Primal System. Capítulo 4: La alfombra roja



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Prólogo
Capítulo 1 Alice
Capítulo 2 Edgar Nails
Capítulo 3 Kesler

Primal System.
Capítulo 4: La alfombra roja.


“-En treinta minutos vuelvo- comentó en voz alta el teniente Edgar Nails a la sala mientras se dirigía al ascensor que daba acceso a la calle.” 

No tuvo que oprimir ningún botón, bastaba con dejar descansar el dedo en el pequeñísimo cuadrado de plasma del sensor térmico para que el ascensor acudiera a su llamada. Una vez en su interior tocó hacer el mismo ejercicio, solo que esta vez, el destino era la planta baja de la comisaría.

El edificio policial, a pesar de localizarse en el centro de Newpolis, no era un edificio "a la última", más bien parecía aquellos situados en la zona intermedia de la ciudad, tenía la tecnología justa pero no lo suficiente como para tener el honor de permanecer en el corazón de la urbe por méritos propios, pero los años mandan y él llegó primero. 

Viejo edificio como viejo el ascensor que ocupaba ahora Nails en descenso a la planta cero para hacer la incursión callejera y recargar su cámara de tabaco y alcohol. Nada que ver con los modernos ascensores de los modernos templos de vidrio y acero que eran capaces de memorizar a los usuarios mediante un sistema de video e inteligencia artificial, de esta manera con solo entrar el aparato reconocía al pasajero y lo subía o bajaba según procediera, saludando y deseando buen día. Si el ascensor se pasaba de listo, bastaba con indicarlo al decir el destino correcto dando así por finalizada cualquier discusión entre hombre e IA.

La puerta del ascensor se abrió -"Que pase un buen día agente"- comentó una voz enlatada en forma de viejo audio. La sala donde estaba ahora era un espacio circular que hacía las veces de recibidor al edificio, era una especie de soportal luminoso y techado por una bóveda acristalada con nervios de acero y por donde se dejaba ver el generoso espacio que hacía las veces de patio exterior de las oficinas de los agentes de la ley.

Cruzó la sala y encaminó sus pasos hacia la doble puerta de salida acompañada en su exterior por unas pocas escaleras que finalizaban en la acera de la calle. Un tono anaranjado chillón se insertó en sus ojos. Para repeler el guiño, saco sus gafas de "poli" amortiguando todo el desafío luminiscente y enfiló la parte de acera que le correspondía en dirección al Metro de la ciudad. La calle estaba atestada de transeúntes, bien de carne o de metal, haciendo imposible mantener una línea recta en su travesía. Esquivando, abriéndose camino en el mejor de los casos a base de tímidos golpes de hombro, en ocasiones ganador, aunque sin más consecuencias.

El whisky, como cualquier tipo de bebida alcohólica, era bastante caro en la parte más central de la ciudad. Lo mismo ocurría con el tabaco. Por suerte los locales más alejados del centro como los orientales, sobre todo los orientales, tenían tabaco y alcohol a un precio que alcanzaban los bolsillos de las nóminas más corrientes.

Las marcas de bebida y nicotina vendida en estos locales de periferia, en ocasiones tocaba jugar en esa especie de lotería invisible que llamamos suerte. A veces podía tocarte una marca original, otras la imitación. Muy acertada imitación. Ese era el precio a pagar por la oferta de los productos, aunque era una buena forma de llenar tu petaca y conseguir tabaco sin arruinarse.

Por este motivo Nails abandonaba su confortable silla de despacho y ponía sus pies rumbo al Metro para llegar a la parte no tan céntrica de la ciudad, cerca de su barrio de residencia para cargar su petaca de alcohol y llenar su pitillera. Edgar siempre refunfuñaba la misma comparsa de pensamientos en forma de ruidosos murmullos de desaprobación por tener que mover su culo de su puesto de trabajo para echar un trago cuando a él le viniera en gana.

En ocasiones, la nicotina del cigarro aclaraba sus ideas y el alcohol templaba sus nervios en momentos críticos en su trabajo. Supongo que quería autoconvencerse él mismo de que aquellos vicios eran herramientas de trabajo y no la semilla de más problemas.

