MIND. Capítulo 6: El otro lado.

MIND






Capítulo 6
-El otro lado-


Se encontraron frente a frente. Alejados. Casi a doscientos metros de distancia el uno del otro. Ambos se quedaron quietos. Sin iniciar la marcha que los acercara. Las puertas de sus habitaciones, se cerraron tras ellos. En medio del pasillo, entre ambos, una luz titilante iluminaba su nuevo escenario.

—¿Claudia? ¿Eres tú?
—Sí. Creo que sí. ¿Estás bien? ¿Qué hacemos ahora?
—Supongo que lo único que podemos hacer. Acercarnos. Ver si somos reales o solo una ilusión de esta... Cosa.

Ambos iniciaron la marcha a través del pasillo para encontrarse. Prestaban atención a su entorno y al suelo que pisaban. Al avanzar, la aparente solidez se volvía inestable. Desaparecían segmentos y volvían a aparecer de modo irregular. Todo aquel lugar parecía seguir un patrón: las formas cuadradas. El suelo estaba estructurado por una sucesión de cubos dispuestos, en ocasiones, de manera desordenada. Unos sobresalían del suelo, otros parecían hundirse hacia la nada y, a veces, se alisaban para conceder un llano en el camino.

Las paredes de aquel pasillo lo configuraban más formas cuboides, parecidos a las habitaciones que acababan de dejar atrás. Apiladas y pegadas unas de otras en cada cara de su cubo. De formas claramente más grandes, en ocasiones colosales, que los cubos que formaban el suelo. Claudia y Lucas los observaban. En los muros que daban al pasillo, se intuían formas selladas de puertas o accesos. De su interior, de forma aleatoria, podían escucharse sonidos amortiguados, como lejanos, y en otros, el silencio más profundo. Solo la luz en lo alto, coronando el pasillo, parecía poner límites a las fronteras del infinito.

Se encontraron. Uno frente al otro. Los dos alzaron sus manos abriendo las palmas, como si aún no creyeran del todo que sus sentidos se percibían. Como una imagen en el espejo, sus manos se tocaron. Por un segundo pensaron que se hundirían, como si su imagen fuera el reflejo no de un espejo, sino de un lago. Suspiraron, aliviados, con risa nerviosa cuando sintieron el cálido tacto. Entrelazaron sus dedos y apretaron sus manos mientras cada una de sus frentes, reposaba en la del otro.

Al terminar el encuentro y toma de contacto, el entorno pareció cobrar vida e hizo otro improvisado movimiento. Los muros de cada uno de los lados del pasillo donde se encontraban, comenzaron a abrirse, dando como resultado otros dos pasillos más amplios que el primero. El sonido continuaba con ensordecedores estruendos por todos lados, dando a luz más y más pasillos a cada extremo, hasta configurar un laberinto de calles, luces y cubos.

—Perfecto. Parece que se nos complica el asunto. —Dijo Lucas.
—Estamos mejor que al principio. Se nos abren muchas posibilidades. Supongo que debemos decidir qué camino tomar. Estaremos de acuerdo que no debemos separarnos, ¿no?
—Eso por descontado. ¿Y bien? ¿Qué camino tomar? ¿Izquierda o derecha? ¿Adelante o atrás?
—Todos parecen iguales. ¿No tenemos nada para marcar?
—¿Marcar el qué?
—No sé, poner una marca o algo. Para saber si hemos pasado por el mismo sitio o para saber volver, si por lo que sea, el camino que elegimos no es el acertado.
—No creo que una marca ayude mucho en este lugar. Mira el suelo. No hace más que cambiar a capricho. Ni siquiera estoy seguro que estos malditos edificios de alrededor, sean los mismos dentro de cinco minutos...

Un sonido, parecido al que percibieron cuando se abrieron las puertas de sus habitáculos, se escuchó en uno de los pasillos laterales. Pareció también tomar más iluminación.

