La semilla oscura - Capítulo 4: 1624 - 1724 - 1824 - 1924

-La semilla oscura-

"1624 - 1724 - 1824 - 1924" 


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Capítulo 4: 1624 - 1724 - 1824 - 1924.

- ¿Hoy? ¿lunes? Me estás asustando Mike. ¿Qué cojones te pasa? Es martes Mike, hoy es MARTES…

- ¿Ma… martes? --Tartamudeó Mike. No dijo nada más. Se quedó pálido y necesitó buscar un lugar donde sentarse. No comprendía nada en absoluto… Empezó a sentir un fuerte e intenso dolor de cabeza.

- Martes... Mañana…

--No.…no logro entender Charles. ¿Martes? pero... Llegué a la casa... Estuve escribiendo... No puede ser. ¡¡Si hasta estuve paseando por el pueblo!! Charles, me fui a la cama y hasta hoy. No entiendo lo que está pasando.

--Mike, ayer estuve aquí y no había rastro de tu presencia. Te traje lo que me pediste, míralo, ¡¡lo tienes encima de la mesa de la cocina!! te busqué por toda la casa. Demonios, me tenías asustado, si hasta hoy he tenido que venir con la policía. El que no entiende nada soy yo, Mike

Los policías algo molestos, al ver que todo estaba en orden, hicieron el correspondiente saludo y se marcharon sin más. --Es posible que volvamos y le hagamos algunas preguntas, por el informe, nada de lo que deba preocuparse. De momento-- dijo uno de los agentes.

--Gracias agentes. Si ocurriera cualquier otra cosa, no dudaré en volver a requerir de su ayuda. Gracias. -- Respondió Charles, no sin que sus gestos delataran la intención de transmitirles a los agentes que empezaban a ser una molestia.

--Bueno Mike, no te preocupes. No sé. Quizás hayas tenido algún episodio noctámbulo como aquella vez antes de, bueno, ya sabes, antes de someterte al tratamiento de desintoxicación. ¿No habrás vuelto a las andadas, verdad?

--Joder Charles, ¡no! Te repito que no sé qué está pasando. Ayer-- ¡Ayer no!-- Interrumpió Charles.
--Bueno, calma... Para mí fue ayer. Déjame explicarte y luego intentaremos aclarar lo que ha sucedido con este maldito día fantasma.
 Ayer llegué, di un paseo. Estuve bebiendo sí, pero solo Wiski y puede que alguna cerveza, ya sabes, el alcohol en su dosis justa me ayuda a escribir, luego me eché en la cama... Y hasta hoy... Sea cual sea el jodido día en el que me haya despertado. Es posible que me ocurriera lo que has dicho, que me levantara sonámbulo. Es lo único que encajaría con esta locura...
 Recuerdo un sueño. Un extraño sueño en el que parecía que me llevaran. Es posible que me despertara en sueños y acabara sabe dios donde hasta regresar de nuevo aquí... ¡Dios, Charles! ¿Tienes algo? Me duele mucho la cabeza...

--Bueno, cálmate. Ya está. Lo hecho, echo está. Te has levantado en sueños y no recuerdas nada. Punto.  Al menos estás de vuelta y parece que te encuentras bien. Salvo la desorientación y ese dolor de cabeza. Espera que voy al coche, creo que tengo ibuprofeno en la guantera. Vuelvo enseguida, No te vayas a ir a ningún lado ¿ok?-- Humor Británico. Al menos arrancó una leve sonrisa del rostro de Mike.

Revisó la guantera en busca de la medicina. Entre papeles de publicidad y albaranes de revisiones anuales del coche estaba el blíster con las pastillas. —Toma, quédatelo de momento. Ya compraré en la ciudad. ¿Te encuentras mejor? ¿Más tranquilo? —Mike apretó una de las pastillas para liberarla de su envoltura, buscó agua en la cocina y tomó la medicina con la esperanza de que calmara su punzante dolor de cabeza.

-Gracias Charles. Sí. Estoy más tranquilo. Ya habrá tiempo de encajar todo esto y saber donde demonios estuve. Me interesa más centrar mis pensamientos en la novela que en estos nuevos misterios de sonambulismo.

-Entenderás que tengo que saltarme tu protocolo de escritor. ¿Verdad?

-No. Eso es sagrado. No puedo tenerte aquí de forma imprevisible o visitas intermitentes. Me distrae y lo sabes. No me gusta tener a gente mosconeando alrededor de mí cuando estoy trabajando. Mostraré lo que tenga que mostrar cuando considere que hay que mostrarlo. En ese sentido, no. Continuamos con el protocolo. Quédate a comer si quieres, pero luego márchate y déjame solo. Como si nada de esto hubiera ocurrido. ¿De acuerdo?

-Ni lo sueñes. Vendré cada día. Al menos hasta asegurarme que te encuentras bien. Y más te vale tener ese móvil listo para cualquier requerimiento mío, si no quieres que te haga desaparecer para siempre. ¿Estamos?