Llegó a la entrada del Metro*. Anduvo por los intrincados laberintos de la ciudad subterránea que conformaba la gran estación del centro de la ciudad, Edgar se abría paso. Aún quedaba un pequeño paseo hasta llegar al andén. A su paso, decenas de locales variopintos añadían, con sus luces de neón entre azules y moradas, un toque especial a la blanca luz de la iluminación de base de la infraestructura de la estación. Cada local vociferaba su oferta haciendo que la banda sonora del paseo se antojara algo escandalosa y desafinada.




Llegó al andén. Esperó en el límite entre suelo y caída hasta que llegó el tren. En la ciudad, el suburbano es la espada que corta el tiempo. Llegó a su destino antes de que el cuerpo pudiera acostumbrarse al viaje y se sintiera cómodo.

Salió al exterior allí donde los edificios merman de altura y cambian su lustroso vidrio y acero por un ladrillo casi visto en su mayoría.

La gente luce menos telas caras, pero dan mejor conversación. Los establecimientos o negocios a pie de calle dan comida más abundante, en un ambiente más bohemio, adornado con muda compañía y decorado con finas capas del grasiento resto del manufacturado alimento semisintético.

El paseo desde el metro al local que buscaba Nails solo lo distrajo unos cinco minutos. Se dirigía a su tienda habitual, cercana al edificio del apartamento donde vivía. Un paseo algo más tranquilo que el que mantuvo en el centro de la ciudad. A estas horas y en este lugar, la prisa y estrés se confundían con el entorno.
Debajo de la escritura oriental a modo de subtítulo se leía en nuestro idioma: "Wong. Alimentación". Claro, directo y conciso. Nails entró y fue derecho a la cámara refrigerante tomando de allí dos lustrosas latas de cerveza. Al girarse, sin tomar debida atención y no tener conciencia de su presencia, se dio de lleno con un cliente que estaba detrás. El encuentro se saldó con la caída de una de las latas al suelo. Acto seguido ambos se apresuraron a decir "perdón" pero mientras que la muchacha se inclinó para recoger lo caído, Nails se quedó observándola.

-"Aquí tiene, y disculpe"- dijo la joven

-"No, discúlpeme a mi"- respondió al tiempo que recgía la lata de cerveza que le daba la joven.

Acto seguido se llevó ambas manos al pecho, ocupadas en la empresa de sujetar ambas cervezas y se puso ligeramente de puntillas para dejar paso a la muchacha por el estrecho hueco que había entre él y la cámara frigorífica.

A su paso, respiro aquel olor natural que desprendía aquella joven de pelo rojo intenso, si hubiera conocido el gusto y sabor de las fresas no habría tardado en describir e identificar aquel estimulo embriagador en sus fosas nasales. Su corte de pelo dejaba ver un esbelto y blanco cuello que no le hubiera importado acariciar hasta el fin de sus días. Pero había que volver a la realidad, y que mejor forma que acercándose a la caja a pagar sus pertenencias. 

Detrás de aquel bigote blanco estaba Wong, el dueño del establecimiento. Hoy le tocaba estar sin la compañía de sus vástagos, de sus ayudantes a tiempo parcial. Tras él estaba la estantería, que custodiaba como un cancerbero, con las bebidas más delicadas de precio. Botellas de whisky, ron vodka, tequila se alineaban a vista del consumidor. Auténticas, eso rezaba el cartel o al menos en apariencia y en sabor se acercaban bastante. Debían ser lo uno o lo otro ya que la clientela repetía con nula queja o exigencia.  

Mientras Edgar Nails señalaba a golpe de ceja la botella que quería al dependiente Wong, la joven se acercó a la caja e hizo guardia detrás de él. Era hora de devolver la cordialidad y le permitió pasar delante de él. Después de un breve intercambio de “no por favor” la chica finalmente acepto la propuesta y puso sus pertenencias en la mesa que hacía las veces de mostrador.

Wong anotaba pausado, en su haz de luz del teclado inexistente, acumulado los precios de las opciones de compra.

La chica terminó de pagar y se dirigió a la puerta de salida. Nails siguió con su mirada casi inconsciente los pasos de la joven. Al atravesar el quicio de la puerta la luz recortó y durante breves segundos oscureció su silueta debido al efecto de contraste hasta salir por completo a la calle. Como esa especie de efecto que se produce al atravesar un túnel. Tristemente observó también que la joven se abalanzaba pausada y de forma tranquila sobre un también joven hombre que la abrazó y besó pausada y de forma tranquila.

