de cualquier frontera de lo imposible, pues allí podíamos desarrollar capacidades, situaciones, acontecimientos que escapaban a la imaginación creada de formas conscientes, controladas, esa que requiere esfuerzo por construir situaciones, mundos ficticios o personajes inventados. En los sueños todo fluía de una forma orgánica, si es que podía decirse algo así de algo que solo existía en el inconsciente. Pensó: ¿Quiénes somos dormidos? ¿Somos nosotros mismos en un mundo de sueño o se trata de otras versiones independientes de nosotros mismos que nos cuentan que existen? La imagen de su otro yo frente al espejo con sonrisa siniestra se le dibujó de forma tan clara que tuvo que cerrar los ojos y frotar sus manos en la cara para despejarse.
—Demasiado temprano para estas conjeturas, Mike. Vamos a ponernos en marcha. Procuraremos no repetir los pasos de "Mike 2" —así se refirió a su otro yo. ese que estaba tras el reflejo del espejo, en aquella película del cine, en el marco de sus pesadillas—, para que esto no se convierta en un bucle de vacío infinito.
Intercambio de problemas. Se incorporó de la cama, intentando olvidarlos todos. Al menos los recientes, como alguna vez pensó, los problemas vienen fabricados desde una cadena de montaje, son una industria en la que todos somos artífices y artistas en su creación. Los hacemos, los entregamos, los provocamos, nos lo provocan, nos los entregan y, entre todos, intentamos resolverlos. Con o sin éxito. Nunca terminan. Pueden quedarse a medias, pero no demasiado, porque saltan de uno a otro. Cuando crees que has terminado, asoma otro en el horizonte. Los gestionamos por sus clases, magnitud o intensidad. Hay problemas mayores que otros, entonces priorizamos. O no. La mente es caprichosa y sus mecanismos de defensa frente a los problemas son impredecibles y a veces sorprendentes. Incontrolables en ocasiones. Resolutivos, en su mayoría. Siempre podemos escapar a lo alto de la montaña y gritar.
—Lo dicho. ¡Para ya cabeza de dar vueltas! ¡De uno en uno, por favor! —presionó sus sienes con la parte inferior de las palmas de sus manos—.
Al apartar la pesadilla de su mente, la tarde del día anterior tomó el relevo. Aquella conversación con Charles volvía con fuerza, retumbando en las paredes de su recuerdo, como si quisieran echarlo abajo con un mazo.
—¿En qué demonios estabas pensando, Mike? ¿Cómo pudiste llegar a esas conclusiones? ¿Cómo se te ha ocurrido pensar siquiera en una conspiración a gran escala venida de tu propia editorial? Es tan absurdo que puede hasta servirme como relato disparatado. Otro más. ¿Y van? Cierto es que a veces no tienen el mejor tacto del mundo, pero de ahí a pensar que pueden llegar a orquestar algo así. Qué vergüenza y pobre Charles. Ambos sentimientos se expanden como el universo cada vez que pienso en ellos. En fin. Echaremos tiempo de por medio que siempre resulta bien, como antibiótico para los problemas. Necesito un café.
Mientras lo preparaba seguía en sus cavilaciones.
—Eliminada de la ecuación la editorial, entonces. ¿Qué nos queda? Porque es evidente que algo queda. Los hechos, ahí están. Sin ir más lejos, empezando por lo más reciente, esas malditas notas manuscritas. Yo no las he escrito. Hay algo que escapa a mi comprensión, algo está ocurriendo, estoy siendo testigo de ello en solitario testimonio. Claro que de eso tengo mucha parte de culpa, gracias a mi huraño sentido de la molestia, el no querer a nadie merodeando por mi lugar de trabajo. Soy un lobo solitario de lo laboral, si no, en vez de escritor hubiera sido oficinista. Por eso no conté lo que debía haberle contado desde el principio a Charles. Mis esfuerzos por aislarme se han vuelto en contra de mi capacidad de hacer creíble mi relato. Estoy pagando el precio de mi egoísmo. Creo que ya he tenido esta reflexión antes. O puede que la haya soñado…
No lo sé. Debo concretar. Aunque creo que también he realizado ese ejercicio antes. Estoy algo confuso. Sí. Concretar. Si mis sentidos no me engañan, si mi recuerdo y memoria no me han abandonado, creo recordar que escribí en mi PC una relación de sucesos raros. Necesito concretar, repasar y buscar respuestas o evidencias. De hallarlas, debo usarlas para recuperar la confianza de Charles. Manos a la obra. Voy a llenar de nuevo mi taza y voy a ver en mi ordenador, si es que mi recuerdo es correcto, que lo mismo un demonio del averno me ha hecho creer que lo hice y lo mismo me llevo la sorpresa.
