Primal System: Capítulo 2: Edgar Nails.



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Prólogo
Capítulo 1 Alice

Primal System
Capítulo 2. Edgar Nails.



-Central de Policía, buenos días ¿en qué puedo atenderle? 
-Necesito que mande un agente al 107 de la calle Wellington, edificio "Kesler" 
-¿Por alguna razón, quiere hacer algún tipo de denuncia?, si es así deberá cumplimentar... 

El hombre al otro lado de la pantalla colgó, desapareciendo su imagen del monitor. Con un gesto de muñeca, el droide desplazo la pantalla circular que lo envolvía dando un aspecto o forma de anillo luminoso, pasando así a la siguiente llamada. 

La sala de comunicación de la comisaría del centro era un inmenso espacio con terminales receptoras. Se gestionaba con la ayuda de lo último en informática, cortesía de Délaco "la única opción", unido al potencial o recursos de los empleados, casi todos de metal para tales menesteres, no por ser inferior su tarea, sino por algo mucho más pragmático. La capacidad que tenía un droide para gestionar, clasificar y adjudicar casos, en ese enjambre de pantallas circulares, era incomparable a la que podía hacer un empleado de carne y hueso estándar. Poco a poco fueron ganando en número en temas administrativos, no así para el trabajo de “campo”, salvo contadas excepciones, donde la capacidad de deducción de un cerebro orgánico llegaba a picos donde la máquina no podía procesar.

El droide seguía su monótona canción: “Central de Policía, buenos días ¿en qué puedo atenderle?", su pupila artificial dió orden en su visor para adjudicar el caso al detective Nails, Edgar Nails.




........

Al blanco inmaculado de la taza del wc le dieron una pincelada de rojo intenso. Su viscosa composición fue bajando lentamente, en procesión hacia el fondo del abismo, inmutable en su aletargado descenso, pese a las prisas que propinaba la corriente de orín que prosiguió, cual secuela, su nacimiento. Solo el agua de la cisterna consiguió terminar para siempre con el escupitajo ensangrentado junto con la meada tempranera que, a juzgar por su olor, bien podía pasar por whisky barato de los bajos fondos. 

Abrió la puerta del retrete y de ella salió el autor de tan maña proeza natural mientras sonaba inconfundiblemente el agua que llenaba la cisterna en espera de misiones más arriesgadas. Con una mano en el estómago dirigió sus pasos al lavabo, cabizbajo, casi a trompicones, posó la que le quedaba libre en la semiesfera que comenzó a brotar el líquido elemento al tiempo que una voz decía "el agua está a diecinueve grados". 

Lavo sus manos, Levanto su cabeza y aprovechó para refrescarse la cara. Pequeñas motas de agua se alojaron en el espejo sin su permiso, aunque eso no dificultaba para ver su rostro reflejado en él.

Era joven, de unos cuarenta años, pero el alcohol y el trabajo pasaban factura provisional en su rostro debido a su mañana de resaca. El blanco en sus ojos parecía fuego, resultado de sus madrugadores vómitos que los hacía parecer tristes esa mañana, melancólicos, querían salir a conocer mundo.

Cuando termino de pasar sus manos empapadas desde su frente hasta el final de su media melena, las volvió a posar en el borde del lavabo. Observo con desdén su cara aun sin afeitar, apretó los dientes al compás que guiñaba los ojos, no como mueca de risa o de vanidad ante un rostro que muchas mujeres no dudaban en considerar atractivo, sino como dolor, intenso dolor de estómago que no calmaba por mucho que apretara con el puño. Una exhalación al término de su angustia, comenzaba por fin la esperada calma interior en el sentido más biológico que puedas pensar.

Echo mano a su petaca y dio un generoso trago, pensando, como piensan lo que están al borde del alcoholismo, que una mancha de resaca con whisky se quita.

"Mucho mejor, donde va a parar" dijo al terminar el sorbo.

