La semilla oscura - Capítulo 3: El día fantasma

Dark Seed - La semilla oscura - El día fantasma

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Nota del autor:
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La semilla oscura - Capítulo 3:  El día fantasma

Sonó el teléfono muy temprano. A esas horas de un domingo solo podía ser Mike. Cuando se trataba de una nueva novela, no se paraba a pensar en horarios y menos aún si era o no fin de semana. Así era Mike. Impredecible en el entorno que más le gustaba: El periodo creativo de su nueva criatura.

Charles intentó coger el teléfono lo más rápido posible. Tanto, que por un momento se le escapó de las manos, convirtiéndolo por unos segundos en un malabarista improvisado. Por suerte, no terminó en el suelo. Contestó la llamada. En efecto, era Mike.

Charles escuchaba atento y asentía de forma involuntaria con la cabeza, mientras rascaba su ojo aliviando picor y legaña. --Sí, dile simplemente que te diriges a la mansión del pueblo ForeignWood. No tiene pérdida. Antes de marcharte pásate por recepción. Te dejé allí las llaves. ¿Vas a iniciar desde ya el “protocolo de escritor”? -- Contestó Charles. Una pausa para seguir escuchando las palabras de su jefe. --Lo que tú digas, Mike. Estamos en contacto. -- Colgó el teléfono.

Tiró el móvil de nuevo a la mesilla y volvió a recostarse sobre la cama para ver si podía arañar una hora más de sueño. Mike era impredecible con las horas que podían requerirle su atención, pero también era cierto que no era muy insistente ni tampoco repetitivo en su consecución de solicitudes. Era muy posible que esa fuera la primera y última petición del día. Eso le permitía estar tranquilo para su siesta de madrugada. Como las solía llamar.

Después de una confortable cabezada se puso en pie para asearse y bajar al desayuno antes que dieran las 10:30 y con ellas el cierre de cocina. Iría primero a desayunar y luego el aseo personal. No tenía mucho que hacer. Quizás un largo aunque tranquilo paseo, algo lectura y sobre todo descanso. Cuando Mike iniciaba una nueva novela, su trabajo consistía en estar de “guardia” para atenderlo. Aunque requería estar casi las veinticuatro horas operativo, lo consideraba la parte más tranquila de su trabajo. Las pequeñas peticiones a cualquier hora compensaban las largas horas libres para su descanso y ocio personal. 

Cuando iniciaban nueva novela, Charles aprovechaba para leer la última publicada. Aparte de necesitarlo por trabajo, también era un apasionado del trabajo de Mike. Cuando terminó de desayunar, asearse y ponerse ropa cómoda, cogió el libro “Viaje al abismo” y se encaminó hacia el parque más cercano desde su hotel. Anduvo despacio por el parque hasta hallar un banco a la sombra de un gran álamo. Se sentó en compañía de su libro y allí pasó unas cuantas horas hasta que lo distrajo el sonido del mensaje recibido en su móvil. Era Mike. Había que atender de inmediato el mensaje. No era una petición en modo alguno difícil. Comida, bebida, algunas revistas y que todo debía estar en la mansión sin falta para mañana, para el lunes a medio día.

Charles contestó: “Ok Mike, mañana sin falta lo tendrás en la mansión, a medio día. Recibido” Mike le devolvió el mensaje con un emoticono. La mano con el pulgar hacia arriba en señal de aprobación. Así daba por concluida la conversación. Por experiencia en su trabajo, era posible que el resto del día no recibiría más peticiones. Dos, solían ser su tope. “Mañana toca ir de compras” dijo en alto y continuó su lectura.

El resto del día fue tranquilo y sin contratiempos. Disfruto de un merecido descanso dominical.

Llegó la mañana del lunes. La rutina trepaba de nuevo por los muros de su habitación. Para Charles, el inicio del día era una repetición rutinaria del día anterior, con la salvedad de que no había llamadas ni mensajes de Mike. Eso significaba que se había puesto a trabajar a pleno rendimiento. Terminando el desayuno, aseo y vestimenta, terminaba también la parte de la rutina. A partir de aquí, se abrían horizontes que distaban mucho de repetirse.

