"D"
"Las fauces del sepulcro"
Capítulos anteriores:
D. Capítulo 2. A los pies de su tumba fría.
-Las fauces del sepulcro-
Se asomó al vacío de la tumba antes de iniciar su bajada. Las paredes estaban húmedas de muerte. El viento silbaba en pausado y monótono coro, dejando sobre su piel notas que enfriaban su cuerpo. La corriente hacía intuir con esperanza un principio y un final para aquel pasillo que nacía del último tramo de la escalera.
La tenue luz anaranjada que se divisaba desde el exterior se hacía a cada paso más intensa. Iluminaba parcialmente sus pasos. De no ser por sus esperanzas producidas por el viento, hubiera jurado que no tenía fin. No detuvo su avance.
A cada lado de los dinteles se descubrieron las causantes de la luz que la había guiado. Eran dos antorchas que custodiaban una gran puerta de madera que cubría desde el suelo al arco abovedado del techo del pasillo. Recia, gruesa, antigua y bien cerrada, guardaba los secretos del más allá de su frontera.
El fuego refulgente jugaba con las sombras. Los motivos tallados en madera que vestían la puerta parecían cobrar vida. Cabezas de ángeles giraban sus rostros, ojos de sometidos demonios fijaban su mirada en los suyos, y santos que, rezando por su salvación, se santiguaban ante el testimonio de una asustada Claudia. Todo una ilusión producida por la llama y la sombra.
Puso su mano sobre una de las tallas de la puerta. Al tercer intento leve, aumentó su intensidad en su fuerza de empuje. Por más empeño que ponía, la puerta no cedía ni un solo milímetro.
Probó con ambas manos con idéntico resultado. La puerta era demasiado recia, demasiado antigua y demasiado cerrada.
—¡Parece ser que aquí termina mi aventura! Ha estado interesante, al menos. ¡Tengo que salir de aquí y contarle esto a alguien! Quizá me ayude a descubrir un modo de continuar y ver qué tan celosamente guarda su interior. ¿El señor D?
Al dar media vuelta y sin percatarse de ello, el portón se abrió en silencio sepulcral. Una espesa niebla verduzca salía del interior custodiado, rodeándole de inmediato a ella y la totalidad del pasillo.
De la absoluta oscuridad se materializaron unas tenebrosas manos descarnadas con largas uñas que parecían puñales. Tomaron a Claudia arrastrándola presa al oscuro abismo que guardaba la puerta que ya cerraba, esta vez, en atronador y violento estruendo haciendo apagar hasta el fuego de sus vigías.
Probó con ambas manos con idéntico resultado. La puerta era demasiado recia, demasiado antigua y demasiado cerrada.
—¡Parece ser que aquí termina mi aventura! Ha estado interesante, al menos. ¡Tengo que salir de aquí y contarle esto a alguien! Quizá me ayude a descubrir un modo de continuar y ver qué tan celosamente guarda su interior. ¿El señor D?
Al dar media vuelta y sin percatarse de ello, el portón se abrió en silencio sepulcral. Una espesa niebla verduzca salía del interior custodiado, rodeándole de inmediato a ella y la totalidad del pasillo.
De la absoluta oscuridad se materializaron unas tenebrosas manos descarnadas con largas uñas que parecían puñales. Tomaron a Claudia arrastrándola presa al oscuro abismo que guardaba la puerta que ya cerraba, esta vez, en atronador y violento estruendo haciendo apagar hasta el fuego de sus vigías.


Comentarios
Publicar un comentario