Noche de verano.








-Noche de verano-
Microrrelatos. Volumen II

La luz de una cansada lámpara de pie, apenas puede iluminar la habitación. Las sombras danzan en las paredes, creando formas caprichosas que se mezclan con los recuerdos de días pasados. Reposada, casi durmiente en la tumbona del balcón, observa la noche con una mezcla de nostalgia y serenidad. El letrero vertical de neón del hotel, con su luz intermitente, ilumina su corto camisón a intervalos, pintando su piel con destellos fugaces de colores vibrantes.

El calor de la noche es sofocante. Cada poro de su cuerpo empapa casi por completo su ligera vestimenta, y el sudor corre lentamente por su frente, cayendo por su cuello y senos, recordándole la intensidad del momento. El aire es denso y pesado, cargado de aromas nocturnos y del asfalto caliente. La ciudad parece un ser viviente que respira con dificultad bajo el peso de la temperatura.

El ruido del viejo y cansado ventilador ya solo hace ruido, un ruido que se mezcla con el ligero bullir de la ciudad. Los sonidos de coches lejanos, risas de personas que buscan refugio en la noche y el murmullo de conversaciones apenas audibles crean una sinfonía urbana que la envuelve. A pesar del bullicio, encuentra una extraña paz en ese caos nocturno, una sensación de pertenencia y conexión con la vida que la rodea.

Mientras observa el cielo estrellado, sus pensamientos viajan lejos. Recuerda las noches de su infancia, cuando el verano era sinónimo de aventuras y descubrimientos. Las horas pasadas en la playa, las carreras con amigos por las calles desiertas y las historias contadas bajo la luz de la luna. Ahora, esas memorias se entrelazan con su presente, creando un tapiz de experiencias que la hacen sonreír.

El letrero de neón sigue parpadeando, y ella se deja llevar por su hipnótico vaivén. Los recuerdos se desvanecen, y solo queda el presente. Las luces de la ciudad, el calor abrazador y el sonido constante del ventilador forman una especie de mantra que la adormece. Se siente parte de algo más grande, un pequeño engranaje en la vasta maquinaria de la vida urbana. La ciudad se prepara para otra noche interminable de verano. Con los ojos medio cerrados y una sonrisa en los labios, se deja llevar por el murmullo de la noche. Otra noche más, otra eterna noche de verano.
 

Comentarios

  1. James, qué atmósfera tan lograda.
    Tu relato tiene ese tempo suave de las noches calurosas donde todo parece ralentizarse… incluso los pensamientos. Me ha encantado cómo los elementos de la ciudad —el ventilador ruidoso, el letrero de neón, el murmullo lejano— se convierten en parte de una especie de sinfonía íntima que acompaña a la protagonista en ese trance entre el recuerdo y la vigilia.

    Has pintado una escena que más que leerse, se respira: el sudor lento, la densidad del aire, esa mezcla entre cansancio y pertenencia. Todo eso convierte la noche en algo casi sagrado. Y es precioso cómo el pasado se desliza hacia el presente con tanta naturalidad, como quien flota sin resistirse.

    Una micro que sabe a verano lento y eterno. De esas que uno lee y le dan ganas de asomarse al balcón, aunque solo sea para escuchar el mundo respirar.

    ¡Un abrazo, compañero!

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