-La semilla oscura-
Nota del autor:
Enlace a los capítulos anteriores:
-Capítulo 6: Ecos de sociedad.-
Se incorporó de la cama de un salto. Encendió todas las luces que encontró a su paso hasta llegar a la cocina. Observaba de forma obsesiva aquella foto con aquel mensaje en la pantalla de su ordenador “NO TE DETENGAS”. La mesa de la cocina estaba vacía. Tal como la había dejado después de su cena. Su PC dormía en la sala de escritura, en la buhardilla alta de la mansión. Abrió su pantalla y solo estaba el escritorio con archivos Word con los fragmentos de sus apuntes y los tres borradores de los capítulos de su novela. Ni rastro del mensaje. Todo parecía en orden, excepto sus nervios.
Esta vez tardaría algo más en calmarlos y aprovecharlos para bien, como en otras ocasiones, como buena base para la inspiración. Ahora no podía. Bajó de nuevo a la cocina con la incertidumbre constante, martilleando sus sienes por si se diera otra anomalía. No hubo, por suerte para sus nervios, para desgracia de su inspiración. Iba de un lado a otro. Del salón a la cocina y vuelta. Mirando la pantalla de su móvil. Mirando aquella frase.
Abrió el gestor de mensajes para escribir a Charles. Comenzó a redactarlo, pero a las pocas palabras borró el mensaje y directamente abrió la agenda del móvil. La cara de Charles estaba a punto de ser aplastada por el pulgar de Mike, pero se lo pensó un momento y canceló la acción. Era de madrugada y bien pensado, no quería dar pie a su agente de abrirle las puertas para ir y venir a su antojo. Necesitaba tranquilidad para escribir, aunque precisamente los últimos acontecimientos sufridos se alejaban de dicho estado de ánimo, digamos que no quería interrupciones sociales no previstas. Charles ansiaba poder instalarse allí con él. Pero, eso era malo para el negocio.
Una foto aparecida inexplicablemente en su móvil, de un suceso que aparentemente no había ocurrido, no lo iba a acobardar ni hacerlo rendir tan pronto. Al menos eso pensaba para intentar calmar su torrente incontrolado de nervio.
Tomó dos analgésicos para su creciente, inoportuno y molesto dolor de cabeza. Para realizar el trámite del paso de las pastillas por su garganta se sirvió del whisky. Un cigarrillo se unió a la fiesta. Ayudaría a calmarlo también. Acompañantes para el previsible insomnio. Agarró la botella y el tabaco y subió a la buhardilla. Ya que iba a estar de guardia esa noche, al menos que fuera productiva.
Durante las horas más profundas de la madrugada en la mansión solo se escucharon los sonidos de las teclas del ordenador, acompañados de generosos sorbos al vaso de whisky y chasquidos de mechero para encender sus cigarrillos. Acabó con la última botella y el paquete de tabaco al completo. Sus ojos apenas podían sostener sus párpados debido al sueño y a los encantos de Baco. Había estado escribiendo durante horas. Justo al límite del alba. Cerró el portátil con la idea de revisar y corregir mañana lo que hubieran parido sus dedos. Pese a haber completado el cuarto capítulo, no podía asegurar que aquello sirviera ni como borrador. Tal vez, como notas. Mañana saldría de dudas.
Bajó a la cocina en busca y captura de más alcohol que calmara su ansia. Apenas quedaban un puñado de cervezas y solo pudo acabar con media antes de caer rendido en el sofá del salón. La cerveza derramada en la alfombra y un cigarro consumido a punto de quemarle sus dedos. En dantesca escena, durmió.
El sonido de las cortinas descorriéndose junto con el de las persianas iniciando el viaje de subida, retumbaron en su cabeza resacosa como si fuera la percusión de una sinfonía en el momento álgido de la pieza. Abrió sus ojos en acto reflejo, solo para ser castigados por el resplandeciente sol que ya colonizaba su cara al completo. Emitió un quejido casi sordo al tiempo que se intentaba incorporar de forma torpe adoptando postura más presentable.
--¡Estás horrible! —Dijo Charles, que acababa de llegar a la mansión. Fue el autor de dar luz y aire, abriendo cortinas y persianas para ver si toda la escena se purificaba. –Huele a taberna antigua aquí, por el amor de Dios.—
--¿Charles? ¿Qué demonios haces aquí?
--Iba a venir. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas algo de ayer al menos? Te hacía en la hemeroteca. Al menos, así me comentaste en tus mensajes. ¿Recuerdas?