El efecto del abrazo hizo descubrir en el afortunado joven un brazo metálico. Hecho que llamó la atención del detective. La profesión se lleva por dentro y nunca sabes cómo va a aflorar. No podía evitar fijarse en los detalles y recordó que no hace mucho había visto a ese hombre y ese brazo en algún lugar. La pareja continuó con su vida. Se alejaron calle abajo y Nails una vez más, volvía a la triste realidad con Wong en el mostrador.



-"Dame también un paquete de Doc sin fitro"- dijo mientras se palpaba por todos los bolsillos de su gabardina y pantalón, en busca y captura de su TPP para realizar el pago de su compra.

Mientras acercaba su terminal al terminal del viejo Wong para celebrar el cortejo de pago, una noticia hizo una llamada de atención en el detective. Mientras introducía en los bolsillos de su gabardina la carga comprada echaba un vistazo al holovisor que Wong tenía situado en una esquina superior del local. Las imágenes y el interlocutor comentaban los siguiente.

"Esta mañana, en una declaración pública, el consejero técnico de la compañía Aurum-4, responsable de la Estación minera de la colonia Crimson Cave en Marte, ha anunciado el cese de la extracción de mineral Tyrio en el Sector 3, sin anunciar motivo o causa.

Un centenar de empleados de la estación se levantaron esta mañana para acudir a sus centros de trabajo y se encontraron la entrada custodiada por guardia militar impidiendo la entrada a la instalación. Los trabajadores permanecen aún en las inmediaciones del acceso en espera de recibir cualquier tipo de comunicado por parte las empresas contratantes.

Esta cadena ha intentado contactar con la oficina central de Aurum-4 en la tierra, más concretamente con sus departamentos de energía y construcción encargados en la tarea de extracciones y hemos recibido el silencio por respuesta…"

La noticia continuaba su sermón, pero Nails retorno la vista al viejo Wong. Un ritual intercambio de “gracias y adiós” antes de abandonar su tienda. Se colocó sus gafas de sol antes de salir antes de hacer un último palpe de prenda para asegurarse que la bebida estaba cargada en su gabardina y su paquete de Doc sin filtro había regresado al hogar del bolsillo del pecho de su camisa. -“Armado para la calle”- se dijo, le gustaba saber dónde guardaba cada cosa aunque luego, a la hora de buscarlo, buscara en casi todos los bolsillos con escasa suerte de acertar a la primera.

Al salir miro a la izquierda, lugar por donde se marchó la muchacha, pero no vio rastro de ella ni de su acompañante. Frunció el ceño extrañado y tomo esa dirección, no con la intención de volver a verla, sino porque esa dirección era la correcta para tomar el transporte de vuelta a la comisaría.

"Mierda" susurró mientras apartaba la lata de cerveza de su empapada gabardina brotando aun espuma de su interior debido al movimiento instantes antes en su bolsillo. La acerco a su boca cuando el torrente espumoso cesó su erupción, y en pocos instantes un sabor agrio y frio recorrió las entrañas de Nails, una pequeña exhalación sonora de satisfacción pronunció cuando hubo acabado el sorbo. Pequeños restos de cerveza descendían por su corta perilla debida a unos días de descuidado afeitado más que de una elección voluntaria por dejársela, para acabar en la manga de la gabardina cuando Edgar la uso como servilleta.

La gente lo observaba bebiendo a esas horas en plena calle. Nunca le gustaron los juicios anónimos pese a creer firmemente en el comentario de reproche que se crea al girar la espalda tras la observación. Se marchaba a otro lugar en espera del paso de la marea que sin duda siempre llegaba. Hasta el siguiente reproche. Comentarios despectivos que cargábamos a la grupa tomando conciencia de ellos a través quizás del subconsciente, porque tal vez nunca se daban. A Nails no le gustaba que hablaran de él o tan siquiera que lo pensaran. Quería pasar desapercibido, ante todo. Lo único que ocupaba su preocupación eran aquellas cosas que valían la pena y el tiempo que empleabas en ellas. . Antes de entrar en el metro en dirección a la comisaría, cerró su puño aplastando la lata vacía y la arrojó en la papelera que le pillaba más al paso.

Nails se apeó en la parada más próxima a la comisaría, aun así, aun quedaba un trecho de paseo hasta llegar a su trabajo.