Aparte de hacer de nuevo lleno en su taza con el café, también se procuró unos pocos alimentos para acompañarlo en su tarea. Subió a la buhardilla y abrió su PC. Buscó la hoja de notas en su escritorio. Allí estaba, "Sucesos notas", suspiró de alivio, comenzaba a dudar de lo real, lo imaginado, lo soñado y lo anómalo que perturbaba en conjunto toda su experiencia vital. Comenzó a leer los títulos de los sucesos y las pequeñas notas descriptivas que lo acompañaban.
—Veamos qué puedo considerar "hechos objetivos" dentro de esta locura. Supongo que puedo referirme a ellos como los que objetivamente me han ocurrido… Aunque no puedo asegurar que me ocurrieran en verdad, ha podido ser todo producto de mi imaginación. Eso no me ayuda. ¡Concreta, Mike, concreta! No te pierdas en lo que pudo o no pudo ser real, imaginado o manipulado. En el fondo, la experiencia la presentí con la misma intensidad, independientemente del plano o universo donde me encontrara. Experiencia interior. Eso es concreto. Sigamos….
Continuó examinando sus notas y recreando cada escena con todo el lujo de detalles que le permitían sus sentidos. Añadía y corregía el archivo en función de las novedades que llegaban a su memoria, al tiempo que anotaba en una hoja de papel, a modo de titulares, una breve lista de sucesos y lugares que hicieran recordar al momento por donde empezar o seguir. Como si se tratara de una especie de guía rápida.
Dobló el papel y lo guardó en el bolsillo de su pantalón. Cuando terminara la tarea del repaso del archivo, comenzaría la tarea de labores de campo. Volver a los sitios donde aquellos sucesos extraños habían hecho acto de presencia. Tal y como tenía previsto aquel día en el que redactó aquella lista de anomalías. Sus notas se habían detenido en "Profanador de tumbas" y de nuevo, como un resorte en la memoria, desorientaron su atención de la tarea prevista. Se acordó de su pesadilla. Volvía sin querer a entrar en un bucle, al menos ahora, era consciente de ello. Ya había planeado regresar a los sitios donde se habían producido sucesos anómalos y, ahora, volvía a posponerlo.
Pensar en las tumbas le recordó algo muy importante que debía haber hecho al llegar a casa y que había dejado pasar de largo debido al estado de ánimo provocado tras los recientes acontecimientos con su amigo. Discutir con Charles, no lo soportaba. Hacía que se tambalearan los cimientos de su tranquilidad y quietud. Absolutamente, todo pasaba a segundo plano, incluida una posible emergencia clínica.
—¡Mierda! ¡Mi médico! ¿Cuándo me dieron cita? Sé que lo recibí, pero ni lo miré. ¡Maldita sea! Debo centrarme. Estoy perdiendo mis capacidades, mi forma y mi organización. Todo esto me está desequilibrando. ¿Dónde está mi móvil? Creo recordar que la “simpática” señorita me dijo que recibiría la cita en el maldito móvil. Menudo apéndice digital nos han creado… ¿Lo dejé en la habitación? ¿En la mesilla de noche o en la cocina? Da igual lo que pueda recordar, ¡luego los hechos hacen lo que les viene en gana! Bueno, pues vamos otra vez para abajo. La ventaja de tener una casa tan grande es que te ahorras el gimnasio con los paseos interminables cada vez que olvidas algo o quieres cambiar de tarea. No me voy a quejar, pues así lo dispuse en un primer momento. Un maldito caserón gigante donde poder inspirarme. Lo malo es que la inspiración está tomando formas materiales y eso… No sabría juzgarlo, no sé en qué lado de la balanza de la positividad o negatividad caería. En fin. Vamos a por el dichoso móvil.
El móvil reposaba en el borde de su mesilla. Abrió los mensajes para leer su cita médica.
—¡Como para una urgencia! 13 de mayo a las 9 de la mañana. ¿Eso es el lunes que viene? ¿No? —hablaba en alto como si alguien lo acompañara para escucharlo—. ¿Qué día es hoy? —buscó en el calendario de su teléfono —. Viernes. Viernes y yo aquí sin nada que hacer. Al menos en mi pesadilla me pasaron cosas. Bueno, no tentemos al diablo. Voy a ver si me pueden adelantar la cita.
Tres intentos hizo hasta que por fin contestaron su llamada. En vano. Sus intentos por adelantar la fecha de consulta resultaron en vano. Como le adelantaron en las pruebas del día anterior, el técnico le indicó que todo parecía correcto. Por las características de la póliza de su seguro médico contratada, tres días de demora, con el fin de semana mediante, era más que suficiente como para considerarlo satisfecha. No había nada más que hacer. Tocaba esperar al siguiente lunes. Eso le daba bastante margen de tiempo para revisar los lugares donde se habían producido sus anomalías.
