Recuerdo Remoto. Capítulo 3: Viaje improvisado

"Desde el apartamento de Conrad"

Nota del autor:
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Recuerdo Remoto. 
Capítulo 3. Viaje improvisado.

"Con pausado movimiento, el individuo de la gabardina oscura miró a uno de sus acompañantes. Sin mediar palabra, su compañero asintió con la cabeza, como si hubiera recibido su mensaje de forma hablada. Se apartó del grupo y se dirigió a la puerta principal de Délaco, donde quedó a la espera"

Cerca de la puerta principal, pero apartado, casi inadvertido detrás de una columna, observaba a Conrad tomar muestras y datos con su visor. Esperó pacientemente a que terminara su tarea. Justo en el momento en el que Conrad se quitaba su visor, el extraño individuo activó una especie de escudo que lo hacía casi invisible. Solo perceptible al movimiento, solo si estabas muy atento. Era como esa especie de cortina borrosa que aparece en los días de mucho calor. Conrad le pasó a escasos centímetros sin que su presencia se viera amenazada. El individuo comenzó a seguirlo muy de cerca. Demasiado cerca, pero con la tranquilidad que le brindaba su casi invisibilidad podía permitirse ese lujo. Casi como si fuera su sombra. Una sombra transparente que se adentraba en las entrañas del laboratorio de Conrad. Todas aquellas medidas de seguridad, lecturas oculares, palmas de manos y reconocimientos de voz, no sirvieron de nada para evitar la entrada de aquel extraño individuo.

Una vez dentro del laboratorio, el individuo invisible se apartó a una esquina y permaneció pacientemente a la espera. Conrad depositó el visor en la cúpula acristalada, no sin antes descargar los datos a su portátil y continuó su jornada laboral. Aquella cópula entre visor y portátil inquietó a nuestro invitado. Tanto él como el resto de compañeros que quedaron fuera llevaban un tiempo intentando averiguar que tramaba Délaco con ese curioso artefacto. Aquella descarga solo tenía una posible traducción: los problemas se multiplicaban. 

Poco a poco los trabajadores iban abandonando Délaco. La jornada laboral había concluido. Poco a poco el laboratorio de Conrad quedaba vacío. Solo cuando el silencio reinaba en armonía con los leves zumbidos de las máquinas, nuestro convidado invisible hizo acto de presencia. Desactivó su escudo para dejar testimonio de su presencia. Se acercó donde reposaba el visor y abrió su mano mientras la acercaba a la cúpula. De su palma brotó una minúscula esfera de energía. Blanca y resplandeciente. Al contacto con el grueso vidrio hizo que se resquebrajara en mil pedazos. Minúsculos, casi a su nivel atómico, liberando el visor que ahora sostenía en sus manos. 

Observó el trabajo que le esperaba a Conrad esa noche. Vio los resultados que se obtenían del aparato de Délaco y confirmó la descarga de datos a un terminal portátil al tiempo que apretaba con rabia su puño para dejar el visor casi al nivel de la cúpula que lo guardaba. El individuo despedazó el visor. Lo tiró al suelo y pisó lo poco que quedaba de su compostura para asegurar su total destrucción. 

De nuevo accionó otro escudo. Esta vez para convertir toda su silueta en una resplandeciente luz blanca que marcaba sus contornos al tiempo que disminuía de tamaño para desaparecer de cualquier mirada espacio y tiempo. El laboratorio quedó en el más absoluto vacío. 

La misma silueta de resplandeciente luz blanca crecía y se formaba a las afueras de Délaco. Justo al lado del resto de aquellos individuos extraños, justo al lado de aquel extraño individuo de gabardina oscura que le formuló un -¿Y bien?- como pregunta. El turista de Délaco le informó de todo lo acontecido en el interior del laboratorio, todo lo concerniente al visor. Los datos y muestras recogidas así como la descarga al terminal portátil de Conrad.  Pese a mantener la calma, el individuo de la gabardina estaba furioso. Dictó una nueva orden: -Encontrad ese maldito portátil y a su dueño. Destruidlo todo. Nada ni nadie debe saberlo-  

***
  
-¿Sí? ¿Dígame? ¿Quién diablos es?
-¡Ian soy Conrad, tengo un problema, necesito verte!
-¿Conrad, eres tú? Por el amor de dios, ¿sabes qué hora es?
-Escucha Ian, esto es importante, no puedo comentártelo por teléfono, creo que puede haber alguien más escuchando... nos veremos en... -Hubo un pequeño silencio, había una alta probabilidad que estuvieran escuchando la conversación, Conrad debía indicar un lugar concreto, sin mencionarlo, pero que Ian supiera sin lugar a dudas