Alojó la mano en el bolsillo de su camisa para sacar el paquete de tabaco. Extrajo un Doc sin filtro. Lo hizo sin usar las manos, un ligero golpe al paquete dejaba escapar hasta su mitad los cigarrillos, luego acercaba el paquete a su boca, y con los labios apresaba uno de ellos para acabar de nuevo en su lugar de origen. Para buscar su encendedor se palpaba todos los bolsillos que tenía, como ya aventuramos antes. Un autocacheo inconsciente para reparar que se encontraba en el de su pantalón. La luz verde prendió el cigarro. La primera bocanada de humo era la que mejor sentaba. Iba a sacar su segunda lata de cerveza para acompañar al cigarro cuando su TPP emitido un pitido en señal de haber recibido un mensaje. Cuando comprobó el origen susurró “Mal asunto” y aceleró el paso a la comisaria. El tiempo ahora entraba en juego.

Sin apenas saborear ni tener conciencia llegó, el hecho es que llegó a su puesto de trabajo antes siquiera de pensar que tenia que llegar. La prisa provocada por el mensaje de su equipo de patrulla cambio y aceleró los planes de regreso.

Sentado en su silla puso el TPP en su mesa. Sin ningún tipo de anclaje o cableado, por medio de las conexiones inalámbricas ,su terminal personal se conectó al equipo de sobremesa. La pantalla del TPP ahora deambulaba por el aire en forma de luminoso holograma frente a los ojos de Nails. Como era costumbre, el informe preliminar que envió su patrulla era en formato de video. Una gran flecha rodeada por un circulo presidia en su centro la imagen borrosa del fondo. Tocó la flecha del play y se dispuso a ver el video del informe recibido.

***

"T menos cinco segundos, cuatro, tres, dos, uno...el tiempo ha expirado"

La voz sintética de Fred en el interior ceso, tornándose como al principio cuando se dirigió a Arthur para decirle:

-"Tú dirás ahora"-

-"No se, el teniente advirtió que esta situación podría pasar. ¡Entremos! pero solicita una orden de registro para acceder."

Las luces en los ojos de Fred no fueron fruto de las palabras de su compañero en lo que se podía considerar como un reflejo de intención pretenciosa, sino su conexión con la central para obtener la orden precisa que daba luz verde a su actuación.

Aun con su mano conectada en el panel que abrió su compañero, una vez hubo obtenido la respuesta, giró su mano otro cuarto de vuelta para oír de nuevo un "Click" y la doble puerta de acero quedaba sometida a la voluntad del agente sintético

Arthur desabotonó la bandolera y empuñó su arma con ambas manos. Su mirilla apuntaba al suelo

La puerta se abrió y los agentes entraron con precaución policial al recibidor que daba al gran salón. Era amplio, muy espacioso de luz blanca, con pocos aparejos, no por falta de dinero, más bien por seguir los designios de algún diseñador de interiores amante de algún emperador oriental.

Arthur miraba aquel espacio desde la mirilla de su arma, abarcando un radio de veinticuatro horas de tensión constante. Su vista se trasladó a la punta del metal de medio pulso, que escaneaba cada rincón de la estancia en busca de cualquier excusa que hiciera hablar al cañón.

-"¡Arthur a tu izquierda!-"hombre y pistola giraron en aquella dirección como si la que tuviera vida fuera la inerte arma. Observó algo que no dejaba dudas a deducciones mal llevadas. A su vista se divisaba lo que parecía un reguero de sangre justo debajo de la generosa puerta que guardaba y custodiaba la habitación principal.

Fred se detuvo frente la prueba sanguínea. Los engranajes de sus rodillas silbaron al agacharse para tomar una muestra para su análisis en su banco de memoria. Se incorporo y espero los resultados. Arthur se adelantó llevado por la adrenalina, por ese impulso humano que su compañero carecía y abrió bruscamente la puerta a golpe de hombro.

El reguero de sangre crecía en tamaño a medida que se acercaba a la cama de la habitación. Crecía hasta convertirse en una gran alfombra roja. Una alfombra de sangre que descubría un lamentable espectáculo sobre la cama: El cadáver de la mujer. Asesinada por arma de un disparo en su cabeza.

Hasta ahí llegaba su jurisdicción. Ambos regresaron al salón y enviaron el informe de grabación al TPP de su teniente Edgar Nails.


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