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Prólogo
Capítulo 1 Alice
Capítulo 2 Edgar Nails
Primal System
Capítulo 3: Kesler
Arthur estaba frente a su taquilla recreándose de forma vanidosa de la estampa brindada por el reflejo de su espejo interior.
Tomó su la bandolera, la ajusto tirando fuerte de las cintas, así como el cierre de seguridad que sujetaba el arma de medio pulso, por su bien, rezó para que ese cierre permaneciera silencioso todo el tiempo que fuera necesario.
Sacó su inmaculada chaqueta gris reglamentario que exigía el cuerpo y que proporcionaba a los agentes recién llegados o con un bajo rango de patrulla, subió la cremallera del uniformado pedazo de tela en un ajuste perfecto. Después de todo este ritual, Arthur dejaba de ser Arthur para convertirse en un ilustre miembro del cuerpo de policía de Newpolis. O al menos así lo creían aquellos que habían inventado aquel absurdo lema de "el hábito no hace al monje" en Arthur más cierto que nunca ya que esta vez el “monje” carecía de fe. Para Arthur ser “poli” era una labor más, un trabajo, un trámite entre horas que había que cumplir para poner un plato de comida en la mesa, sin descuidar en absoluto el cumplimiento de sus tareas de la forma más rigurosa que cabe en la palabra responsabilidad.
En la solapa del cuello de su chaqueta reglamentaria estaba el transmisor con el que se comunicaba con su compañero. Cerró de un golpe seco su taquilla y llamó a Fred.
"LogicLab Systems ATF-Sp modelo 103 serie 01000-178"(**). toda esa charla de números, palabras y siglas era Fred, bueno, el verdadero nombre de "Fred". Todos y cada uno de los droides se procuraban o los procuraban casi siempre un nombre. Un mote, un alias, así resultaba más practico referirse a ellos. Un toque de identidad, el nombre es el principio de ella y Fred resultaba tan práctico como cualquier otro.
Lo puso al corriente de la misión, ya habría tiempo de concretar de camino, y se dispusieron a tomar su vehículo de patrulla. Hombre y robot a la espera de la llegada del ascensor. Subieron a la última planta del edificio policial donde se encontraba el hangar de despegue, el colosal lugar donde residían las aeropatrullas, cerca de su hábitat natural, el cielo.
Aquel era el lugar con más movimiento de todo el edificio, dejaron atrás el ascensor para situarse a la espera, en una especie de recibidor pequeño, una sala con la única decoración de una puerta de acero incrustada entre las paredes de cristal que dejaban entrever la sala de destino, preparándolos como anticipo a lo que los esperaba.
Un operario de asignación se acercó a lomos de un pequeño monorail para transportarlos a la correspondiente aeropatrulla asignada, dispuesta y lista para el despegue.
Los tres se desplazaron por la pista que recorría parte a parte la estancia, dividiendo la misma en dos claras secciones: Llegadas y salidas, despegues y aterrizajes, ambas en una continua coreografía de ruidoso caos en armonía.
El monorail avanzaba con paso monótono, sin demasiada prisa ni pausa, tanto a su izquierda como a su derecha se aglomeraban decenas de aeropatrullas dispuestas a emprender el vuelo, así como decenas de trabajadores, mecánicos, operarios de vuelo, controladores, todo un potencial para garantizar el funcionamiento ordenado de la terminal de despegue de la comisaría. La sala era un conglomerado de luces, se iluminaba, a parte de los focos dispuestos en las paredes y columnas, con los fuegos artificiales que desprendían las herramientas de trabajo de los mecánicos que salpicaban suelo y la carrocería de las naves con sus millares de partículas incandescentes que brotaban de ellas, los perforadores y soldadores de plasma hacían de improvisadas bengalas a un lado y otro de la sala, todo aderezado con esa inconfundible sinfonía industrial y con ese penetrante olor a metal quemado.
En las paredes de acero y cristal que circundaban todo el espacio, arropando naves y personal, se localizaban gigantescos ventiladores encargados de purificar el aire que corrompían los motores de cientos de aeros que transitaban sin descanso por la sala.