La puerta exterior del lavabo de caballeros habló en forma de golpes de nudillo, alguien llamaba desde fuera:

-"Nails ¿estás ahí, te encuentras bien? Sal de una maldita vez, tu mesa hace un minuto que no para de pitar, deberías echar un vistazo a tu terminal, creo que ha llegado algo importante."

Al escuchar eso de su compañero, se le escapó una media sonrisa de su cara, un “importante dice” se le escurrió de su garganta.

-"Enseguida voy...ni mear le dejan a uno," comentó casi murmurando.

Dio un trago más corto de su petaca y lo guardo en el bolsillo interior de su gabardina al tiempo que secaba sus labios a golpe de manga.

Al contrario de lo que pudiera parecer, Edgar no era un alcohólico, solo un borracho ocasional como tantos, no adoptaba una actitud violenta al estar ebrio, en raras ocasiones llegaba hasta el final o lo que se conoce como caer redondo, solo en dos ocasiones lo tuvieron que llevar a su apartamento debido a su estado de embriaguez en “juerga” nocturna, la primera el día que se graduó, la segunda… nunca la contó a nadie.

Pero la noche anterior tuvo lo que él llama "una recaída preventiva", aunque también era cierto que recaía una o dos veces por semana, eso le producía engordar su ulcera de estómago, consumiéndolo poco a poco, perdiendo su alma por el retrete en forma de gargajos ensangrentados que le preocupaban más bien poco, porque hacía bastante tiempo que el whisky ya no le ayudaba ni si quiera a olvidar.

Salió de los servicios como si estuviera en plena forma, se acercó a su mesa ojeando de izquierda a derecha a sus compañeros, maseándose la barba de pocos días en un acto casi reflejo al tener siempre la sensación que lo observaban.

Cientos de mesas apiñadas con una disposición cuadriculada que ya quisieran muchos barrios, separadas por láminas de vidrio que improvisaban despachos, todos ellos distribuidos en la inmensa planta sesenta y siete del edificio policial. El mobiliario que acompañaba era austero, antiguas y añejas máquinas de agua, comida y bebida hacían más anestésicas las jornadas laborales, grandes ventanales inertes dejaban pasar lo poco que se podía aprovechar del sol, moqueta gris y columnas que atravesaban de parte a parte el edificio dejando ver en cada planta lo justo para insinuar sin provocar.

Nails tomo asiento, no sin antes dejar su gabardina en el respaldo de su silla, el pitido y la luz azulona de su mesa dejo de parpadear y sonar. Sobre su escritorio tres objetos, un bote de aspirinas que desenrosco llevándolo a su boca como si fuera su petaca, su visor y un par de guantes negros ergonómicos, con filamentos metálicos dispuestos a lo largo de los dedos que llegaban hasta la muñeca, sensores para interactuar con su terminal.
Se enfundó los guantes apretando sus puños para cerrar el ajuste, tomo su visor para colocarlo en su ojo derecho, un guiño y la pequeña pantalla tomo vida, los datos estaban cerca demasiado cerca, sin duda alguien había estado olisqueando en su sitio desajustado sus preferencias de usuario, un movimiento de pupila y los datos de la pantalla del menú parecían estar a medio metro del observador sin salir de esa pantalla, sin duda, un efecto óptico maravilloso para esa pequeña joya de ingeniería. 

"Buenos días teniente Nails" escucho desde el auricular que formaba parte del conjunto del visor -"De buenos nada, veamos lo que nos han mandado los de abajo..." replicó en voz alta. 

Giró su mano para después elevarla de manera suave, apenas un centímetro. Rodeándolo apareció como de la nada, en un blanco de luz inmaculada, un anillo de pantalla. Con el sólo movimiento de su iris bajaba y subía, abría y cerraba carpetas del menú hasta dar con un listado de últimos mensajes. Localizó el más reciente, fijó su vista en él y con un rápido vistazo de derecha a izquierda lo traslado a uno de los monitores del anillo. 