Se encaminó con su coche al supermercado más cercano. Con móvil en ristre fue recogiendo las peticiones en cada una de las tiendas. Provisiones para una semana y algo de lectura para descansar su mente. Lo tenía todo. O al menos ese todo que pedía en el mensaje. Como ya se conocían de hace muchos años, aplico la de la previsión y lo llamó por si a última hora se le ocurría añadir algo más a sus demandas. No sería la primera vez. No contestó. Hizo un segundo intento que corrió la misma suerte. Nadie al otro lado.

En un primer momento, no se preocupó. Ya había precedentes. Unos primeros intentos infructuosos era algo normal para la gente con alta ocupación. Más aún cuando trataba con gente de ocupaciones creativas. Cargó su compra en el maletero de su coche y puso rumbo a la mansión para realizar la entrega. A mitad de camino volvió a intentar ponerse en contacto otras dos veces, con el mismo resultado: Nada. Un atisbo de preocupación empezaba a brotar en su cabeza. Mike podía ser cierto que no contestara de forma inmediata a sus llamadas por estar ocupado. Pero siempre devolvía la llamada. Ya había pasado casi una hora entre el primer y segundo intento.  

Charles bajó un segundo del coche para abrir la puertecilla desvencijada de la entrada del camino que llevaba a la mansión. Llegó con el coche hasta sus puertas. Bajó de nuevo y llamó a la gran puerta. Nadie contestó. Se aparto de la puerta dando pasos hacia atrás al tiempo que miraba hacia arriba, para ver si había algo de movimiento. --“Mike”-- gritó para ver si su voz tenía más suerte que el sonido de la campana del timbre. --“Mike, soy yo. ¿Estás ahí?” -- Insistió.

Tomó el móvil y volvió a llamar. Nada. Silencio. --“Pero donde se habrá metido este hombre” -- dijo en voz alta. Se acercó a la guantera del coche y de allí sacó un segundo juego de llaves de la mansión. Abrió la puerta y de nuevo lo llamó desde el recibidor --“¡Mike!, soy yo, Charles. ¿Estás ahí? ¿Mike?”—Silencio por respuesta. Era evidente que no estaba. No sabía donde diablos podía estar. Lo que sí sabía es que allí, no estaba. 

Se dirigió de nuevo al maletero de su coche y comenzó a sacar la carga para ir amontonándola en la cocina. Terminó de descargar y de colocar cada cosa en su sitio. Las revistas las dejó sobre la mesa de la cocina. Aprovechó y recogió las sobras de la cena de la noche anterior, limpiando también platos y vasos. No estaba entre sus funciones ir limpiando su mierda, pero no le importaba hacerlo.

Antes de irse volvió a llamar a su móvil. Esta vez ocurrió algo distinto. Tampoco contestó, pero sí escuchó el sonido de llamada entrante del móvil de Mike. Al menos su móvil sí estaba en la mansión, aunque este hecho no es que lo tranquilizara, precisamente. Se guio por el sonido hasta que dio con la habitación. Antes de abrir la puerta se puso en lo peor. Con aquellas edades en la que ambos se encontraban, era común que el corazón diera algún susto o aviso, en fatídicas veces ni eso. Abrió la puerta asustado, aunque se alivió al comprobar que allí solo estaba el móvil sobre su mesilla y el hueco de su deshecha cama. Ningún infarto a la vista. Cogió su móvil y vio sus propias llamadas perdidas. Repitió en voz alta: --“Pero donde diablos se habrá metido este hombre”--

"Solo estaba el móvil sobre su mesilla y el hueco de su deshecha cama."


No sabía muy bien por donde tirar. Cómo reaccionar. Confesaba estar un poco desconcertado. Bajó a la cocina y abrió la nevera. Allí vio la botella abierta de whisky y decidió echarse un vaso para aclarar las ideas y templar los nervios. Quizás acostumbraba a ponerse siempre en lo peor, su trabajo lo empujaba a pensar así, aunque en ocasiones pesar de esa manera resultaba un tanto injusto. Con el segundo sorbo de alcohol los malos pensamientos fueron cediendo. --“A lo mejor había salido a dar un largo paseo y quería desconectar para empaparse y perderse en sus pensamientos mejor.” -- Mientras se servía el segundo whisky decidió esperarlo, al menos un tiempo. Quiso asegurarse de que no estaba en ningún otro lado de la casa haciendo un rápido recorrido por las estancias de la mansión sin éxito, como aventuraba sus pensamientos. 