Los agentes y su operario continuaban avanzando por la interminable pista, se acercaban al ecuador de la misma donde se podía ver una enorme columna luminiscente que recorría en su vertical desde el techo al suelo, como una especie de energía generada de la nada, una luz de un amarillo claro muy intenso, tanto que parecía traspasar de parte a parte todo el edificio, el monorail penetro en el haz con sus ocupantes, Arthur miro hacia arriba, posando su mano en la frente para aliviar de luz sus guiñados ojos, para dar solución al enigma. La luz que se filtraba no era otra cosa que la luz natural del exterior que se colaba sin pudor por la gigantesca abertura circular del techo de la comisaría. Lugar de entrada de luz y salida de patrullas.
La compuerta de acero semicircular, que servía para sellar la salida, permanecía las veinticuatro horas abierta. Por ella pasaban cientos de vehículos al cabo del día, parecían, por su número y movimiento, como moscas reencarnadas en vehículos de vuelo descubierta su presencia física al cruzar la columna, con la incidencia de los rayos del sol que descansaban formando un perfecto círculo en el suelo. Justo en ese centro marchaba el monorail. Cualquier pequeña mota de polvo o cualquier otra partícula de aire imperfecta, imperceptibles, se delataban al paso de esa corriente de luz desnudándose a la vista de Arthur. Llegaron al sector 4, zona de embarque de aeronaves, el paseo por el hangar había terminado, los agentes se apearon y el monorail se fue en busca de nuevo pasaje.
El techo acristalado de la nave se abrió de manera automática al acercarse los agentes. Tomaron sitio y oprimieron un liso botón de plasma del panel de control situado entremedias de los dos cómodos asientos de imitado cuero. El techo comenzó a cerrarse despacio, con un sonido progresivo "hidráulico" hasta que anclo a la perfección para emitir un resoplido de vapor, síntoma inequívoco de que la cabina estaba presurizada.
La pantalla del "hud" no dejaba de soltar datos de confirmación y niveles óptimos para la inminente ignición de los propulsores. Fred miró a su compañero y apretó el botón correspondiente en el panel delantero segundos después que las verdes letras de la pantalla dejaran de chequear y apareciera un gran “OK” como señal de pistoletazo de salida.
Las turbinas comenzaron a sonar en ritmo progresivo y ascendente. La nave traqueteaba meciendo a sus huéspedes de forma leve, no preocupante, puesto que era su ritual diario. El sexteto de turbinas se desató en forma de atronadoras explosiones con una demora de sincronización entre una y otra imperceptible por oído humano, desprendían un tono azulado casi cegador, el aerodeslizador se apartó unos dos palmos del suelo, cabeceando y ladeándose como quien se levanta del suelo tras una torpe caída, hasta que al final se estabilizó.
Como un agradecido milagro, el ruido ceso, era ínfimo, el justo y suficiente para hacerse presente. También ceso el traqueteo, era como estar tumbado sobre agua. El único movimiento que iban a percibir era voluntario.
Arthur sostenía con firmeza las palancas que servían para gobernar la máquina. Apretó el pedal de propulsión con su pie derecho y la nave se elevó de forma vertical produciendo en su cabeza una sensación de vértigo, como si alguien la quisiera mantener en el, cada vez más, alejado suelo. Por el contrario, el estómago parecía querer subir a la garganta mientras que la presión en las piernas parecían como clavadas a martillo en el asiento del piloto. Sensaciones que no podía experimentar su compañero Fred, solo procesar, si a eso podemos llamarlo “imaginación”, a raíz de todos los comentarios que escuchaba de aquellos que subían a aquel cacharro.
Todo el recinto, todo el hangar, incluso el propio edificio, parecía irse por un agujero negro, todo corría hacia abajo en ascendente velocidad. Arthur esquivaba con asombrosa habilidad otras naves que iban y venían, pendiente a derecha e izquierda, de arriba y de abajo, en cualquier dirección llegaban o salían
El radar del HUD de la aeronave era una esfera, el centro representaba su posición con una imagen de la propia nave en miniatura y luminiscente, las pequeñas luces que entraban y salían de la esfera eran sus compañeras de sala, todo lo que se aproximaba en un radio de cincuenta metros se registraba en la esfera holográfica.
Giró la palanca derecha y el morro del aero enfiló la columna de luz, se aproximaron a ella estando a media altura del techo con el suelo. Al alcanzar el epicentro echó un vistazo a su radar y vio que el camino en la vertical estaba despejado. Hundió el pie en el pedal y como una exaltación salió despedida hacia arriba, ahora si, dejando cerebro estómago y piernas, en el subsuelo.