Al momento apareció la grabación del vídeo de aquel hombre que instantes antes llamó a la central de policía. 

Con la ayuda del guante tomo un icono de la parte superior del escritorio de su pantalla y lo colocó en su mesa, dio un pequeño golpe con el dedo índice sobre el pequeño icono virtual y de inmediato, se expandió formando un teclado que podía agrandar o encoger tirando de las esquinas diagonales, solo era una referencia visual, una representación holográfica donde registrar un documento de texto, un juego de luz y memoria, una ilusión para nuestra tranquilidad, un leve recuerdo del pasado. 

-"Todo listo, bien, pongámonos a trabajar, veamos ese vídeo..."

Lo primero que hizo fue ver la reproducción en vídeo de la llamada recibida, poco podía deducir de aquello, la dirección a donde dirigirse y poco más. Le resultaba extraño que le hubieran adjudicado este caso. Pero reparó en algo…”Kesler”.

El edificio Kesler estaba situado en un barrio de clase media-alta en la ciudad. Esos barrigones encorsetados en sus caros trajes traían otro tipo de problemas, problemas que quedaban “lejos de su jurisdicción”, como solía decir el comisario. Otra forma de decir “que mires para otro lado” o “que no metas el hocico en asuntos que no son de tu incumbencia”. El breve recuerdo de un viejo compañero interrumpió en su pensamiento. Deluca, aquel lejano compañero, aquel jodido spaguetini novato se metió donde no le llamaron, “tú y tus principios… de haber sabido a quien estabas jodiendo aun seguirías vivo y tu paladar no hubiera degustado tus propios testículos…en fin…mejor tu que yo”

Debía asegurarse que el caso no se tratara de algo que llamara la atención de aquellos peces gordos. El vídeo de la llamada no era muy revelador, por lo que se hacía necesario una videollamada cuanto antes. Unos cuantos giros de muñeca lo puso en comunicación con el fulano que llamo esa misma mañana.

-Buenos días, soy el teniente Edgar Nails de la comisaria de…

Antes de terminar su frase, el hombre al otro lado de la pantalla interrumpió.

-Disculpe que antes haya sido parco en palabras, se cómo va el procedimiento policial, prefería mantener una conversación con una persona y no una máquina…lo sé, lo sé, sé que va a decirme, ahórrese el discurso sobre los derechos de esas chatarras, no se precipite en juzgarme, es mucho más sencillo que todo eso, quería hablar de tú a tú, eso es todo.

Algo la ha ocurrido…maldita sea…debía de haberlos llamado antes, hubiera preferido pasar por paranoico antes de…dios…no me lo perdonaré si algo la ha ocurrido…

-Bien, como suele decirse en estos casos, tranquilícese y póngame en situación.

-De acuerdo teniente, le pondré en contexto. Veamos…llevo en este edificio unos cinco años y…si, a ella la conocí hace un año o año y medio a lo sumo, coincidía con ella en diferentes actos de carácter laboral, una mujer que no pasaba desapercibida, atractiva, con buenas relaciones, se deducía también que con buen poder adquisitivo, bastaban solo cinco minutos en la sala para que cualquier asistente deseara pasar con ella aunque sólo fuera un instante, un saludo, un primer paso laboral y personal. Don de gentes innato, sin lugar a dudas, un talento que irradia atracción. 

Un día nos presentaron en un acto social, si mal no recuerdo era la presentación de un nuevo modelo de AD*, después de la charla quedamos para cenar y bueno, digamos que esa noche se dio bien para los dos, terminamos el día en el dormitorio de mi casa. No debí estar muy en forma aquella noche porque ella parecía más encantada con mi apartamento que con mis encantos. Las cosas cada vez le iban mejor y pensaba mudarse a un sitio más acorde con su cuenta bancaria, el edificio Kesler era perfecto para ella y así lo sugerí. No pasaron ni quince días cuando apenas sin darme cuenta la tenía por vecina. 