--Deja de decir eso. Sí. Maldita sea. Me acuerdo. Lo que intento decirte, si es que me deja esta resaca, es que no te hacía aquí tan pronto.
--¿Pronto? Anda. Ve a darte una ducha. Es medio día Mike. Son pasadas las doce de la mañana.
--¿Las doce?-- Fue a echar mano de su móvil para comprobar la hora y recordó que lo dejó reposando en la cocina. Se quedó callado. Pensando en la imagen de la fotografía de su ordenador.
Se incorporó del sofá antes que su cabeza coordinara el equilibrio. Logró domarlo con unos rápidos movimientos de pierna. –Tienes que ver algo, Charles.—Regresó al salón con el móvil en sus manos y se lo dejó a Charles.—Mira las últimas fotos de la galería, por favor, y dime qué opinas.
Su agente literario tomó el móvil y empezó a visualizar las fotos. Iba pasando con su pulgar mientras observaba como si fuera un profesor que mira los exámenes de sus alumnos.
--Bueno. Veo que has estado en una especie de cementerio. Porque esto, ¿son tumbas, no? De ahí pasamos a la firma del libro del pasado día. —
Mike le arrancó el teléfono de las manos y comenzó a pasar las fotos de su galería de forma compulsiva, buscando aquello que quería que hubiera encontrado su agente, la foto del portátil en su cocina con las palabras “No te detengas”. No había ni rastro de ella. Mike iba hacia adelante y atrás como si aquel acto hiciera aparecer la desaparecida foto. --¿Dónde está? ¡Maldita sea, voy a volverme loco!—
--Cálmate Mike, ¿me quieres explicar qué buscas?
Durante una décima de segundo, estuvo a punto de contarle todo lo sucedido. Pero aún era más fuerte su necesidad de permanecer solo para trabajar. Tuvo que improvisar.
--Eh… nada. La lista de la compra, vamos, la foto de un analgésico que necesito que me traigas. --
--¿De cuáles? ¿De esos que tienes encima de la mesa? No te preocupes. Volvemos a sacar la foto y lo añado a la lista. Hoy te he traído más provisiones. Incluida tu marca de Whisky, que veo que has dado buena cuenta de ella. Por cierto, si te parece bien, he encargado a la tienda donde te aprovisiono, que mande a alguien todas las semanas para traerte lo necesario. Tabaco y alcohol incluido. Les llamaré ahora para que incluyan los analgésicos. Para que no te molesten he dicho que lo dejen en el descansillo de la puerta principal. Así no te interrumpen. Vendrán cada lunes, de modo que el próximo, se encargarán ellos. ¿Te parece?
--Sí, sí. De acuerdo. Mientras no me interrumpan, me parece bien. Voy a darme una ducha. No te vayas.
Ya que te tengo aquí, me vas a llevar a la hemeroteca. Tómate algo si te apetece o come algo, ¡que vas a desaparecer como sigas adelgazando!
Bajo el agua de la ducha, Mike pensaba en aquella foto. Juraría que la había visto con total claridad. Intentó encajarlo en su lógica. Era posible, que, en estado de embriaguez, hubiera agarrado el móvil y lo hubiera borrado. Hecho desaparecer. Un problema menos.
Terminó de asearse. Pulcramente vestido, bajó al salón donde lo esperaba su agente.
--Ya te vas pareciendo al Mike que conozco—Dijo Charles en tono de aprobación.
Cogió su chaqueta gris, el tabaco, su billetera, móvil y las llaves. Antes de entrar en el coche se encendió un pitillo. A Charles no le gustaba que fumara en el coche, a decir verdad, no le gustaba que fumara en general, en ningún lado, pero era el jefe. Se sentó en el asiento del piloto y cuando encendió el motor fue presto a bajar las ventanillas para airear el ambiente que, bocanada tras bocanada, llenaba de humo Mike.
Salieron de los dominios de la mansión y se adentraron en la carretera que los llevaba a la gran ciudad. Durante el camino no conversaron mucho y lo poco que hablaron fue trivial, de esas conversaciones que solo sirven para ocultar los incómodos silencios.
Serpentearon las calles de Londres hasta dar con la hemeroteca. Charles paró el auto cerca de las escaleras de subida de la entrada principal. Desde la puerta del coche y antes de cerrarla, Mike le comentó que se las arreglaría para regresar a “casa”. Que, de momento, ya no lo necesitaría por hoy. –Cualquier cosa, me llamas. —le dijo Charles antes de iniciar la marcha.