Desde el exterior se podía observar la extraña perspectiva del edificio policial, con aquella especie de mueca sonriente que producía su compuerta de salida, mientras las cotas más altas atravesaban el firmamento con porciones de nubes a desconchones. La nave se detuvo a unos veinte metros de su salida, Arthur hizo la correspondiente maniobra de aproximación a una vía aérea próxima a su posición, una vez allí permanecieron parados en un momento de reflexión al disputarse la decisión a tomar, bien control manual o bien control automático. La vía estaba muy concurrida por otras naves que marchaban a una velocidad un tanto elevada de la permitida, ni siquiera la presencia policial impedía que algunos conductores fueran ligeros con su pedal de propulsión.
- ¿Qué opinas? - Dijo Arthur a su compañero-
-Por qué complicarse...-Respondió.
Pulso el correspondiente botón de la consola de mandos principal y se pudo leer en su pantalla "Piloto automático activado, por favor introduzca destino"
-107 de la calle Wellington, edificio Kesler, piso ochenta y uno, ala este, sección C, , apartamento B" escribió Fred en el panel.
- ¿Apartamento B? ¿Pretendes entrar con la nave hasta el mismísimo salón? ¿el edificio tiene acceso de vehículos?
-El edificio Kesler tiene acceso de vehículos. Actualice mi base de datos en la terminal de la comisaría después de ponerme al tanto de los parámetros de la misión- Dijo el robot por su boca inmóvil. Si hubiera podido reír, reiría en ese instante que apretó el botón de "Enter" en el panel de control.
Nave y tripulantes se acercaron poco a poco al tráfico de la vía, acelerando levemente el paso a medida que se aproximaban e incorporaban. Una vez dentro y bien situada en esa especie de torrente sanguíneo, comenzó la aceleración. Solo unos pequeños instantes antes, a vista de pájaro, la ciudad permanecía en una belleza perenne. Desde su posición, casi se podían acariciar las nubes con sólo sacar los brazos. Los edificios podían intuirse casi por completo y la gente de allí abajo adquiría la cualidad de cristal de azúcar. Todo aquel instante de belleza artificial quedaba difuminado dentro de la vía de servicio del tráfico, la velocidad dentro de ella hacía que la imagen quedara difusa, como una frase escrita en tinta y corrida por un brazo torpe.
La nave surcaba el cielo con la misma precisión que corta el mar la quilla de un barco. Las vías aéreas principales eran uno de los métodos más rápidos para moverse por la ciudad, pero era un método que no todo el mundo podía permitirse.
Para saborear el privilegio de volar por estas vías había que tener un “aero” preparado para alcanzar la altura necesaria para acceder a la situación de la vía en cuestión, por ese motivo debía estar equipado con una cabina presurizada, ya que la elevada posición de estas “vías” aéreas hacía difícil localizar oxigeno abundante en sus ficticios carriles. Solo los modelos de más reciente cuño disponían de ese equipamiento de serie, si no, lo de siempre, desembolso de créditos al canto para acceder a " La experiencia de vuelo de gran altura"...fanfarria, baladronada comercial, la vieja y vetusta sensación de “clases” para exprimir a cualquiera de ellas puesto que bastaba y sobraba con las existentes pistas a media o baja altura disponibles, incluso las pistas en tierra, las antiguas y casi abandonadas carreteras o autopistas para los resistentes y numerosos deslizadores terrestres que para colmo, no hacían gasto de pista pues ni lo rozaban. La misma cantinela repetida de siempre, créditos, créditos y más créditos, al final todo se reduce a lo mismo: dinero.
Después de unos diez minutos de reposada pausa en el interior, la pantalla señaló la aproximación al lugar de destino, la nave se apartó de la vía descendiendo tanto la velocidad como la altura, para sobrevolar las inmediaciones de la calle Wellington.
Había concentración nubosa en esa parte, la cama blanca de esponjoso vapor cubría la visión a excepción de unos pocos edificios que despuntaban de forma arbitraria por el campo de algodón natural. Uno de ellos y el más llamativo era sin duda el edificio Kesler, el lugar asentado en la tierra más grande de la ciudad. Su altura hacia que su forma en la cúspide tuviera un diseño aerodinámico en punta, parecido a la proa de un barco, punta que tenía a ambos lados formando una especie de rombo para que las corrientes de aire no ejercieran demasiada presión evitando derrumbar al coloso. Su diseño hacía que su centro se estrechara levemente para ensancharse de nuevo no sin antes hacer una especie de giro retorcido hasta su base. El color negro de sus cristales tintados daba solemnidad al frío acero de sus entrañas.
