Recuerdo remoto. Capítulo 6: Adiós, Titán.

Recuerdo remoto. 

"Capítulo 6: Adiós Titán."


Nota del autor:
Anteriormente en Recuerdo remoto:


-Recuerdo remoto. Capitulo 6: Adiós, Titán.-



"Última llamada para los pasajeros del vuelo interplanetario 19-77 con destino Newpolis, Nueva América. Embarquen por la puerta A2" escuchó Conrad a través del interfono del aeropuerto de Titán, mientras terminaba de meter su arma de pulso laser en una de las taquillas de la consigna. Cerró la puerta e introdujo la contraseña al tiempo que se le cargaba el importe de la operación por los días que iba a necesitar prestado aquel habitáculo, en su terminal portátil personal.  No iba a pasar ni el primer control de seguridad con su pistola, por lo que el primer paso que dio en el aeropuerto internacional, era ponerla a buen recaudo en aquella taquilla.

El segundo paso era procurarse un arma al llegar a la Tierra. En su camino al aeropuerto, estuvo haciendo ejercicio de memoria para ver quien podía hacerle ese favor. Alguien que fuera de su entera confianza y le procurase un salvoconducto al llegar, un arma de pulso laser como la que dejaba en Titán. Al relacionar Tierra, arma y confianza, su cerebro materializó, si es que se puede definir de esa manera, una imagen en su cabeza. La de su antiguo amigo y compañero de facultad: Frank.

Hacía muchos años que no sabía nada de él. No sabia siquiera si continuaría aun su vida en la Tierra. Sus planes pasaban por trabajar en las colonias de Marte y siempre lo vio muy capaz y convencido de ello. Era de aquellos hombres que destilaban confianza, respeto e influencia en sus palabras, en sus ideas. No dudabas ni un segundo que tras su discurso, se precipitarían sus acciones. Se tomaba muy en serio cualquier aspecto que tuviera que ver con aquello que llamamos el camino de la vida. Eso le confería un halo de admiración y respeto, cosas que Conrad, valoraba como virtudes en la elección de sus referentes, de sus amigos o camaradas.

Probaría suerte con Frank. Era desde luego su mejor baza en la tierra. Si por desgracia para Conrad se encontraba en Marte, seguiría en orden descendente en su agenda de prioridades cuando de pedir ayuda se trataba. Estaba decidido a enviarle un mensaje. Pero no podía hacerlo desde su terminal portátil. Era demasiado arriesgado. Si no quería dejar pistas en el entramado digital, debía de recurrir a los viejos métodos analógicos. Más arcaicos, pero igual de efectivos. En las instituciones e infraestructuras del estado, era común e incluso obligatorio por decreto, disponer de ciertos sistemas de comunicación o seguridad, que el usuario medio no dudaría en calificar de arcaico. El aeropuerto interplanetario de Titán no era una excepción.

Conrad miró a su alrededor y vio las antiguas cabinas de comunicación, los antiguos terminales de llamadas del aeropuerto. Lo que antes conocíamos como cabinas telefónicas, donde podías realizar llamadas de audio o, en un alarde de excesiva muestra de poder tecnológico, enviar pequeños mensajes de texto con límite de caracteres. Un SMS. Era perfecto para no dejar rastro o huella alguna en aquel inmenso océano digital en el que todo estaba demasiado controlado. El control ahora se antojaba en peligro de muerte para Conrad.



A Frank, le iba a encantar el canal elegido para recibir su mensaje. No había tarde de cervezas en las que no pronunciara su famosa y repetida frase de: “me gusta lo antiguo, lo clásico.”

Conrad, se acercó a una de las empleadas del aeropuerto tras un mostrador y pidió fichas para las antiguas terminales de comunicación. --Aquí tiene, señor Bonamico. 25 créditos en fichas. Que tenga un buen día-- Una vez más, la falsa identidad que le había proporcionado el difunto Paul, funcionaba a las mil maravillas. Se lamentó de su trágica perdida cuando terminaba de dar las gracias a la empleada con un gesto de aprobación en su rostro. El recuerdo de lo sucedido escasas horas en el bar de Paul, le recordó que no debía bajar la guardia ni tan siquiera un segundo.

Este viaje lo iba a dejar demasiado expuesto. Sin arma y solo con su escudo de energía para sortear los posibles peligros del viaje. Rezaba por que fuera tranquilo, sin contratiempos. Sin visitantes de última hora en la cabina de la nave de transporte. Llevaba horas de ventaja, pero el enemigo actuaba rápido y con extremada violencia. Al menos su vuelo, no se había retrasado.

Introdujo las 25 fichas en la cabina. Con el teclado alfanumérico fue escribiendo torpemente el mensaje a su amigo Frank: "Vuelvo a la tierra. Tenemos que vernos, Frank. Necesito alguno de tus juguetes. Asunto de vida o muerte. Recuerdos a Alice" Introdujo el número de la terminal de Frank y dio al botón de enviar. Cruzó los dedos para que lo recibiera.

El interfono volvió a repetir, esta vez sonando su voz como un ultimátum: "Última llamada para los pasajeros del vuelo interplanetario 19-77 con destino Newpolis, Nueva América. Embarquen por la puerta A2"


Conrad demostró al segundo lo que significaba el término de presteza. Salió de las zonas de las cabinas y se puso en la fila de pasajeros de la puerta A2. Miraba a sus compañeros de vuelo de adelante y los que llegaban de atrás. Revisando cualquier gesto o mirada que pudiera ser sospechosa, que lo hicieran sentir acechando, vigilando, cazando. Todo parecía en orden. Por fin, llegó a la puerta de embarque. Sacó su tarjeta de identificación y la dejó reposar en el lector. En la pantalla aparecieron sus datos y una imagen parecida a la de su portador, como ocurre con todas las tarjetas de identificación de todo el mundo.