—De momento, sea lo que sea el lugar donde nos encontramos, parece que nos indica un camino. ¿Qué opinas?
—Echemos un vistazo. Mal no nos podrá hacer. —Contestó entusiasmada Claudia.

Iniciaron el paso al nuevo lugar abierto. De camino a él, escucharon otros sonidos semejantes por todos los lados del complejo. Volvían sus cabezas en dirección al ruido y también percibían de ellos su iluminación tras cada golpe de sonido. Estaban decididos a acercarse al primero de ellos. Giraron y allí estaba. Una gran abertura en uno de los cubos. Formando una gran puerta de luz blanca.

Desde el pasillo no se podía distinguir el interior de este nuevo habitáculo descubierto. La luz, no les dejaba apreciarlo.

—¿Entramos? —Dijo Claudia
—No se. No sabemos que podemos encontrarlos al otro lado.
—Puede que haya otra persona. Vamos, a fin de cuentas, no podemos hacer mucho más. Puede que sea una salida. O al menos, una pista para acercarnos a ella.

Entraron en el cubo. Se quedaron un poco desconcertados. La luz de la puerta cesó, convirtiéndola, cuando terminaron de pasar, en una normal y vulgar puerta con pomo redondo, de esos que también contienen la cerradura con una pestaña, que al girarla, cierra su pestillo. Se escuchaba música. Como si viniera del fondo de un pasillo y este diera a una especie de salón de fiestas. Desde allí también se oía el bullicio de la gente. Su cantar, sus gritos, sus risas... Todo se mezclaba con aquella música machacona.

El lugar donde se encontraban Claudia y Lucas parecía los lavabos de aquel lugar de fiesta. A su derecha, una fila de puertas con retretes en su interior. A su izquierda, una fila de lavabos con un gran espejo que los recorría de un extremo a otro. Al fondo, secadores de mano con papeleras a rebosar de papeles con restos de material orgánico, por llamarlos de alguna manera. Aun con los flexos encendidos, la estancia permanecía apagada en tenue luz verdosa.



—¿Retretes? ¿Unos putos retretes?
—Lucas. ¿lo oyes tu también? —Claudia se refería al ruido de música y gentío que se escuchaba en la lejanía. Hay mas personas. ¡¡Vamos!!
—¡Un momento! —Lucas la agarró del brazo para impedirla que abriera la puerta e hizo una llamada a su atención para que observara el espejo. —¡Mira! ¿Qué demonios?

Un vórtice de sombra oscura empezó a aparecer en el centro del espejo. Lucas y Claudia se acercaron a observarlo. Empezaron a ver cómo, desde el interior de la abertura que estaba formando, se materializaba al otro lado una imagen semejante a la estancia que ocupaban. Era el mismo baño, pero del revés, como si fuera la imagen en el espejo. Solo que ellos no se reflejaban. Donde su imagen debía aparecer, vieron la imagen de un hombre al otro lado. Joven. De unos treinta y cinco años. Los miraba asustados. Los señalaba mientras su cara se le desencajaba al intentar encontrar lógica a lo que estaba contemplando.

—¿Quiénes sois? ¿Sois vosotros? ¿Qué hacéis ahí? Pronunció el hombre del otro lado.
—¡Puede vernos! —Dijo Claudia a Lucas —¡Hola! ¿Puedes vernos? ¡Ayúdanos! ¡Sácanos de aquí! ¡Hola! ¡Socorro! ¡Ayúdanos! ¡Socorro! —empezó a gritar desesperada. —¡No! ¡No! —gritó aún más cuando percibía que el vórtice, poco a poco, se iba cerrando.
—El UMBRAL, DEBÉIS BUSCAR EL UMBRAL —gritó a su vez el extraño hombre mientras apenas quedaba un ápice de abertura. 
Finalmente, se cerró por completo. La sombra se disipó, quedando solo el espejo que volvía a reflejarlos en los lavabos de aquel lugar.




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