Madrid 2077

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-Madrid 2077-



    Las luces del piso 56 del Megaedificio del sector 6, la antigua avenida de Pablo Neruda, estaban a pleno rendimiento. En el interior del apartamento, Claudia calentaba la cena mientras esperaba la llegada de su marido y su hijo. Después de un día entero dedicado al cuidado de la casa y la despensa de raciones, aquel momento, era su favorito. Al acabar la segunda guerra civil, las mujeres se vieron privadas de todos sus derechos, trabajo remunerado incluido. "Servir y procrear" era el nuevo lema del partido para ellas.

    Mientras preparaba la mesa, tarareaba canciones legales, aprobadas en las listas mensuales del "Ministerio de la Opinión y el Buen Criterio". "Esos cabrones tenían micrófonos y cámaras por todas partes" como solía refunfuñar su marido cuando soltaba algún improperio, siendo siempre acompañado de una reprimenda por parte de ella. "¡Calla, Alfonso! Y aplica lo que predicas" solía decirle.  

    Vasos, platos, cubiertos y servilletas. Las raciones de agua y comida estaban a punto de terminar su proceso de cocción.

    Los altavoces internos del apartamento vociferaron:

"Ciudadano MRC2027V En casa"

—¡Hola, cariño! ¡Ya he llegado!

—¿Qué tal, mi amor? ¿Cómo ha ido el día?

    Dejó a medio colocar el resto de enseres para acudir a recibir a su marido, tomando su gabardina y maletín después del habitual beso fugaz.

—¡Hasta arriba, como siempre! Esa maldita IA es insaciable. En unos meses habrá engullido todo lo que concierne a este sector. Hija de…

—¡Bueno, bueno! —interrumpió —. ¡No perdamos las formas, cariño! Ya veremos qué pasa cuando terminéis el sector. Descansa. En un ratito estará lista la cena.

—¿Y Rubén? ¿Ha llegado ya del Instituto? —dijo mientras tomaba posición en la mesa.

—Aún no. Mira su geolocalizador, ¿quieres? Debe estar al llegar.

    No hizo falta. De nuevo la voz del apartamento gritaba:

"Ciudadano RRF2065V En casa"

—¡Hola! ¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya estoy aquí!

—Buenas noches, hijo, llegas a tiempo. Siéntate con tu padre, que os sirvo ahora mismo la cena.

Como si lo tuvieran ensayado, padre e hijo alzaron su plato hasta la altura de sus barbillas para que la madre sirviera un par de cazos de aquel compuesto que parecía puré de verduras.

—¿Qué tal el día, hijo? —preguntó cariñosamente la madre mientras terminaba de repartir la comida.

—Hoy nos hemos pasado todo el día ensamblando los nuevos procesadores para el núcleo principal de Nueva IA, la misma en la que está trabajando papá. Es muy potente, muy avanzada; va a hacer que su anterior versión parezca de antes de la guerra. Es una pasada. Quieren instalarlo en los droides de nueva generación.

    Las Corporaciones se habían hecho con el control de las diferentes estructuras sociales; la educación y la sanidad fueron sus mejores compras. El Keiretsu Samapplesung controlaba la educación. Todos los alumnos eran mano de obra barata, su trabajo a cambio de una difuminada formación empresarial. Trabajaban en largas jornadas sin ver el sol. La resistencia los llamaban "Vampiros" de forma coloquial.

—¡Vaya! Me alegro de que lo estés pasando tan bien. ¿Qué pasa? ¿Qué ahora idolatras a esos cabrones?

—¡No le hables así al niño! —saltó como un resorte la madre después de soplar su ración de puré.

—Ya es un hombre y debe enterarse de las cosas. ¡No nos queda más remedio que trabajar para esos hijos de puta! ¡Pero al menos, que disimule y no parezca que disfruta con ello!

—¿Y qué quieres, papá? Me gusta la tecnología. Solo me maravillo ante los avances que…

—¿Avances? Sabes cuánto tuvieron que trabajar tus abuelos para que…

—¡Callaos ya! ¡Por el amor de Dios! Tengamos la cena en paz. Todo el santo día aquí sola, deseando que lleguéis, ¿para esto?

—¿Paz? ¿Cómo va a haber paz con esta porquería de cena que nos escupen? ¡Son las sobras! ¡Ni sus perros comen tan mal!

—Es lo que hay, Alfonso. Si te hubieras comportado bien en el examen de ciudadanía, estaríamos ahora en el sector 8. ¡Tú y tus dichosas ideas políticas!

—¡Ya estamos! ¿Me lo vas a echar en cara siempre? ¿Verdad?

—Me han dicho que allí dan postre dulce con las raciones —dijo el niño mientras no paraba de relamer la cuchara con los últimos restos de comida.

—Patrañas… en fin… vale. Tienes razón, cariño. Tengamos la fiesta en paz. Hablemos de... ¿De qué?

—Pues, por ejemplo, si recuerdas que mañana tienes que teletrabajar. Viene el pedido de ropa. Mañana tengo el curso de desfeminización. ¡Es presencial y no puedo faltar! Llevo dos partes de ausencia. Al tercero… ya sabes.

—Descuida, mujer. No lo olvidé. En fin… Desfeminización —miró a su mujer con ojos lacrimosos —. Qué hijos de… Mejor me callo y no digo nada más porque si digo lo que pienso me llevan directo a reeducación. Ya sabéis lo que dicen. Estos cabrones tienen micrófonos y cámaras por todas partes.

—¡Calla, Alfonso! Y aplica lo que predicas.

    Terminaron de comer sus raciones algo más en calma. La casa anunció la hora del toque de queda. Quedaban unos quince minutos para que apagaran las luces de los apartamentos de todo el sector. De toda la ciudad. Al menos, la parte que formaba la mano de obra del gigantesco engranaje urbano.

    Antes de ir a la pequeña habitación donde se apilaban en literas los cubículos para el descanso, el padre pidió a su hijo que le dejara su cable húmedo.

—Hazme el favor, hijo. Quiero conectarme a la subred para ver una película de verdad, de las de antaño, y no esas mierdas que echan de la lista del ministerio.

    La familia al completo ocupó sus camas. Las luces se apagaron. El fin del día trepaba por las desgastadas grietas del Megaedificio.

    El silencio de la noche solo se veía interrumpido por las órdenes dictatoriales que instaban a cumplir el toque de queda. Se repetía por cada calle de la ciudad a través del sistema de megafonía. La última consigna de amor al líder cerró definitivamente las órdenes.

    La madrugada parecía coquetear con el silencio absoluto. El altavoz interno del apartamento se encargó de desmentirlo:

"Agentes de la guardia del Ministerio de la Opinión y el Buen Criterio, B51 y B52, en casa. Pongan las palmas de sus manos en las marcas habilitadas cerca del muro del salón. Los agentes van a proceder a su registro y detención preventiva.

Gracias por su colaboración"

—¡Tú y tus dichosas ideas, Alfonso!


-Fin-








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