La semilla oscura - Capitulo 2: El largo sueño.

Dark seed. 

"El largo sueño"



Nota del autor:
Puedes leer el primer capítulo desde este enlace:



La semilla oscura (Dark Seed). Capitulo 2 - El largo sueño.

 
La clara mañana del domingo interrumpió en la habitación de Mike a través de las descorridas cortinas de su habitación del hotel, posando los rayos en su torso desarropado. Al sentir el calor del sol, se desperezó con un grandioso bostezo. Se sentó sobre la cama y en acto reflejo alzó sus manos hacia el techo para estirar su cuerpo entumecido por el sueño. Siempre que iba a iniciar una nueva novela, los nervios se presentaban por las noches. Pero esta vez el cansancio del día anterior hizo nivelar la balanza del lado de Morfeo. Esta vez, sus nervios fueron de utilidad y lo despertaron en el preciso momento.

Una ducha rápida, un empaque de maleta rápido y en rápido movimiento, Mike se encontraba en el salón comedor del hotel para hacer un desayuno rápido.

Mientras daba pequeños sorbos al exageradamente caliente café con leche que le habían servido, Mike marcaba el número de teléfono de su agente en su móvil.

-Charles, buenos días. Ya estoy casi listo. Estoy terminando de desayunar ¿Puedes pedirme un taxi para que me recoja? ¿Por cierto, refréscame la dirección, algo tengo que decirle al Taxista?

-Sí, dile simplemente que te diriges a la mansión del pueblo ForeignWood. No tiene pérdida. Antes de marcharte pásate por recepción. Te dejé allí las llaves. ¿Vas a iniciar desde ya el “protocolo de escritor”? 
Así lo llamaban ambos para entenderse. “El protocolo escritor”. Consistía en que bajo ningún concepto debían interrumpir a Mike. Aunque se hundiera el mundo. Nada podía molestarlo cuando se encontraba en pleno desarrollo creativo en su trabajo. Nada ni nadie.

-No. De momento no. Hoy voy a estar en modo básico, de toma de notas. Recogiendo ideas e impresiones si vienen a visitarme. Nada del otro mundo. Me instalaré con lo mínimo y empezaré a entrenar la tecla, ya sabes. Dejándome llevar. De hecho, te voy a pedir que me traigas algunas cositas para comer. Pero eso ya mañana. Luego te mando un mensaje con lo que voy a necesitar. Cuando me instale tendré ideas más certeras de lo que pueda apetecerme. Ya te avisaré.

-Lo que tú digas, Mike. Estamos en contacto.

Colgaron.

Mike recogió las llaves de recepción y esperó la llamada de su taxi. – A ForeignWood, a la mansión- Le dijo al taxista justo en el momento en que terminaba de cerrar la puerta del pasajero. El taxi tomó rumbo al pueblo. Poco a poco el conglomerado de edificios y calles fue despejándose. Los caminos de tierra, los verdes prados y las casas bajas tomaron relevo en la ventanilla de su asiento.

ForeignWood se encontraba a unos treinta minutos en coche del centro de Londres. Justo lo que había pedido: un lugar que no estuviera ni muy cerca ni muy lejos del mundanal ruido. Por si cualquier contratiempo precisara de recursos más rápidos y eficientes. La vida en los pueblos tiene sus ventajas y sus inconvenientes y estos últimos, los remediaba la ciudad. Al menos los suyos.

El taxi se paró al pie de una pequeña puerta de metal descolorida que era sostenida por un pequeño muro de piedra que hacía las veces de vallado improvisado. Un vallado a baja altura, que pertenecía más a lo decorativo u ornamental que servir a fines de protección o seguridad. Tras la desvencijada puertecilla un camino de tierra que llevaba a los pies de la entrada de la mansión. El jardín tenía un tono gris por el aparente estado de su vegetación, casi reseco y falto de vida. Le pareció perfecto para sus fines literarios. El interior de la mansión, su arquitectura y su mobiliario estaban acordes con lo visto en el jardín. Todo tenía un tono gris deprimente. De igual modo lo celebró. Notaba como lo que recogía por los ojos hacía trabajar a su cerebro para dar base y cimiento a su ambientación. Un caldo de cultivo a las ideas para su novela de misterio y horror.

Recorrió toda la mansión. Era un primer vistazo y toma de contacto. Ya habría ocasión de conocerse mejor, de revisar cada recoveco que de seguro se había dejado de primeras. La mansión era grande y espaciosa, llena de estancias, de objetos que contaran sus propias historias, de secretos que estaban esperando ser descubiertos… Habría tiempo.

