-El Morador de las Sombras-
Microrrelatos. Volumen II
Después de lo ocurrido en el accidente del laboratorio, regresó a su casa. Las luces de la ciudad brillaban con intensidad, pero él solo parecía percibir las sombras de cada rincón y nada más. Pasaron los días, las semanas, y fue notando que no había salido ileso de aquello. Las secuelas del accidente eran mucho más profundas de lo que podía imaginar.
Al principio, los cambios fueron sutiles. Notaba que su piel se volvía traslúcida bajo la luz del sol, y que las sombras parecían abrazarlo con una familiaridad inquietante. Trató de ignorar estos síntomas, atribuyéndolos al estrés postraumático. Sin embargo, con el tiempo, la realidad se hizo innegable: iba perdiendo poco a poco su forma corpórea hasta convertirse en un ente que solo podía habitar en las sombras.
La luz, que antes le proporcionaba calidez y consuelo, ahora significaba su muerte. Sus intentos de exponerse al sol resultaban en un dolor indescriptible, y pronto comprendió que su existencia estaba atada a la oscuridad. Su hogar, antes lleno de vida y alegría, se convirtió en un refugio sombrío donde, cualquier atisbo de luz, no era bienvenido. Se convirtió en un morador de la sombra. Su nuevo hábitat y hogar. El concepto del tiempo se desvaneció en su mente. Aprendió a moverse sigilosamente por la penumbra, evitando cualquier fuente de luz que pudiera dañarlo. A medida que su forma física se desvanecía, desarrolló habilidades para percibir el mundo a través de las sombras, sintiendo cada rincón oscuro como una extensión de su propio ser.
Poco a poco, familiares fueron extrañando menos su ausencia, sus amigos, se acostumbraron a recordarlo y hacer suyas sus vivencias y anécdotas, la vida, con el paso del tiempo, se encargó de borrarlo de los recuerdos. Lo más doloroso fue observarlo conscientemente desde el nuevo plano existencial del que ya formaba parte por completo.
Encontró consuelo en la compañía de otros seres nocturnos, criaturas que se escondían en la oscuridad y compartían su destino. Juntos, formaron una comunidad silenciosa, un grupo de almas perdidas que se entendían sin necesidad de palabras, pero, la soledad, era su única compañera en realidad.
Con el tiempo, aceptó su nueva existencia. La desesperación inicial dio paso a la aceptación, y comenzó a explorar los secretos que la oscuridad le ofrecía. Aprendió a dominar las sombras a su voluntad. Podía influir en el mundo material a través del opuesto a la luz, en capas y maneras que no podía imaginar posibles, al menos no lo eran, en la anterior vida que dejaba atrás.
Podía alterar la realidad del otro mundo. Pero no se limitaba ahí su nuevo poder, descubrió que las sombras guardaban historias antiguas, ecos de tiempos pasados que solo él podía escuchar y podía traer al presente para ayudar o atormentar a sus antiguos semejantes mortales. Su poder le brindó un sentido para existir y no desesperar por toda la eternidad en la oscuridad del universo. Aunque, si bien fue apartado y olvidado de su mundo y sus semejantes, irónicamente escogería la senda del bien, la senda de la luz, por muy contradictorio que sonara.
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