Atardecer

"Alice y Franck"


La tarde languidecía dejando paso al crepúsculo. El azul del día fue consumiéndose a favor del naranja patentado de cada atardecer. El aparente orden natural no cesa en su empeño cíclico, no así el bullir de la ciudad con sus cánticos electrónicos con forma de coros de carne y metal.
Incontables peregrinos vagan por cielo y tierra en dirección a ninguna parte los menos afortunados o haciendo una pequeña reflexión quizás sean los más afortunados al estar sumidos en su rutina que se adhiere imperceptiblemente a sus vidas. Lo más probable es que estén pensando lo mismo que tú en este preciso instante, convirtiéndote también en usuario de la rutina con un matiz: la desfachatez de creer que eres tú el único que lo percibe. La rutina os pertenece.

Poco a poco el tono anaranjado te contagia. Las pupilas se dilatan y al notar la tarde en un sencillo ejercicio de atención, una sensación contradictoria entre el desasosiego y la calma te invade haciendo sentirte bien de algún modo. Te regocijas de esa placidez que proporciona. Sientes un pinchazo en el estómago y quieres detener el tiempo en ese paisaje. Lo artificial de la ciudad se funde con escasas pinceladas naturales. De alguna forma acabas de percibir la belleza que ha sido construida para ti.






Por JM Brown.
Una pequeña porción de la novela Alice y Franck.
Te invito a leer los capítulos anteriores:


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