Cada uno tenemos nuestras vidas y ocupaciones. No tenemos lo que se puede considerar “una relación estable”, estamos más cerca de la frontera de la buena amistad que la de una pareja estable, pero no pasaban más de dos semanas sin que nos viéramos aunque sólo fuera una tarde para tomar un café, unas pocas charlas y las menos veces…bueno, ya sabe…”lo otro”… 

-Todo esto está muy bien ¿señor?...-dejó en sostenido el teniente-

-Anderson, Thomas Anderon

-Bien señor Anderson, todo esto está muy bien, pero le agradecería que fuera más al grano, no creo que su vida sexual sea para dar la voz de alarma en la comisaría.

-Desde hace un par de meses, en una de nuestros encuentros me contó que conoció a un tipo en el Voltgadner.

-¿Voltgadner? -Preguntó Nails al tiempo que lo anotaba en su terminal-

-Sí, ya sabe, uno de tantos locales de moda de la ciudad…en ese momento me invadieron los celos y llevados, no sé si a causa de ellos o por mera curiosidad, una noche me acerqué al Voltgadner para echar un vistazo.

-Para vigilarlos diría yo – Replico el teniente.

-Vi al tipo aquel. Muy trajeado, con buen porte y acompañado siempre, al menos eso supuse, de su joven secretario. Rachel siempre esquivaba mis preguntas cuando me interesaba por conocer más acerca de sus nuevos amigos…supongo que me notaba celoso y eludía sacar el tema para no herir mis sentimientos. Tarde. Ya estaban heridos pues veía impotente como aquellos tipos ocupaban sus pensamientos más de lo mi corazón podía soportar…pero así es la vida…no somos dueños de nadie. 

-Conmovedor –dijo el Edgar mientras apuntaba el nombre de Rachel en su terminal. 

Ha pasado casi un mes sin saber nada de ella. No contesta a mis mensajes y no tengo respuesta a los pies de su puerta…

-Hablando de puerta señor Anderson, ¿podría facilitarme la vivienda de Rachel?

-Ala este, sección C, piso ochenta y uno, apartamento B ¿Va a mandar a alguien?

-Bueno, por algún sitio hay que empezar. Gracias por su llamada señor Anderson, mandaré una patrulla, permanezca conectado por si necesitáramos más información. 

- ¿Me mantendrá al tanto de lo que averigüe?

-Eso ya no está de mi mano, las cuentas a mi superior y no al ciudadano, pero dada la naturaleza de su caso en particular, haré lo que pueda. No le prometo nada. Gracias por su llamada señor Anderson y que tenga un buen día.

-Eso espero. Gracias agente por su atención. Buenos días.

La imagen desapareció de su anillo. Echó mano hacia atrás para buscar el tabaco en el bolsillo interior de su gabardina. Durante el tiempo que duró la entrevista, la había dado tiempo a escurrirse del respaldo de su silla. Nails se levantó de su asiento y recogió la prenda que cacheó hasta encontrar su paquete de cigarrillos. Un pequeño giro de muñeca hizo asomar la cabeza de un pitillo, se lo acercó a la boca y sujetando con los labios tiró de él como si fuera un dulce bocado. Era el último cigarro. Apretó el puño para hacer una improvisada pelota de baloncesto en miniatura para luego anotar tres puntos en su papelera. Volvió a colgar la gabardina en su sitio, en el respaldo de la silla de su escritorio. 

Por una extraña razón nos gusta clasificar en bandos a las personas, buena ocasión sin duda para señalar que Edgar pertenecía al bando que no gusta eso de poner el abrigo en el perchero de su trabajo. Lo mantienen a su lado, a su espalda, a buen recaudo y en constante vigilancia, condenando la prenda a la misma soledad que experimenta su poseedor.