-¿Recuerdas el bar donde estuvimos viendo la carrera de speedlands? 
-¿Aquella en la que apostamos 20 créditos y palmaste? Sí, me acuerdo. Y también me acuerdo que aún me los debes.
-¿Puedes estar allí mañana a las ocho de la mañana?
-¡Joder Conrad! ¿Me vas a hacer madrugar? ¿Por qué no nos vemos en mi casa, ahora y listo?
-¡No! Es peligroso. Allí pueden localizarme. ¿Sigue tu otro "refugio" seguro?
-¿Localizarte? Diablos, sigues siendo un paranoico. Si, aún lo tengo y a prueba de todo, ya sabes. Ni los netrunners podrían dar con ello...
-Bien. Nos vemos mañana en el Bar. 

Conrad colgó sin dejar a Ian posibilidad de despedida. Aunque había que esperar hasta el amanecer para reunirse con su amigo, no quería permanecer demasiado tiempo en su apartamento. Decidió reunir algunas cosas para su marcha, no mucho, ya que era viaje de supervivencia, no de placer. De modo que tomó su chaqueta, su portátil, del cajón de su escritorio su arma de pulso láser y lo metió todo en una desgastada mochila. Ese era todo el empaque que precisaba de momento. Antes de salir, una última mirada por la ventana a modo de espía. 

Hizo un pequeño hueco en la persiana con su mano y observó el exterior. Un aerodeslizador aterrizaba cerca de la puerta principal de su edificio. De él salieron cinco individuos que le resultaban conocidos. 

Eran los individuos que hace escasos minutos aparecieron en el vídeo que recogió su visor cuando realizaba el rastreo de datos. -Mierda, ahí están mis queridas anomalías- se dijo mientras seguía observando. Dos de ellos se quedaron junto al extraño de gabardina oscura. Otros dos se acercaban a la entrada del edificio. -Hora de salir- dijo Conrad. 

Se apartó de la ventana y de su apartamento. Tomo el camino de la derecha del pasillo del rellano en dirección a las puertas que conducían al montacargas de servicio. Bajó todo lo rápido que le permitía el viejo ascensor de carga hasta el sótano, justo en frente de la puerta que daba acceso al garaje. Anduvo agachado entre coches terrestres y aerodeslizadores aparcados de sus desconocidos vecinos. 

Escuchó como el viejo montacargas iniciaba su marcha de nuevo hacia arriba. Sin duda, los individuos habían estado en su piso y ahora querían dar cuenta de él siguiendo su rastro. Conrad miró de un lado hacia otro mientras pensaba su siguiente movimiento. 

El sonido del montacargas se había detenido durante un breve instante, pero ya estaba de nuevo operativo con dirección al sótano. 
Como si de una señal divina se tratara, una luz de artificial flexo iluminaba una aeromoto a escasos metros de Conrad. Desenfundó su mochila y sacó su portátil. Con cableado en ristre quedaron conectadas aeromoto y ordenador. Un rápido juego de dedos sobre el teclado hizo arrancar un quejido a la moto. Su turbina despertaba. El montacargas había llegado a su destino, el garaje. Raudos salieron sus dos ocupantes con dos fusiles de plasma también en ristre. 

Conrad guardo su ordenador casi al compás que montaba en la grupa de la aeromoto. Ajustó su manillar al tiempo que los dos individuos se percataban de su posición y apuntaba con sus fusiles. Dos ráfagas de láser salieron en dirección al vehículo y ocupante.  

       "Nota del autor: Imagen original del videojuego como homenaje al momento de esta escena"

Conrad accionó el manillar a fondo. La aeromoto se elevó unos centímetros del suelo y salió disparada mientras el fuego de las armas pasaban muy de cerca por su hombro y cabeza. 

Recorrió el largo pasillo del garaje en busca de la salida que se adivinaba al fondo. Conrad miraba hacia atrás sin dejar tregua al acelerador de su moto. El fuego de los fusiles no dejaba de llegar. Conrad no dejaba de esquivar. 

Las luces de la ciudad en su rostro tomaron el relevo a las luces del láser enemigo.  La aeromoto se elevó hasta alcanzar el tráfico aéreo y tras oprimir el botón oportuno, desapareció en un veloz destello. 

Estaba a salvo. Por el momento...

Continuará. 




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