La madera de las escaleras crujía, como si se quejaran del peso de Mike y su maleta. Subía en dirección a una de las grandes habitaciones. La primera planta estaba llena de ellas. Después de una rápida revisión se quedó con la más grande. La que tenía una gigantesca cama de matrimonio y baño propio. Sin duda, la habitación de antaño de los cabezas de familia. Dejó allí su maleta, pero antes sacó de ella su maletín con el portátil.

Aún quedaba un tramo de escalera que llevaba a una especie de buhardilla. Bien iluminada por dos grandes ventanales. Una mesa generosamente grande acompañada de no menos generosa silla. En una de las esquinas una lámpara de pie, para que cuando cayera el sol o en los días de mucha nube, se necesitara iluminar la estancia.

Perfecta. Dijo mientras sacaba el portátil de su maleta y lo colocaba en la mesa. Era el lugar perfecto para trabajar. Dentro de la mansión, aunque algo apartado para poder separar trabajo de descanso. Era como una oficina muy cerca de casa.

Una vez instalado, decidió acercarse al pueblo para aprovisionarse de algunas cosas para la cena y conocer, también de forma preliminar, el pueblo donde pasaría una buena temporada. Anduvo por el camino de tierra que separaba la mansión de las afueras del pueblo. No estaba muy apartado de él. Lo suficiente y necesario. Un paseo agradable, sin duda. El verde de las formas naturales aquí era de ese mismo color en contraste con la de su jardín.

Llegó al centro del pueblo, donde se agolpaban y emergían de su plaza los diferentes comercios. -Lo primero es lo primero- dijo mientras enfilaba sus pasos hacia el estanco. La nicotina lo ayudaba a pensar y también a calmarse en los momentos de pánico creativo. Dos cartones de “Doc con filtro” eran suficientes para abastecerse de este particular “veneno” las dos primeras semanas.

Con la nicotina bien cargada se dirigió a una tienda que rezaba en su cartel “Mary's store” en la que una entrañable mujer de avanzada edad, ofrecía un surtido muy variado de productos, incluida las bebidas espirituosas, segundo objetivo de Mike.

De la tienda de Mary tomó un par de botellas de whisky, dos botellas de refresco de cola, seis latas de cerveza, dos bolsas de hielo, una pizza congelada de jamón y queso y una caja de lasaña boloñesa también congelada. Pagó con su tarjeta y salió de la tienda con un educado “hasta pronto”.


Con su bolsa de provisiones en un brazo, usó el que le quedaba para redactar un mensaje de texto con dirección a su agente literario, Charles. Anotó una lista de provisiones de comida y bebida, junto con otras cosas, como revistas de cine y algún que otro pasatiempo. Al final de la lista, anotó el día de entrega. No lo necesitaría hasta mañana lunes, pero ese día debían estar sin falta en la mansión. Insistió en eso. No quería volver tan pronto a hacer una nueva incursión en el pueblo. Tampoco sabía que tiempo iba a disponer, si es que quería. 

El camino de regreso se lo tomó con calma. Llegó de nuevo a su mansión. Le gustaba cómo sonaba eso, mansión, ya que, aunque tenía un hogar bastante generoso con el espacio, no llegaba en comparación con lo que ahora disfrutaba. Hogar. Un concepto un tanto ilusorio. Su trabajo le obligaba a viajar prácticamente la totalidad del tiempo que no lo dedicaba a la escritura para la promoción, entrevistas y firmas. Pasaba más tiempo en habitaciones de hoteles que en su casa. Hogar. Se podía decir que carecía de él.

En eso le llevaban sus pensamientos de regreso a la mansión y se molestó. No debía pensar ahora en eso, no debía permitir que esas ideas improvisadas de ese carácter tan vacío invadieran o entorpecieran las ideas valiosas, las creativas que sirvieran al desempeño de su trabajo.

Llegó a su destino y al entrar cerró con llave. Dejó sus provisiones en la encimera de la cocina. Cada cosa a su sitio. Los congelados y las bebidas a buen refresco en la nevera. Abrió uno de los cartones de tabaco y se guardó una cajetilla en el bolsillo, no sin antes sacar un cigarrillo que rápidamente encendió. Expulsó la primera bocanada de humo casi de forma placentera. Ya tenía ganas de llenar su cuerpo con el veneno de la nicotina. Buscó un cenicero para dejar el cigarrillo mientras se preparaba una copa de whisky con refresco de cola. Los hielos en el vaso interpretaron su sinfonía más conocida, como conocida es la sinfonía del líquido cayendo en el vaso.

