¡Grita!
Índice de capítulos anteriores:
MIND. Capítulo 1. Perturbación en la nada.
MIND. Capítulo 2: La puerta blanca.
No podía asegurar cuánto tiempo llevaba observando aquel extraño lugar. Miraba al techo, a esa llameante luz blanquecina que flotaba en el aire e iluminaba la estancia, que no era más que una especie de habitación con forma cuadrada. Todo pintado de negro. Sin entradas o salidas, puertas o ventanas. Instintivamente, pronunció un casi apagado --"Hola"-- como si sus cuerdas vocales fueran la primera vez que emitían sonido alguno. Llevó su mano a la garganta, sus dedos parecían interrogar su cuello animándolo a que no tuviera miedo y soltará sus palabras en tonos más enérgicos. Volvió a pronunciar la palabra. Esta vez sonó más alto, su garganta parecía haber recuperado la forma, aunque no recordaba como era antes, ahora que se paraba a pensarlo. Cada cierto tiempo pronunciaba de nuevo el "hola" in crescendo.
La joven muchacha continuaba mirando de un lado a otro. Poco más se podía hacer allí. Observar y hablar al aire. Hasta que escuchó a un hombre muy a lo lejos pronunciar: --"¡¿Hola?! Hola. ¿Hay alguien ahí? "-- Con preocupada insistencia respondió a voz en grito con su "Hola". Esta vez a sabiendas de que alguien lo oiría. Al menos, tenía esa esperanza.
Ambos se escucharon. Él y ella. Desde ese preciso instante de fortuito encuentro sonoro, sus voces sonaron más cerca la una del otro. Como si sus habitáculos hubieran buscado las palabras, como si se hubieran sentido atraídos por el sonido. Ambos los agradecieron, al poder comunicarse sin tener que dejarse la garganta en el camino.
--Gracias a Dios que hay alguien.--dijo él, aliviado-- Que has respondido, de no hacerlo, creo que me hubiera vuelto loco en este sinsentido. ¿Estás ahí fuera? ¿Puedes ayudarme a salir de este lugar?--
--¿Fuera? No te entiendo. ¿Cómo que fuera? No estoy fuera. Estoy encerrada. Creía que el que estaba fuera eras tú. Que podrías ayudarme. Estoy atrapada en este cuarto vacío. No veo ni puertas ni ventanas. Solo esta molesta luz en el techo.
El hombre hizo una pausa. Lo que le contaba la muchacha, lo dejó preocupado. Aunque aún lo estaría más si nadie hubiera contestado. Al ser consciente que también estaba atrapada, dedujo que también lo estaría por tiempo indefinido al no ser ella su posibilidad de escape.
-¡¡Hola!! -- volvió a gritar al percibir su pausa de forma preocupada.
--Sí sí, perdona. Sigo aquí. Por lo que me cuentas, estoy en la misma situación y lugar que tú. En este cuarto sin aparente salida. Al menos, ahora tenemos compañía.
--Suerte hemos tenido de encontrarnos. Si es que se le puede llamar así. ¿Habrá alguien más como nosotros, quiero decir, en esta situación?
--Pues no lo sé. Sé tanto como tú. Es posible. Lo que sí sé, es que ahora me asaltan dudas. ¿Quién nos ha traído aquí? ¿Por qué, con qué propósito? ¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí? ¿Por qué no recuerdo nada, ni tan siquiera cómo he llegado hasta aquí? ¿Lo recuerdas tú?
--La verdad es que no. Simplemente, aparecí en estas cuatro paredes. Pero no recuerdo nada de antes... --Ahora la pausa la hizo ella.-- De hecho, no recuerdo ni mi nombre. ¿Tú lo recuerdas? ¿Cómo te llamas?--
El hombre se quedó mirando al suelo pensativo. Buscando entre sus recuerdos, haciendo el esfuerzo, esperando que su mente diera respuesta. Miró al techo al notar que la luz titilaba con rápidos destellos intermitentes aunque sin dejar nunca de emanar luz. Se escuchó unos minúsculos sonidos. Parecidos al pulso del corazón de algún animal pequeño. Al terminar aquel suave latir, miró al frente. A donde se suponía que podía estar ella escuchando. Dijo:
--Lucas. Me llamo Lucas. ¿Y tú?
En la habitación de ella se produjo igual fenómeno de luces y sonidos.
--Claudia. Mi nombre es Claudia. De pronto, lo recuerdo.
Como si de una palabra mágica o sortilegio se tratara, o de algún tipo de contraseña, o acertijo improvisado, pronunciar los nombres de ella y él, tuvieron un efecto de influencia en ambas habitaciones. En cada una de ellas, en una de sus pareces, comenzó a abrirse una puerta. Se elevaban lentamente, apareciendo de la nada, desde el suelo, hasta la altura de su dintel. Las habitaciones llevaban a un generoso pasillo en longitud y anchura. De suelo oscuro como oscuras paredes. Su color y aspecto no los pilló por sorpresa cuando salieron de la habitación para habitar aquel pasillo y encontrarse frente a frente. Pero muy alejados. Casi a doscientos metros de distancia el uno del otro.
El sonido cercano que habían presenciado en sus habitaciones era una ilusión o producto de algún tipo de ingenio que llevaba sus voces claras y limpias de un cubo a otro. Ambos se quedaron quietos. Sin iniciar la marcha que los acercara.
Las puertas de sus habitaciones, se cerraron tras ellos. En medio del pasillo, entre ambos, una luz titilante iluminaba su nuevo escenario.
Nota del autor:
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