Una vez terminadas las preguntas preliminares que lo orientaran, el bedel le indicó el puesto que podía ocupar para realizar sus peticiones y búsquedas. Afortunadamente, las hemerotecas de hoy en nada tenían que ver con las de antaño, pese a llevar una magnífica labor de archivo y documentación, la informática y digitalización habían hecho acto de presencia para facilitar las consultas del ciudadano.
--No se pueden hacer fotos, señor—Le indicó el inquisitivo bedel cuando vio sacar su móvil. —Cualquier copia, puede pasarse por recepción y en función de lo que necesite, le dirán a cuanto asciende. No se alarme, nuestros precios no son más altos que cualquier reprografía londinense.-- Mike, mientras maldecía por lo bajo el maldito libre mercado, le contestó que no se alarmara, que únicamente necesitaba el móvil como sustituto a su bloc de notas, que en él contenía la información de sus consultas.
–Es posible que también tome notas con el teléfono. Escritas. ¿O también tengo que pagar?—Terminó de responder en tono irónico al bedel, que sin dar respuesta, dio la espalda y regresó a su pequeña oficina.
Con la flecha del cursor en la casilla del buscador introdujo el nombre del pueblo. "Foreign Wood" a continuación el primer año de la primera tumba. 1624 y el nombre del fallecido. Pulsó el botón de búsqueda de la pantalla y después de unos segundos, el sistema arrojó un mensaje de error. La prensa escrita no existía en ese entonces. El primer diario registrado en el sistema, The Daily Courant, databa del 11 de marzo de 1702. El primero de sus muertos se quedaba sin esquela.
Limpió los datos introducidos y tecleo nueva búsqueda. Mismo nombre para el pueblo, 1724 en la casilla de fecha y el nombre del siguiente fallecido de su lista. Esta vez, el buscador arrojó unos pocos resultados. Titulares pomposos de noticias políticas, sociedad y deportes. Acotó su búsqueda introduciendo las palabras clave “sucesos” y “locales”. Los resultados se redujeron a cinco en su pantalla.
Fue bajando con la rueda del ratón hasta llegar a un titular que hacía referencia a la Mansión del condado de Foreign Wood.
Hallado el cuerpo sin vida de Thomas Smith en los prados de la colina de la hacienda de Foreign Wood. El cuerpo fue hallado por un compañero de trabajo mientras realizaba sus labores de pastoreo. El fallecido trabajaba como sirviente en la mansión de la citada finca. El testigo ha declarado lo siguiente a nuestro periódico:(Transcripción de la declaración) “Me encontraba, como cada mañana, llevando el rebaño de mi señor a los pastos de lo alto de la colina. Aquellas verdes y nutritivas hierbas que se encontraban detrás de la hacienda y reciente mansión construida por mis amos. Mi perro se apartó del rebaño. Algo le indicaba su afinado olfato. Ladró con intensidad para alertarme. Cuando llegué donde indicaba, lo vi. El cuerpo de mi compañero Thomas sin vida.”(Fin de la transcripción)
La noticia continuaba con distintas entrevistas al servicio de la mansión y algún vecino del pueblo. No tenía mayor repercusión, aunque la mayoría de los entrevistados comentaban algo en común que podría ser significativo. Coincidían en comentar de aquellos fuertes dolores de cabeza que sufría y se quejaba Thomas. Sobre todo, después de aquel episodio de sueño sonámbulo.
Las palabras, sueño sonámbulo y dolores de cabeza, llamaron la atención de Mike. Más que llamarlo lo preocuparon. . Anotó en el bloc de notas de su móvil el resumen de la noticia. Con el cursor del ratón pulsó la flecha que lo llevaba al inicio del buscador. Anotó los datos de la siguiente lápida como criterios de búsqueda: "1894, Foreign Wood, Lord McGregor, sucesos, locales”
Esta vez el buscador arrojó un par de noticias en los sucesos de sociedad que ocupaba casi toda una página. --Hasta en las noticias hay clasismo--, se dijo.
La nota de prensa rezaba:
"Después de una apacible estancia como invitado en la Mansión del condado de ForeignWood, Lord McGregor regresó a Londres para terminar su visita oficial, relajándose en el casino del hotel con muy buena compañía: Whisky escocés y una endiablada suerte con sus cartas que añadían generosa propina a su ya generosa fortuna.Todo era felicidad hasta que los asistentes presenciaron, con pavor, como Lord McGregor se levantaba entre terribles gritos y, sin explicación, cayó muerto con el cráneo reventado."
