Capítulo 2
El Laboratorio: Día de pruebas
El laboratorio de Conrad se encontraba al final del entramado de puertas, pasillos acristalados y puntos de identificación a cada cual más complejo. A medida que se introducía en las entrañas de "Délaco" los niveles de seguridad se hacían cada vez más fuertes.
Una vez escaneados sus ojos, las palmas de sus manos e incluso un reconocimiento por voz, todos estos requisitos de acceso estratégicamente repartidos por diferentes puntos de control, Conrad por fin llegaba a su destino.
Las medidas de seguridad continuaban dentro de su laboratorio. El visor de medición de biomasa se encontraba en el interior de una cúpula de grueso cristal que había que desplazar mediante un código de seguridad desde su ordenador, que desvelaba y daba acceso a su contenido. Conrad se acercó a su ordenador. La pantalla iluminaba su rostro con un azul artificial. De forma triunfal tecleaba los códigos de acceso en su terminal. Con ese rostro que da la satisfacción de conseguir aquello por lo que tanto había trabajado, en lucha y contraste con el rostro que poco a poco desvelaba un atisbo de nervios por ver si funcionaba aquello en lo que se había empleado tantas energías. Dentro de poco podría comprobar ambas cosas: ver si funcionaba su analizador y cuál sería su propio rostro durante las siguientes semanas.
La cúpula apenas emitió quejido cuando apartó su gruesa capa. Quizás un leve susurro parecido al sonido que emite un escape de gas escuchado desde la lejanía. Conrad miró la cúpula con complicidad. A fin de cuentas, para eso había madrugado tanto, para que nada ni nadie interrumpiera una prueba que no estaba autorizada.
Y ahí estaba su visor. Su analizador de biomasa, suyo antes de que Délaco lo separara de él para siempre. "Hora de hacer pruebas. A ver cómo te comportas" dijo en voz alta. Aún quedaban dos puntos que solventar. Primero: la salida al exterior para hacer las pruebas y segundo, volver a entrar para dejar el visor en su sitio para no levantar sospechas. Ambos estaban bajo control.
Una vez dentro de su laboratorio, las habilidades de Conrad hacían que la salida al exterior resultara más fácil. Por fortuna, las exageradas medidas de seguridad requeridas para entrar en el laboratorio no lo eran tanto para salir de él. Desde dentro, una mente hábil como la de Conrad, no encontraría ninguna dificultad para "colarse" en el sistema y preparar una vía de escape al exterior sin que nadie se percatara, sin dejar demasiadas huellas.
En cuanto a la reentrada al laboratorio, solo supuso hacer una pequeña trampa. Conrad se acercó a su taquilla y sacó su maletín donde acostumbraba a traer la comida del día. Lo dejó allí a propósito el día anterior. El haber llegado mucho antes de la hora oficial de apertura laboral, a ojos de los guardias, una vez que volviera a entrar la sensación sería la de un trabajador que acaba de llegar. El maletín no supondría sospecha, puesto que cada día lo traía al trabajo y el tiempo y la costumbre hacía que no hubiera necesidad de comprobar su contenido, puesto que en incontables veces en el pasado, cuando la costumbre y la confianza de los guardias aún no habían arraigado en Conrad, habían comprobado que lo único que contenía siempre aquel maletín era su comida. "A quien madruga Dios le ayuda" dijo Conrad al pensar en su reentrada.
Puso el maletín sobre la mesa de su escritorio e introdujo con cuidado el visor de biomasa en su interior. Unos cuantos acordes en el teclado de su ordenador dejó el camino despejado. Hora de salir.
Seguía sin amanecer aunque el cauce de gente por las aceras era considerable. La ciudad empezaba a despertarse, si es que alguna vez dormía. Conrad sacó el visor del maletín. Se lo ajustó sobre su cabeza. La pantalla empezó a infectarse de luces y datos una vez apretado el botón de inicio.
El visor comenzaba a respirar. Todo estaba en orden. En apenas unos segundos estaba listo y preparado para hacer su trabajo.
"Ready?", aparecía en la pantalla del visor. Conrad dijo en voz alta: "Inicio automático de escaneo" una especie de programa general para tomar muestras de todo sujeto humano que estuviera en su visor. El triángulo del visor hacía las veces de mirilla de apuntado, buscaba casi con ansia cualquier cabeza de cualquiera que se pusiera en su camino. Los datos llegaban a millares al terminal. Los resultados con forma de texto pasaban a gran velocidad. Suerte que todo quedaba registrado en su memoria para un posterior análisis de los datos de forma más pausada. Pasaron unos cinco minutos y el visor había analizado y catalogado a un centenar de sujetos. Más que suficiente para dar por concluida con éxito la prueba. Era hora de regresar al laboratorio y descargar los datos en su ordenador para examinarlos más tranquilo en casa, fuera de las miradas de los curiosos.
Su regreso al laboratorio fue tal y como había imaginado, sin el más mínimo atisbo de sospecha y con total naturalidad. Para los guardias de seguridad, era otro rutinario día en la vida de Conrad.
Una vez dentro, solo quedaban dos cosas por hacer. Descargar los datos en su portátil y dejar de nuevo el visor en la cúpula acristalada. Dicho y hecho. Cuando empezaron a llegar los compañeros de trabajo de Conrad nada podía hacerlos sospechar que todo aquello hubiera ocurrido. Para ellos, todo seguía tal y como lo dejaron el día anterior.
...