Soledad y desconfianza, una desconfianza fruto de una actitud reservada hacia los demás, no sabiendo a ciencia cierta si es por vergüenza a perder el ficticio orgullo o por la creciente e imparable decepción que nos causan muchos de los semejantes que nos rodean. Poco a poco, de forma inconsciente, Nails se convertía en un nuevo alumno aventajado del gran maestro Plauto, germinando en él la creencia que el “Homo Homini Lupus" (“el hombre es un lobo para el hombre”). Craso error.

Una intensa luz verde procedente de su encendedor iluminó su rostro. Dio la primera bocanada de nicotina, sin duda la más placentera, exhalando sin prisa ni alardes malabaristas, como aquellos que gustaban de hacer círculos o anillos con el humo. La resaca no lo dejaba estar de tan buen humor.

Anduvo por el improvisado pasillo que dejaban el resto de mesas de sus compañeros en dirección a la ventana. Al llegar se detuvo a observar. En frente, un colosal edifico de oficinas, una colmena donde las obreras laboriosas cumplían los designios de algún explotador. Más que una observación fue un pensamiento, ¿habría alguien ahora, en aquel preciso instante, alguien en su misma situación al pie de la ventana observándolo? ¿Algún desconocido que hubiera tenido el mismo atrevimiento de darse un minuto de respiro para hacerse la misma reflexión que se hacía ahora mismo? 




Tener un momento de calma y reflexión, ese momento que nos produce la sensación de querer dejarlo todo y huir para empezar de nuevo o a no hacer nada. Un momento para soltar un grito en silencio, no eres como ellos, te has dado cuenta de ello hace muchos años, sólo sigues la corriente para que no te tomen por un loco, para no sentir como te apartan por pensar de forma diferente a los demás, aunque te cueste, aunque lo quieras gritar. Te resignas y lo aplazas hasta mañana en bucle infinito porque puedes con esto otro día más…y otro…y otro…llegas a tu ventana y esperas…

Alzó momentáneamente su vista, allí donde la altura del edificio llega a su cúspide, allí donde el desperdicio del tráfico se concentra y condensa en oscuras nubes. Un AD se detuvo en frente a él. Nails lo percibió de inmediato, como un acto reflejo, se quedó mirando al invitado improvisado. En los asientos de atrás había un niño de unos seis años que lo miraba al tiempo que saludaba con su pequeña mano mientras que su rostro permanecía inerte, con los ojos pétreos. La espontánea y pequeña mueca de sonrisa de Nails bajó de intensidad poco a poco al recordar su propia infancia, nostalgia en un breve instante, como el instante que duró el cruce de miradas. El AD reanudó la marcha dejando tras de sí una corriente de vapor imperceptible, si no fuera porque a través de él volvía a ver el edificio difuminado, de un modo donde sus ventanas bailaban y contorsionaban dando la sensación de perder el sentido.

Apuró lo que quedaba de su cigarro tirándolo al suelo enmoquetado con total despreocupación, harto ya de las pequeñas prohibiciones estúpidas que colmaban el ánimo de cualquiera, para aplastarlo después con la punta de sus zapatos de trescientos créditos comprados en algún recóndito mercadillo de los bajos barrios donde residía. La moda le importaba un carajo, como así demostraba su "torpe aliño indumentario", prefería gastar su sueldo de “poli” en otros menesteres.

Se alejó de la ventana al tiempo que mantenía, por poco tiempo, la vista aún en ella, como si cuerpo y cabeza no se decidieran ponerse de acuerdo. Llegó a su mesa y sacó su petaca dejándola vacía de una reverencia exagerada, una vez recompuesta su vertical original secó con la manga de su camisa los restos del líquido embriagador exhalando, sin ningún tipo de pudor, un alarido de placer satisfactorio mezclado con un cosquilleante ardor en su gaznate haciendo cierto aquello de "sarna con gusto no pica".
Abrió de nuevo su monitor de anillos y se puso en comunicación con su capitán. El negro orondo y bigotón hizo acto de presencia en el luminiscente monitor del teniente Edgar. Apenas cabía su cabeza en la pantalla, siempre con su perenne puro en sus grandes mandíbulas que mordía y desplazaba de izquierda a derecha mientras refunfuñaba: 

-Más vale que sea importante, Nails. He dejado a mi mujer con la palabra en la boca.