Volvió a anotar el resumen de la noticia en las notas de su móvil. Seleccionó la palabra cabeza marcándola en negrita. Se repetía un patrón: “Mansión de Foreign Wood, dolores de cabeza y muerte repentina”. Aunque aún era pronto para sacar esa conclusión, buscó la última de sus tumbas en las noticias de la hemeroteca a ver qué nuevas arrojaba a sus deducciones.
Anotó la última de las fechas en el buscador. “1924” seguido por los demás datos habituales. Las noticias empezaron a llegar a la pantalla. Pinchó en el enlace de la noticia relacionada con el pueblo y la mansión. Mike leyó:
…Era visitante habitual del médico del pueblo, debido a sus heridas como veterano de la Primera Guerra Mundial. Aunque esta vez, sus repetidas visitas se debían a aquellos continuos e intensos dolores de cabeza. Trabajaba para los nuevos dueños de la mansión Foreign Wood, como jardinero. Sus atenciones médicas estaban incluidas en su escaso sueldo. Repetía al médico sus dolencias, pero aquella vez calló su voz de pronto. Abrió la boca, sus ojos quedaron en blanco y su frente se rompió como el cristal, cayendo muerto en la consulta médica. Los testigos…
Tenía suficiente y además, se quedaba sin tumbas. Cerró la sesión del ordenador de la hemeroteca y anotó en su móvil este último suceso. Las sospechas eran más claras. El patrón volvía a aparecer. Muerte, dolor de cabeza y la mansión, como escenario protagonista.
Salió de la hemeroteca, despidiéndose amablemente del rígido bedel con sus mejores “Adiós y buenos días”. Llegó al límite de la acera para esperar y parar un taxi. Los nuevos datos recogidos lo llenaron de inquietudes que necesitaba satisfacer. Estaba nervioso de pensarlo. No era habitual en él realizar este tipo de cosas. Iba a ser algo intrépido, ilegal, pero estaba dispuesto a asumir las consecuencias. Alguna vez había que arriesgarse para conseguir sus propósitos. Tenía tarea por delante, una añadida a la de su escritura: Profanar tumbas.
Estaba decidido a cavar y examinar los cadáveres enterrados en aquel lugar. Necesitaba una pala.
Alzó el brazo al ver aproximarse un taxi libre. Dio las indicaciones al conductor. –Buenos días. Lléveme a alguna tienda cercana que tengan enseres de jardinería, por favor.— Sí, señor.-- Contestó cortes el conductor al tiempo que tecleaba una dirección en el GPS de su móvil—
A los pocos minutos de iniciar la marcha, Mike cayó rendido y se quedó dormido en la trasera del taxi. Los rescoldos de su resaca, junto con las pocas horas que había tenido de sueño esa noche, ayudaron a que cayera desplomado de sueño en el coche.
El taxista le habló mirándolo desde su retrovisor. --Señor, se ha vuelto a quedar dormido. Ya hemos llegado a su destino.-- Mike se despejó e indicó al taxista que no bajara la bandera, que iba a realizar una compra rápida y volvería a necesitar de sus servicios. –Sí, señor, sin problema. Debo informarle que lleva cuarenta y cinco libras con sesenta y cinco peniques de cuenta.-- Le pareció un poco cara la carrera, pero tampoco podía permitirse discutirla, ya que ignoraba el trayecto que había llevado al quedarse dormido.
No tardó en salir del establecimiento con su pala en ristre. La metió en el maletero del taxi y le indicó las señas para que lo llevara a su mansión. Una vez llegó a su destino, pago su cara carrera y recogió su pala. Despidió al taxista y se dirigió a la entrada de la mansión. Dejó la pala en la mesa del salón y se preparó un tónico reconstituyente antes de comer. Se sentó en el sofá con su vaso de whisky con cola y encendió un cigarrillo. El móvil vibró en su bolsillo al mismo tiempo que emitía el característico pitido de notificación entrante.
Sacó el móvil del bolsillo. Desbloqueó la pantalla y abrió la notificación. Era un correo entrante. De una agencia de viajes de Londres. Mike se quedó extrañado. En un principio pensó que podía ser un mensaje spam. Entró en el mensaje y comprobó que era una confirmación de una reserva hecha a las 14:05 horas de hoy.
Un vuelo de ida a CERN. Ginebra. Suiza. Para el 8 de junio de 2024.
No entendía en absoluto el correo que acababa de recibir. Terminó su copa y dio una larga bocanada a su cigarrillo mientras leía una y otra vez el contenido de aquel mensaje imprevisto.
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