--Gracias señor, Bonamico, Antonio Bonamico, que tenga buen viaje-- Dijo la azafata de vuelo con una blanca sonrisa de oreja a oreja. Aquella sonrisa era lo más bonito que había visto Conrad en los últimos días. Lo tomó como una señal de que todo iba a ir bien en su vuelo a la tierra.

Ocupó su asiento. No dejaba de mirar a todos lados. A toda persona que cruzara su vista. Desde el pasillo de embarque hasta reposar descansadamente en el sitio asignado en su billete. Todo parecía estar en orden y calma. Todos eran sospechosos y a la vez inofensivos. Si no lo habían asaltado ya, era poco probable que lo hicieran a estas alturas. Además, nadie parecía ir vestido de negro con gafas oscuras, claro que también pensaba que, aquellos que lo perseguían, no iban a ser tan sumamente idiotas como para repetir atuendo, ¿o sí? -- Conrad, ¡ya! Relájate, todo está en orden-- se decía así mismo en un intento por calmar ese torrente de pensamientos.



Las puertas de la nave se cerraron presurizando el interior. Conrad hizo un gesto de bostezo para despejar sus taponados oídos por el efecto. El vehículo de remolque empujaba la colosal nave interplanetaria de camino a la pista de despegue. Conrad reposó su cabeza en el asiento y cerró los ojos. Llevaba unos días de mucha tensión. Todo había pasado muy deprisa desde aquella noche. Desde que su visor molecular descubrió aquellas cinco anomalías. Hasta ahora, no había tenido tiempo para reflexionar de forma pausada, para analizar aquella situación, deducir y sacar conclusiones. Su cerebro le había alertado para actuar. Así lo hizo, desde la llamada a Ian hasta encontrarse aquí y ahora, sentado cerca de la ventanilla de la nave, rumbo a la Tierra.


La nave se aproximó al comienzo de la pista. Los y las azafatas de vuelo comenzaron su baile ritual de instrucciones por si ocurría alguna emergencia. Mostraban donde se localizaban las mascarillas, las escafandras espaciales y los mini tanques de oxígeno perfectamente camuflados con el diseño interior de la nave. Todo lo que se debía hacer con coreografiados gestos, aunque las probabilidades de sobrevivir o morir, fueran altas para el lado de la muerte.

Mientras tanto, Conrad pensaba: --Aquellos individuos que detectó mi visor daban lecturas anómalas. En un principio no podía creerlo, o lo achacaba a un fallo del sistema, pero era inútil negar la evidencia, sobre todo al observar la sangre e interior de uno de ellos en mi último encuentro, en el bar de Paul. No eran humanos. De locos. Tantos años de exploración y expansión planetaria a otras lunas, a otros planetas, intentando buscar evidencias de vida con resultados infructuosos y, cuando menos lo esperamos, doy con el hallazgo. No estamos solos en el universo.

Criaturas alienígenas entre nosotros. Camuflados como y con nosotros. A la espera. Infiltrándose poco a poco. Bien organizados. Actúan rápido y sin contemplaciones, de forma implacable. ¿Qué intenciones tendrán? Desde luego, si se mueven en la sombra, no las tienen del lado de las buenas. Si no, ya se habrían descubierto y mostrado sus intenciones de cooperar. ¿Cuántos individuos estarán ya infiltrados entre nosotros? En Titán he detectado por el momento a cinco de esos aliens. ¿Habrá más en otras colonias? ¿En la Tierra? ¿Ocuparán cargos importantes en el tejido social? Creo que vienen a suplantarnos. Se están moviendo como fichas de ajedrez. Posicionándose meticulosamente, a la espera. En el momento preciso, actuar y hacerse con el control de las colonias, la tierra y nuestro sistema solar. Esto es una pesadilla de película antigua. ¡Aliens invadiendo la Tierra! Tengo que llegar a Newpolis y sacarlo a la luz. Vamos trasto inútil, ¡Despega ya!--

Los potentes motores sublúmicos pasaron del reposo a su ignición. Una fuerte luz azulada salía por popa. Un sonido limpio, continuo y creciente atronaba y ensordecía la pista. La nave comenzó a acelerar. Corría como alma que lleva el diablo. A una velocidad que no parecía estar de acuerdo con sus dimensiones. Las ruedas se separaron del asfalto y tomaron altura. Un nuevo estruendo sacudió los alrededores del aeropuerto interplanetario. Los motores habían alcanzado y superado en tiempo récord la velocidad del sonido. Poco a poco se alzaba, alcanzando los límites de la atmósfera artificial de la colonia de Titán. Fuera de las tenazas de la gravedad, la nave puso rumbo a la tierra y aceleró a velocidad sublúmica dejando tras de si, un destello azulado.

Desde el pasillo de embarque, asomado por uno de los grandes ventanales de vidrio, un hombre observaba el despegue. Ataviado con gabán largo oscuro, así como oscuras gafas. Era el líder, el único superviviente de los cinco alienígenas de Titán. Observaba la escena. Vio como el avión aceleraba por la pista y se perdía en el vacío del espacio. Sacó del bolsillo de su gabán su terminal portátil personal. La silueta de un hombre se materializó con forma de holograma.--Acaba de despegar. Todos alerta allí. Acabad con él--



Puedes continuar leyendo con el siguiente capítulo


Comentarios