La nave descendió, acercándose lentamente hasta el piso ochenta y uno. Desde el interior de la misma, los agentes observaban un inmenso y oscuro muro acristalado. El cristal ocupaba la totalidad de su vista haciéndolos parecer, frente aquel inconmensurable ser inerte, como meros reflejos de su creación.
En la pantalla central de su nave apareció la figura de un hombre uniformado que pidió la identificación de los policías. Era uno de los encargados de turno que oficiaba la vigilancia del acceso ajeno al edificio.
-Buenos días agentes, que desean
-Buenos días, Soy el agente Arthur del departamento de policía de Newpolis en servicio de inspección, necesitamos acceso al nivel 81, código de orden judicial “04-061977”.
-Un segundo mientras el ordenador valida la clave, ¿número de identificación policial por favor?
-Si –Arthur acercó su placa clavada en su chaqueta a la pantalla del aero-. Arthur Jonh Miller, Np-2090"
Aun tardó un poco más...cuando por fin -Parece correcto, muchas gracias agentes y que pasen un buen día. - El protocolo hace que el hombre parezca una máquina. El vigilante encargado del edificio, desde su pequeño habitáculo rodeado de holopantallas anilladas, controlaba cualquier acceso al edificio tanto aéreo como convencional por tierra. Hechas las comprobaciones, oprimió el botón imaginario con su guante y el muro acristalado del piso ochenta y uno comenzó a descender.
Arthur y Fred observaban el lento descenso del vidrio negro. La imagen proyectada de la nave desaparecía, dejando paso a la luz del contrastado pasillo blanco que se extendía hasta la otra punta del edificio. La nave entró, recorrió el luminoso paso hasta llegar al centro del pasillo, justo en un rectángulo marcado por neones rojos y azules con una gran letra A inscrita en el centro. La nave se situó allí y antes de posarse ligeramente en el suelo, giró sobre su eje ciento ochenta grados para preparar la retirada, si es que se producía alguna emergencia.
Con tartamuda parsimonia, el leve sonido de las turbinas cesó, así como el intenso azul de incombustible energía que inmediatamente fue cegado por una descarga de vapor, dando así por acabado su cometido. La pantalla del HUD desapareció por cuenta propia al mismo compás. La compuerta del aerodeslizador se abrió con un quejido hidráulico, hombre y máquina se apearon de un salto casi al mismo tiempo, como si lo llevaran meses ensayando.
Arthur comentó - Muy bien Fred, aquí estamos. Si no lo has activado antes creo que ahora es el momento justo para activar tu registro de vídeo. ¿Listo? – Fred pronunció un corto y metálico “si”. Anduvieron un poco más para llegar a la zona intermedia del pasillo, allí se localizaban las dos únicas puertas de toda la planta, una a cada lado de las paredes del pasillo.
-Apartamento B, bien, aquí es- Se acercó al llamador situado en el "panel llave", estaba a la derecha de la doble puerta blindada del apartamento, pulsó el botón rectangular inferior y en la pantalla del panel se leyó "Llamada en curso", para inmediatamente después leerse "Espere" de forma intermitente. El letrero estuvo intermitente durante dos minutos, Arthur comento -O es muy grande la casa, o aquí no hay nadie…- Oprimió el botón correspondiente para cancelar la llamada y volvió a repetir la misma acción con idéntico resultado: un” Espere” intermitente.
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No disponían de toda la mañana para perder el tiempo frente a un timbre de modo que pusieron en marcha el plan b. –Comunicación- sugirió Arthur a su compañero- Fred, comunícate de nuevo con el operario del edificio y solicita los registros de entrada y salida de este apartamento-
Fred alzó su brazo y desde su muñeca a su codo apareció un triángulo de luz que formó una pantalla suspendida en el aire. En ella, volvió a aparecer el vigilante del edificio. Fred le comentó la situación y pasados unos minutos el droide policial ya tenía descargado en sus bases el archivo del registro del apartamento B. En los archivos constaba el registro de entrada de la mujer, pero no se había registrado ninguna salida desde hacía casi un mes. Arthur escuchaba relatar todo esto a su compañero al tiempo que recordaba lo que aprendió nada más entrar en la academia de policía, que un buen detective, no sacaba conclusiones precipitadas. Era posible que la mujer hubiera salido y se hubiera producido algún fallo en el sistema de registro o más simple aún, que la mujer hubiera permanecido en su domicilio todo ese tiempo. Hoy en día podías subsistir sin salir para nada en absoluto de tu hogar. Además el tiempo que fuera necesario o el tiempo que aguantaras dicho encierro. Podías pasarte dos vidas sin ver la luz del sol y aun así no te faltarían productos de primera y última necesidad, pero la ficha del registro no arrojaba dudas, la señora Rachel J. Smith no había abandonado su apartamento, el registro no contemplaba las deducciones precipitadas de la academia policial, tenía clara su postura: la mujer se encontraba en su casa.