—Veamos, ¿por dónde empiezo? —sacó la nota de papel donde estaban manuscritas la lista y lugares de los sucesos del bolsillo de su pantalón—. Lo lógico sería buscar en este caserón, pues es donde me han pasado la mayoría de ellas. ¿Pero qué es lo que tengo que buscar? ¿Indicios paranormales? ¿Acaso tengo que llamar a los Cazafantasmas? No sé… Puede que quede algún residuo "ectoplasmático", como dicen ellos. Esto es tan absurdo como los hechos en sí de mi improvisada búsqueda de la nada. Quizás mi presencia en los lugares haga reavivar la llama de lo psíquico y tengan a bien presentarse ante mí. Al menos estaré entretenido este presumible largo fin de semana. Puede que encuentre algún resquicio, algo en lo que pueda arañar o tirar del hilo y acabe descubriendo un portal que me lleve al origen de esta locura o… ¡Para ya! Mi profesión me está pasando factura. ¡Menuda película te estás montando, Mike! En fin, manos a la obra.
Pensaba que era como buscar una aguja en un pajar, aunque sin aguja que encontrar. Ya que se encontraba en su dormitorio, el que consideraba la zona 0, el primer lugar donde ocurrió el primero de los sucesos, decidió comenzar por él. No sabía qué buscar ni cómo hacerlo. De modo que se dejó llevar, poseído por una improvisación, palpando con sus manos suelo, paredes y techo, para este último subiéndose a la cama y a las sillas repartidas por el dormitorio, para no dejar palmo o pulgada sin tocar. A veces acariciaba la pared, otras golpeaba con su palma y otras, arañaba con la intención de agarrar algún pomo fantasmal que abriera las puertas de los siete infiernos.
Este primer lugar, le enseño la técnica a utilizar. La experiencia construía la metodología a emplear. Bromeaba con estar a la altura del Doctor Venkman*, aunque de un modo más artesanal, sin aparatos científicos ni equipo de neutrones. Sus manos y sus sensaciones que potenciaba, o eso creía, cuando cerraba sus ojos mientras masajeaba las paredes de la mansión. Si lo vieran desde fuera, pensaba, de seguro lo tomarían por un chalado charlatán. Buscando fantasmas y portales con las palmas de sus manos. Le estaba cogiendo el gusto, estaba pasando su viernes de fin de semana como nunca lo hubiera imaginado pasar, y eso que, imaginar, imaginaba mucho dada su profesión. Pensar en su profesión hizo que reflexionara sobre la que estaba haciendo intromisión.
—Pensar que hay gente que cobra por hacer esto mismo que hago por aburrimiento e inquietud. Algunos incluso hacen fortuna sugestionando a la gente con visiones de futuro. Joder. Me he equivocado de profesión sin duda. Sigamos. Aquí no hay nada. Al menos, hoy los fantasmas no quieren llevarme a ningún lado. Me voy a la cocina, a ver si vuelve a saltarme algún mensaje del más allá. ¿A quién vas a llamar? —Conocida entradilla que dio pie para que comenzara a tararear la famosa canción*—.
Comenzó a bajar las escaleras desde su dormitorio hacia la planta baja para llegar a la cocina. Mientras lo hacía, notaba que su vista se alejaba como esa especie de efecto túnel que salían en las películas. La imagen principal de su vista en primera persona se hallaba lejos, haciendo que la escalera pareciera infinitamente larga. Su campo visual tomaba la forma de un rectángulo luminoso. Como si lo que viera, lo estuviera viendo en una pantalla de cine. Continuaba bajando, achacando lo que estaba sucediendo a una especie de mareo que lo precipitara a un desmayo. Si eso sucedía, mejor que lo pillara en planta, no en medio de las escaleras y lo lesionaran gravemente, por lo que intentó apresurar el paso. Su visión seguía percibiéndola como si fuera una pantalla de cine, pero al menos, sus piernas seguían respondiéndole y continuaba bajando apresuradamente las escaleras.
Quedaba poco para llegar a la planta baja y estar a salvo.
Sentía algo extraño, como si fuera testigo de sus movimientos, pero no dueño de ellos. Giró su cabeza hacia la derecha y levemente hacia abajo. La escena con él bajando las escaleras quedó a su izquierda, en su forma de pantalla de rectángulo luminoso. No había duda. Era testigo de sus movimientos, pero no dueño de ellos cuando definitivamente se observó sentado en una butaca de cine, viendo la escena de su yo llegando a su fin, a la planta baja de la mansión.
Subió sus manos interrumpiendo la luz de la pantalla donde se proyectaba la escena en primera persona de un Mike, que ya estaba entrando en su cocina para investigar anomalías. Ajeno a lo que ocurría.
Desde su asiento giraba las manos, comprobando su anverso y reverso para luego volverlas a poner en los reposabrazos de la butaca de cine. Aquellos movimientos sí obedecían a su voluntad y era consciente de haberlos realizado.
Volvió de nuevo la vista a la pantalla para prestar atención al otro Mike, que ya había iniciado sus labores de inspección acariciando paredes, suelos y electrodomésticos.
Observaba, en su papel de espectador, cómo palpaba cada palmo de cocina en busca de alguna anomalía psíquica, tarareando la canción de Los Cazafantasmas. —¿A quién vas a llamar?
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