Mike sabía que era una batalla perdida. Solo quedaba negociar como bien pudiera las frecuencias de visita, para reducirlas al máximo.

-No me dejas opción. ¿Verdad? Vale. Está bien. Dejaré que vengas estos días. Pero solo hasta que acabe esta semana ¿De acuerdo? Y te prometo que tendré el móvil en perfecto estado de revista. ¡Listo y armado, Señor! – Mike imitó el saludo militar llevando su mano a la frente, al mismo tiempo que terminaba su frase.

-Vale. Veo que ya te encuentras mejor. Vuelves a interpretar al payaso cuando te estoy hablando en serio. Ahora me voy. Pero mañana aquí me vas a tener a primera hora del día. Más vale que tengas algo adelantado del trabajo. Llevas un día de retraso, pasara lo que pasara, eso no le importa al negocio.--

Charles acostumbraba a contraatacar una negativa o reproche, con algún tipo de castigo en forma de metafórico látigo laboral.

Salió de la mansión sin cerrar la puerta principal. Se montó en su coche al tiempo que insistía con un “Hasta mañana” como forma de despedida. Mike lo acompañó solo hasta el quicio de la puerta, sujetando con una mano el blíster, con otra el agua. Cuando partió su coche hacia el camino de tierra que daba a la salida, alzó su vaso de agua en señal de brindis. Apuró lo que quedaba de agua y arrugó su nariz desaprobando el sabor. —Le falta whisky.-- Cuando estás solo, los horarios sociales poco importan. No tuvo reparo en llenar el mismo vaso que antes contenía el agua de su medicina, con dos dedos de whisky. Bebió de un trago y las arrugas de su nariz encontraron sabores más a su gusto.

Sentado en una silla de la cocina, observaba los víveres que le había traído Charles. Para él, era como si hubieran aparecido por arte de magia. —¿Por dónde anduviste ayer, Mike?—Susurró interrogante al tiempo que se fijaba en la botella de whisky medio vacía.—Necesito cargar combustible. Iré al pueblo a por otra y algo de medicina por si vuelve este maldito dolor de cabeza—Al principio no relacionó ni dio mucha importancia a su dolor. A fin de cuentas, era algo que le pasaba de continuo cuando se embarcaba en un nuevo proyecto. El trabajo creativo calienta las neuronas y un dolor de cabeza, era lo más habitual.

Por dar presteza a sus recados, dejó la ducha para la noche y se echo encima lo primero que encontró en la habitación que sirviera para vestirlo. Cogió cartera, tabaco y llaves para cerrar con ella las grandes puertas de la mansión. De nuevo, quiso repetir el mismo paseo de ayer, perdón, de antes de ayer, camino del pueblo. De nuevo en la plaza, donde descansaban la mayoría de comercios.

El hombre es un animal de costumbres, por lo que de nuevo apostó por la “Mary's store” para aprovisionarse de alcohol y cerveza, valga la redundancia etílica. La tienda de Mary era una de esas tiendas de las que muy pocas quedan, de las de la vieja escuela: La dependienta detrás del mostrador para atender tus demandas. Una vieja costumbre ya perdida hoy, en la que uno mismo tiene que hacer todo el trabajo. Incluso el cobrarse, como hacen ahora en los grandes almacenes.



--Buenos días. Querría dos botellas de Whisky “Kellar” y seis latas de cerveza, por favor

Mary, buscó por la trastienda el pedido. Regresó sin mucho tardar con todo.

--Aquí tiene, las cervezas y la dos de “Kellar”. Son—Apuntaba los precios en su libreta y echó la cuenta—veintiséis libras todo, caballero. —

--Con tarjeta—la tienda de Mary era de la vieja escuela, pero no tanto—Una pregunta, señora, y disculpe si le resulta extraña. ¿Me vio usted ayer por el pueblo?

--¿Cómo dice, Señor?

--Sí. Perdón. Ya le dije que podría resultar extraña la pregunta y la entiendo, pero es importante. Intente hacer memoria. ¿Me vio? ¿Es decir, estuve por la plaza, entré en algún comercio, me vio deambular por algún sitio del pueblo, por algún lado?

Mary intentó recordar lo acontecido en el día de ayer. Estuvo unos segundos pensativa.

--No, señor. Que yo recuerde, no. El domingo sí lo vi, estuvo aquí, en mi tienda. Lo recuerdo bien porque suelo fijarme en la cara de los forasteros. No tenemos muchos por aquí.
 
--¿No vio nada extraño entre el domingo, cuando estuve aquí, y hoy?

-No, señor. Ya se lo dije. Bueno, espere. Ahora que lo dice… Está lo de aquellas extrañas luces y sonidos.

--¿Qué luces y sonidos?

--Si… Es posible que… Sí. Creo que fue el domingo de madrugada. Yo estaba en mi casa y me desvelé. Fui a la cocina a por un vaso de agua. Miré por las cortinas y vi como un resplandor de luces allá detrás del camino de la colina , cerca de la antigua mansión. Pero no le di mayor importancia, Señor. Supuse que se trataba de una tormenta. A la mañana siguiente me extrañó que el clima no estuviera húmedo, pero al comenzar con mis quehaceres no le presté mayor atención y ahí quedó la cosa. Hasta ahora, que me lo ha preguntado. ¿Quiere copia del ticket, Señor?