Fred reafirmó --El archivo del registro ha confirmado que no hay un ciclo completo, la mujer debe estar dentro, no contesta...veamos-- echo un vistazo en redondo al lugar fijándose en las bandas de color azul que recorrían las paredes y terminaban en el “panel llave” -Si mi escáner no se equivoca, este edificio está equipado con un sistema de seguridad Aurum4, por lo que este panel debe tener...veamos... -busco con su dedo en la parte inferior del panel un pequeño resorte que al pulsar liberaba de la pared un panel de acceso para el cuerpo de seguridad, un teclado alfanumérico con una pequeña pantalla y un pequeño orificio con una especie de conexión.- ¡perfecto, aquí está!- exclamo el droide, o por lo menos, en una simulación perfecta- Fred señaló con su dedo índice la conexión del panel al mismo tiempo que la pequeña coraza que lo recubría se abrió en dos para dejar al descubierto una pequeña conexión que encajaba a la perfección en el nuevo panel descubierto.
Giró su muñeca un cuarto de vuelta a la derecha hasta que se pudo escuchar un pequeño "clic" En ese momento estaba conectado al apartamento. Fred comentó a su compañero –Estoy dentro, voy a proceder.
-Atención, al habla el agente Fred del departamento de policía de Newpolis- su voz se oía en el interior del apartamento gracias a la conexión digital que también le procuraba comunicación e interacción con cualquier cosa electrónica que hubiera en la casa y eso era decir mucho, como los altavoces del equipo de sonido, por donde gracias a ellos, ahora salía su voz alta y clara en cada rincón de la casa o incluso podía hacer uso del proyector holográfico Délaco y representar su imagen en actitud amenazante en cualquier rincón del apartamento. Fred continuó su discurso – Agentes en misión oficial. Dispóngase a cooperar y permítanos el acceso a su vivienda o de lo contrario nos veremos en la alternativa de entrar por la fuerza. Si usted ha escuchado y entendido esta orden, tiene desde este momento cinco minutos para actuar y facilitarnos el acceso. – Concluyó Fred y ahora sí, esta vez sí hizo uso del proyector Délaco para fijar un holograma en el centro justo del salón del apartamento, la imagen de un reloj en cuenta atrás en 00:04:59 y descendiendo
00:04:58... 00:04:57... 00:04:56...
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Continua leyendo el Capítulo 4: La alfombra Roja
(**)Notas: LogicLab Systems hacía referencia a la empresa que desarrollaba los droides, su pertenencia. Lo cierto es que era un alarde de prepotencia, puesto que no había nadie más que se dedicase a la construcción de droides.
ATF significaba que era un modelo antropomorfo, la coletilla "Sp" denotaba su recubrimiento o mejor dicho, su carencia de recubrimiento, es decir que su coraza de metal, sus piernas, brazos y cabeza era un completo esqueleto metálico con la forma lo suficientemente necesaria como para que no necesitara más de cara al exterior, en breves palabras, carecía de “piel”. Piel sintética, por su puesto, bien compuesta de una especie de plástico, o bien de biogénesis, esta última, sólo en los modelos más caros y exclusivos de LogicLab.
El año de construcción se comprobaba en su modelo, Fred era un modelo 103, luego su año de construcción fue en el 2103, por lo tanto, ahora tenía siete años de función.
Por último, el número de serie indicaba la tirada de ese mismo modelo, había un total de 1000 individuos semejantes a Fred para ese mismo año. El apéndice 178, era el número que ocupaba en la fabricación, como único dato, como único apunte de identidad, lo único que lo hacía distinto a su predecesor o antecedente en la cadena de montaje.
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