-No hace falta que me lo agradezca capitán, bastará con invitarme a cerveza

-No te pases Nails. Y bien, ¿Qué me cuentas?

-Tengo un caso de presunta desaparición, en otras circunstancias no me hubiera atrevido a interrumpir “la conversación con su esposa” pero se trata de la desaparición de una “pez gorda” de la Kesler. Antes de autorizar y enviar una patrulla a inspeccionar, necesito la suya por tratarse del sector que se trata... ya me entiende...

-¿Edificio Kesler? -el capitán frunció el ceño- mal asunto...delicado asunto...Escúchame Nails, tienes mi permiso para enviar esa patrulla o lo que creas necesario, pero mucho ojo, con precaución, como si se tratara una labor de pura observación, investigar y comunicar ¿me has oído?

-Observar e informar, no se preocupe capitán, lo mantendré informado. 

Acerco su negro guante al halo de luz y lo desplazó a un lado dando por terminada la conexión con su jefe al tiempo que dejaba en blanco un nuevo monitor. Presionó con el dedo en la “nada” luminosa para acceder al archivo de patrulla del departamento. Uno a uno pasaban las caras de los agentes al compás de su dedo índice hasta encontrar a Arthur. Como el que coge un vaso de agua, tomó la imagen del agente y la puso sobre el escritorio dando paso a una llamada automática.

-Agente Arthur a la escucha, a sus órdenes mi teniente.

- ¿Tienes cerca la chatarra de tu compañero? tenéis que mover el culo al 107 de la calle Wellington, edificio Kesler ¿lo conoces?

-Edificio Kesler, si, está en un barrio residencial del centro ¿Órdenes?

-Se trata de una denuncia de desaparición, mujer blanca, de unos 45-50 años de edad, debéis ir al edificio, echad un vistazo en su apartamento, está en el ala este, sección C, piso ochenta y uno B, tendréis cargada una orden de registro para entrar, aunque espero que no tenga que hacerse efectiva –Al tiempo que decía lo de la orden, lo estaba tramitando con su visor ocular- Intentad localizar a la mujer o saber sobre su paradero, su nombre es Rachel, para el resto como de costumbre, Kesler tendrá su propio registro en su terminal, manténganme informado. ¿Alguna duda sargento?

-Ninguna, teniente. Cambio y cierro. 

El teniente Edgar Nails se quitó su visor y guantes, desapareciendo con ellos cualquier vestigio de luz o anillos, al tiempo que llevó sus dedos para apretar un poco los ojos en un vano intento de apaciguar su dolor de cabeza, sin duda necesitaba un trago acompañado de un pitillo, pero ni lo uno ni lo otro le quedaban ya. Había que poner remedio con carácter urgente.

-¡Roberson!-dijo en voz alta a su compañero de mesa más cercano-salgo un momento a por tabaco, si alguien pregunta por mi puedes decirle que se vaya a…que regreso en unos treinta minutos ¿de acuerdo?

-De acuerdo teniente-contestó el compañero casi de forma automática, más pendiente de su sistema de anillos que del aviso de Nails. Mero formalismo trivial, como todos, Edgar los pronunciaba a menudo, la verdad era que le importaban un carajo. 

Con una rápida sacudida de brazo despegó la gabardina del respaldo de su asiento que con movimiento continuado se colocó sobre su cuerpo con precisa coreografía. Sin abrochar y ajustando el cuello para que los picos rozaran lo justo sus mejillas, produciendo ese leve ruido estridente con su barba de pocos días, se dispuso a salir. 

-En treinta minutos vuelvo- Comentó en voz alta a la sala mientras se dirigía al ascensor que daba acceso a la calle. 





Notas:
*AD - Aerodeslizador

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EDIT:
Continua leyendo el capítulo 3:
Capítulo 3: Kesler

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