Subió a la oficina de su buhardilla y encendió la lámpara y su ordenador. Aún había luz natural, pero el atardecer ya empezaba a notarse en el cuarto. Mientras arrancaba el PC, dejó los utensilios de la estimulación, tabaco y alcohol, cerca del teclado. Iba a trabajar un poco en el título y en los escenarios de su novela.

Estuvo un par de horas trabajando hasta que su estómago empezó a solicitar atenciones. Bajó a calentarse la pizza mientras daba cuenta de una lata de cerveza. Cenó en silencio, aunque las ideas que iban y venían para su novela apenas le dejaban escuchar la quietud de la noche. Un último cigarro precedía al ritual de la noche: algo de aseo, un poco de lectura en la cama y un último vistazo a los mensajes de su móvil antes de cerrar el día. Comprobó que Charles había leído el mensaje con todo lo que necesitaba para mañana y le contestaba que lo tendría sin falta. Dejó el móvil en la mesilla y esperó a que la pantalla dejara en oscuridad toda la habitación.

Cerró los ojos y cayó en un profundo sueño. Su cerebro no tardó mucho en construir un sueño, una pesadilla que el escritor no dudaría en tildar de ligera, dada su dilatada experiencia en el género.

En el sueño notaba como si estuviera flotando, aunque permanecía tumbado. Era como si lo sacaran de la cama y lo llevaran fuera de la mansión. Notaba como todo lo nublaba un espeso humo gris. Lo cegaba una intensa luz blanca. Su cuerpo se encontraba tendido en otro lugar. Frío. Oscuro. Húmedo. Escuchaba voces susurrantes que provenían de distintos lados y giraban alrededor de sus oídos. Como si dieran vueltas en su cabeza.

"Nota del autor: Imagen original del videojuego como homenaje al momento de esta escena"


No comprendía nada de ese lenguaje, de esos sonidos. Notó algo extraño en su frente. Como si algo manipulara el interior de su cerebro. Pese a ser un sueño, el dolor parecía muy real e intentaba gritar, aunque sin éxito. Permaneció un tiempo inmóvil hasta que de nuevo notó el humo espeso y las luces intensas. De nuevo esa sensación de levitar. Cuando el humo quedó disperso, pudo reconocer su habitación. Estaba de nuevo en su cama, si es que la sensación no lo había engañado y no se hubiera movido de ella. Los sueños son caprichosos. La pesadilla se calmó y no recordó soñar nada más durante el resto de la noche.

***

Despertó sobresaltado al oír la campana y los portazos de la puerta de entrada de la mansión, acompañados por gritos que pronunciaban su nombre. De forma instintiva tomó el móvil de su mesilla. Para su sorpresa, estaba plagado de mensajes y de llamadas perdidas. En un principio no le dio demasiada importancia. La campana seguía sonando al grito acompañado de

-“Mike Donovan, si está en casa, por favor abra la puerta. Policía”-

-“¿Policía?” Se dijo- “Pero qué cojones…” se levantó de la cama y agarró su batín del armario. Bajó atropelladamente las escaleras y se dirigió al recibidor para abrir la puerta principal.

Cuando abrió se encontró con dos agentes de policía. Detrás de ellos un pálido Charles que al verlo se alivió en un sonoro suspiro y en sus mejillas volvía a correr la sangre para recuperar su color original.

-Gracias a dios. ¿Pero dónde diablos te has metido, Mike? Me tenías muy preocupado

- ¿Cómo que donde me he metido? Pues aquí, trabajando. ¿Recuerdas? Me alquilaste esta mansión. Me instalé ayer, estuve en el pueblo y luego trabajé un poco por la noche. Me fui a la cama y hasta ahora. ¿Qué ocurre?

- ¿Dónde estuviste todo el día de ayer?

-¿De ayer? ¿Quieres volverme loco? Te lo acabo de decir. ¿De qué me estás hablando?

-Mike, ayer desapareciste del mapa. Todo el maldito día, veinticuatro horas sin saber ti.

-Pero…-ahora el que se estaba poniendo blanco y empezaba a asustar era Mike- Ayer…yo…te envié un mensaje, para que me trajeras mis cosas… Hoy… Para este lunes…

- ¿Hoy? ¿Lunes? Me estás asustando Mike. ¿Qué cojones te pasa? Es martes Mike, hoy es MARTES…

- ¿Ma… Martes? Tartamudeó Mike. No dijo nada más. Se quedó totalmente pálido y necesitó buscar un lugar donde sentarse. No comprendía absolutamente nada… empezó a sentir un fuerte e intenso dolor de cabeza.

- Martes... Mañana…

Repetía una y otra vez mientras tomaba asiento y llevaba sus manos a la cabeza.



Continuará



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