--No… Gracias, Señora. Hasta otro día.

Salió de la tienda de Mary con sus pertenencias y se sentó en uno de los bancos de la plaza a la sombra de un generoso árbol. Encendió un cigarrillo y fumó pausado. Encajando lo que acababa de escuchar por boca de la mujer. Daba profundas caladas y dejaba que el humo estuviera durante unos segundos en sus pulmones antes de exhalarlo por completo. --Luces y sonidos-- En sus pensamientos solapaba el relato de Mary con el extraño sueño del pasado domingo. Apuró el cigarro hasta el filtro y lo tiró a la tierra del árbol, pisándolo y hundiéndolo para asegurar que estaba del todo apagado. Se dirigió al estanco.
 Más que por necesidad de tabaco, le quedaba prácticamente la totalidad de las cajetillas de los dos cartones que compró el domingo, lo hizo por tener otra versión de los hechos. Compró un par de cajas de cerillas y al pagar, esta vez en efectivo, hizo las mismas preguntas que extrañaron hace escasos minutos a Mary, esta vez dirigidas al dueño del estanco.
 El resultado fue el mismo. Le resultó curioso comprobar, que el estanquero, era la segunda persona del pueblo que se había desvelado la madrugada del domingo. También notó aquellas luces parpadeantes al otro lado del camino de la colina. Tormenta, fue también su conclusión.

Mike abandonó el estanco y decidió regresar a la mansión con aquella nueva información. Necesitó otra dosis de nicotina para ayudar a colocar aquellos nuevos datos en sus pensamientos. Si quería algo que lo turbara para su novela, desde luego aquello empezaba a parecerse a lo imaginado. Esta vez no tomó el mismo camino de vuelta. Iría por el otro lado, se daba más rodeo, pero se llegaba al mismo destino: la mansión. Antes de tomar este nuevo camino se detuvo en la farmacia para comprar su medicina. Esta vez, dejó su particular interrogatorio acerca de sus salidas nocturnas para otra ocasión. Temía escuchar lo mismo. 

Aquel camino de rodeo lo llevó a descubrir algo que estaba cercano a la mansión, algo que sin duda era o fue propiedad de las antiguas familias que moraron la casa: su cementerio. –Lo que me faltaba—Dijo con algo de pesar. En otro momento, en otro estado de ánimo, era muy probable que Mike se alegrara de tal hallazgo. Sin duda todo un filón y cliché para la novela de misterio y terror que tenía intención de desarrollar. En toda mansión “encantada” no debía faltar, ni andar muy lejos, un cementerio. Allí lo tenía. Su vista y cuerpo se acercaba a las puertas del mismo. Aunque en esta ocasión, notaba en su ánimo, como si estuviera perdiendo la oportunidad de motivarse ante tan gótica y romántica vista, echando por tierra el sentimiento que lo ayudara a construir su capítulo. 


--Ya que estamos aquí-- Empujó la pequeña puerta de hierro que daba acceso al cementerio. Las tumbas y lápidas se sucedían como un improvisado almacén de muerte. Hasta en la muerte, las clases sociales quieren dejar huella, pese a ser ya del todo inútil. Los más pudientes se pagaban esplendorosos mausoleos. Los menos, apenas les llegaba para una triste cruz de metal y un puñado de tierra. Señoritos y criados de otras épocas. Al final, todos en un mismo lado. Hollando la tierra. “Tierra que ocupas y estercolas” como decía el poeta.
 En esto se le iban los pensamientos a Mike mientras paseaba a través de la muerte. Paseando por aquellas improvisadas calles que, sin querer, construían las tumbas. Escuchando el silencio ruidoso de la naturaleza, única vida que habitaba en aquel lugar.
 Al pie de una gran encina, en un apartado del cementerio, aunque perteneciente a él, reposaban cuatro tumbas. Cuatro lápidas similares en forma y tamaño. Se encontraban diferenciadas y separadas del resto.
 El perfil que se dibujaba en el paisaje, el lugar donde reposaban y su disposición en orden de fila, atrajeron la curiosidad de Mike.
 Se acercó al lugar y observó las cuatro tumbas. No parecían tener nada fuera de lo normal. Cumplían los estándares de los sepultureros. Los nombres de los fallecidos y sus fechas. Las fechas rezaban 1624 en la primera de las lápidas. Le seguían el resto y por orden los siguientes años: 17241824 y 1924.

El rostro de Mike quedó con el semblante de la preocupación ante la única deducción lógica que invadió su pensamiento.

--Una muerte cada cien años... 2024. Se acerca una nueva muerte.

Observó,  justo al lado de la lápida fechada en 1924, que habían cavado un hoyo no hace mucho tiempo.  

 



JM Brown.

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