Se puso algo más cómodo en el salón, aunque antes se aseguró de llevarse la botella y algo de hielo. Por si había que recargar. Bebiendo, pensando y esperando estuvo durante un par de horas. El alcohol duerme los sentidos y hace bajar la guardia de nuestros movimientos más mecánicos. Hasta en dos ocasiones lo volvió a llamar al móvil maldiciendo su torpeza. Eran más actos reflejos que pensados. Más aún con el alcohol ingerido.

El reloj no devolvía su presencia y decidió terminar su guardia antes que los encantos del dios Baco, terminaran por tumbarlo. Cerró las puertas de la mansión con llave y regresó a su hotel. Allí llamó a la policía. Nada podían hacer al no haber pasado las dichosas veinticuatro horas desde la desaparición. Además, por lo que los había contado, era posible que fuera un largo paseo. No había que desplegar agentes por el momento.

Poco más se podía hacer salvo esperar y seguir intentando contactar con él. Insistía de forma inútil con continuas llamadas a su teléfono, lo hacía, ya que alguna vez debía volver de su maldito paseo, ¿no?

El cansancio se fue posando en la balanza junto con la preocupación. Se acostó con la esperanza de que sus actos aceleraran la llegada del nuevo día. En vano, sin duda. Intentó dormir y lo consiguió cuando quedaban escasas horas para que sonara el despertador.

La mañana del martes llegó. Esta vez el aseo precedió al desayuno. Mientras terminaba su café volvió a llamar por teléfono. Ya había perdido la cuenta de las llamadas perdidas. No se lo pensó dos veces y cuando terminó su dosis de cafeína se dirigió a la comisaria del distrito. Ya había pasado tiempo suficiente y nada sabía de Mike. Era hora de ponerlo en manos de las autoridades.

Después de un breve paso por la sala de espera de la comisaría, lo atendieron. Charles expuso su caso con pelos y señales. Usó el comodín de la influencia. Su cliente era un hombre famoso y preciado. Una mala publicidad por parte de la prensa de la gestión policial no era lo más deseado por el comisario. De modo que pronto presto ayuda y se tomó muy en serio el tema. Asigno dos agentes al representante literario para que lo acompañaran a la mansión. Desde ahora, el caso estaba en manos de la policía.

Llegaron los tres hombres en coche de patrulla oficial a los pies de la puerta de la mansión. Charles les preguntó si les abría la puerta, ya que tenía una copia de las llaves. Los agentes rechazaron la propuesta y lo invitaron a que se mantuviera en segundo plano. Ahora el asunto era algo oficial y debían seguir un protocolo. Llamaron a la puerta de forma enérgica e insistente, al tiempo que decían con voz enérgica e insistente: --“Mike Donovan, si está en casa, por favor abra la puerta. Policía”--

Pasaron unos minutos y la puerta comenzó a abrirse.

Charles estaba pálido. Pero al ver que la puerta se abría y vio aparecer a Mike, un suspiro de alivio devolvió la sangre a sus mejillas.

--“Gracias a dios. ¿Pero dónde diablos te has metido, Mike? Me tenías muy preocupado”--




JM. Brown.


Comentarios

  1. Hola:
    Muy buena la historia. Intrigante hasta el final. La policía, además, pensaría que a qué jueguecito estaba jugando Mike.
    Saludos cordiales.

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    Respuestas
    1. Muy buenas Mercedes. Muchas gracias por tu lectura y comentario.
      Si, sería una buena linea ver como se lo toma la policía. Lo tendré en cuenta. Al menos que Mike se lleve una reprimenda, por tenerlos asustados a todos jajaj ;)
      Gracias y un cordial saludo.

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