La voz enlatada de la megafonía anunciaba que faltaban cinco minutos para acabar el turno laboral. Los trabajadores, aquellos que podían salir a tal hora, debían empezar la maniobra de salida. Conrad estaba ansioso por llegar a casa, aquel baile monótono de apagado y recogida de pertenencias lo hizo casi en tiempo récord. Tomo su portátil y esta vez si, su maletín de comida y salió disparado al transporte subterráneo. -"¡Por fin! Libertad bajo tierra"- pensó.
Ya en casa, antes de quitarse su chaqueta encendió su portátil y comenzó a descargar el programa de escaneo. "¡Noventa y dos sujetos escaneados! No está nada mal" se dijo mientras se sacaba las mangas de la chaqueta a pequeños saltos. Se acercó a su cafetera en lo que el ordenador trabajaba por su cuenta clasificando sujetos y soltando datos como si estuviera poseído.
El rostro de Conrad volvía a resplandecer por la luz emitida del monitor. Dando pequeños sorbos a su taza de café iba comprobando los datos de los sujetos analizados, como si fuera un espectador en el cine y cuya película fuera el estreno más importante de ese año. A la vez que leía y observaba, comentaba:
-"Sujetos sanos, pequeñas anomalías a nivel celular que pronostican un posible cáncer... mal asunto para ti amigo, seas quien seas...
¿Qué más?... bacterias claramente reconocidas, te tengo fichada pequeña hija de puta...
Sigamos... que tenemos por aquí... genial, excelente...
Un catálogo anatómico perfecto a nivel molecular, el cacharro funcionaba a las mil maravillas. Es impresionante, podemos conseguir el perfil genético de un sujeto en décimas de segundo, definitivamente he conseguido todo un hallazgo de incalculable valor científico y su aplicación médica abrirá infinitos campos de estudios e investigación. ¡Soy un genio!"-
Con el ánimo y entusiasmo que proporciona la satisfacción del éxito, Conrad se levantó y se dirigió a su cocina para llenar de nuevo su taza de café. Cuando estaba a medio camino para concluir el lleno, un pitido detuvo el vertido de la cafeína. Giró su cabeza y buscó con su mirada el portátil para prestar mejor su atención. Ese pitido no le había gustado, era portador de problemas en su reciente proyecto. De nuevo el pitido anunciando un error... y otro... y otro más...
Apresurado se acercó a su ordenador... otro error sonó cuando estaba de nuevo pegado a la pantalla. En total cinco mensajes de error. En la fila de su clasificación, en la última columna en letras rojas se anunciaba el fatídico "Warning" Arrastró el cursor y desplegó la información en uno de los errores. "Análisis molecular desconocido"
Comprobó los cuatro sujetos restantes que habían registrado error y el mensaje era el mismo: "Análisis molecular desconocido".
Un despliegue más minucioso de los datos de aquellos sujetos, hizo que en un principio Conrad sintiera alivio. El analizador había hecho bien su trabajo. No había fallos pero de forma inmediata su mente se nubló con aquella revelación. Si no había fallos en su análisis, ¿Qué significado podía tener que cada molécula analizada de aquellos cinco individuos no tuviera clasificación?... Análisis desconocido...susurró.
En un principio pensó que el programa que había seleccionado para el rastreo, solo catalogaba moléculas humanas. Era posible que durante la toma de muestras se hubiera "colado" algún tipo de animal y el programa al comprobar con sus bases "humanas" diera como resultado aquel error. Si esto fuera cierto, habría que depurar la configuración del programa automático de rastreo.
Por fortuna, era algo que se podía comprobar fácilmente. Bastaba con acceder al vídeo de la grabación del visor y localizar el momento que se había producido la anomalía, según los datos recogidos, se había producido en el minuto 4:37. Bastaba con cargar el vídeo y comprobar si algún tipo de animal había "saludado a cámara".
Conrad cargó el vídeo. Desplazó la barra para avanzar al minuto 4:37… despacio… a cámara muy lenta para ese tramo... no debía perder detalle. Detuvo el vídeo, su mano empezó a temblar. Su rostro empezaba a palidecer… el sudor comenzaba a brotar por su frente. No había animal alguno. Solo un grupo de personas que permanecían quietas. Cuatro de ellos alrededor de un tipo alto con gabardina oscura y con la mirada fija en el visor. Con la mirada fija en Conrad, una mirada que parecía atravesarlo.
Con pausado movimiento, el individuo de la gabardina oscura miró a uno de sus acompañantes. Sin mediar palabra, su compañero asintió con la cabeza, como si hubiera recibido su mensaje de forma hablada. Se apartó del grupo y se dirigió a la puerta principal de Délaco, donde quedó a la espera.
Ahí terminaba el vídeo y comenzaban las dudas. Y las dudas llevaban a la preocupación.
"Desconocido" susurraba Conrad...
"Se ha quedado en la puerta...me ha visto entrar... ¿Me habrá esperado al salir?
Es posible que me hayan seguido a casa, que sepan donde vivo... ¡Dios mío! Nunca debí sacar el maldito trasto a la calle..."
Cerró su portátil de manera brusca. Apagó las luces de su apartamento. Accionó el cierre de persianas y marcó rápidamente en su teléfono:
-¿Sí? ¿Dígame? ¿Quién diablos es?
-¡Ian soy Conrad, tengo un problema, necesito verte!
Continuará...
Continua con el capítulo 3:
Viaje Improvisado
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