Recuerdo Remoto. Capitulo 5: No son humanos.
"No son humanos"
Nota del autor:
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Capitulo 5: No son humanos.
Uno de los individuos pertrechado con su gabardina negra y gafas oscuras se inclinó sobre la aeromoto abandonada en aquel lugar apartado y poco iluminado, hasta que comenzó a iluminarlo todo con una especie de escáner que emitía un láser verde, que todo registraba a su paso. El otro individuo, de igual apariencia, permanecía en pie a su lado, apretaba con su dedo índice y corazón el aparato de comunicación que llevaba sujeto en la oreja. Sin duda hablaba con su jefe y le comunicaba sus recientes descubrimientos. El otro grupo de dos individuos que completaba la suma de las “anomalías” de Conrad, realizaba también tareas de búsqueda, no tan fructíferas como los presentes, en algún otro lugar de la ciudad.
Una vez terminado de escanear la aeromoto el individuo se puso en pie y comenzó a estudiar los datos escaneados. Del bolsillo de su gabardina extrajo otro aparato que conectó al escáner. De pronto, una pantalla holográfica empezó a proyectarse a escasos centímetros de su rostro. Una especie de tecnología que registraba, localizaba, emitía y rastreaba huellas de presencia personal. Un vago rastro invisible que la gente deja a su paso por el entorno, imprimiendo su presencia en el ambiente de forma inconsciente. Imperceptible para todos, salvo para esa extraña tecnología de aquella extraña pareja de individuos.
Cada persona a su paso por cualquier lugar deja una especie de huella al mover las partículas del aire, de su entorno. De forma muy difuminada a medida que pasa el tiempo. Ese aparato lograba registrarlo y hacer un seguimiento. Como una especie de sabueso, pero tecnológico. Algo muy avanzado. Sin duda un prototipo, como el visor de Conrad. En la pantalla del holograma que sostenía el individuo apareció el rastro de huella personal que había escaneado de la aeromoto. La señal era muy débil, pero los condujo a dos manzanas de allí, al hotel donde Conrad se alojó la pasada noche.
De forma instintiva, el dueño del hotel abrió su terminal personal para iniciar los trámites de registro cuando vio entrar por la puerta a los dos individuos uniformados con sendas gabardinas negras y perennes gafas oscuras. –¿Registro como pareja? —dijo el conserje del hotel en tono de mofa cuando se acercaron a su mostrador. No tardó ni dos segundos en arrepentirse de haber tomado tan ligera licencia a la confianza de sus desconocidos. Su cabeza se estrelló contra la mesa, debido al impulso de la mano de uno de los individuos que sujetó su cabeza, indicando su fatal dirección, fracturando su tabique nasal. –Se acabaron las bromas- pensó aturdido el empleado del hotel.
El individuo que le propinó el golpe aún mantenía su mano enguantada sobre la cabeza. Apretó su cabellera y levanto tirando de ella para que sus ojos tomaran la horizontal y se fijara, si es que la sangre que corría en todas las direcciones por su cara le dejaba, en la foto que le enseñaba su agresor desde su terminal portátil. Era una foto de Conrad. Tomada la noche anterior a las puertas de Délaco. Cuando estaba a punto de iniciar sus pruebas con el visor.
Con una voz que retumbaba, que resultaba extraña, casi artificial, el hombre dijo –Fíjate bien si quieres conservar tu pellejo y contesta. ¿Has visto a este hombre? ¿Está aquí alojado? -- Mientras uno interrogaba al empleado del hotel, el otro individuo estudiaba la base de datos de registro del hotel. No aparecía ningún Conrad en él.
A duras penas e intentando limpiarse con un pañuelo la sangre que no dejaba de salir de su nariz, no dudo ni por un instante en contestar lo más sincera y fiablemente posible. –Sí por el amor de Dios. ¿Era esto necesario? Estuvo aquí. Sí, joder. Me hizo un pago extra por no registrarlo. Estamos acostumbrados a ese tipo de trámites. Titán es un pozo de mierda, una luna jodida. Hago lo que puedo, sobre todo si hay un extra. Todos nos ganamos la vida como podemos. Si. Estuvo. Pero se marchó esta mañana muy temprano—
-¿Cuál era su habitación?
-La 207
-Echaremos un vistazo. ¿No te importará?
Esa última pregunta era más una amenaza que una petición cordial. El conserje arrojó sobre la mesa la tarjeta llave de la habitación 207. Una vez dentro, volvieron a hacer uso de su escáner con rastreador de huella personal. El aparato hizo su trabajo y retornó la información que necesitaban. Tenían un nuevo rastro. Como perros de presa, se pusieron en marcha hacia el nuevo destino. La señal marcaba el camino. El rastro llevaba a las laberínticas calles de los bajos fondos.
***
"No sé qué son, pero no son humanos". Esa fue la frase que Conrad le dijo a Ian justo antes de marcharse de su refugio. También era la frase que se repetía una y otra vez en su cabeza. Lo turbaba, sin duda, pero también era cierto que le daba un extra de fuerzas y ánimos para realizar su misión. Conrad puso pies en dirección al bar donde se debía encontrar con ese tal Paul Cuisset.
Conocía el sitio y el camino más que de sobra. Era donde quedaba con Ian cada vez que la agenda dejaba de ser tan exigente, sobre todo si había carreras de “Speedlands”. Iría con precaución, ya que el lugar donde debía encontrarse con Cuisset había quedado expuesto en la conversación telefónica de la pasada noche. Ian no solía cometer errores, por lo que la visita al bar, debería ser segura. Aun así, no fue directo. Hizo unas cuantas maniobras y cabriolas antes de entrar por la puerta para asegurarse de que no había invitados sorpresa.
"Nota del autor: Imagen original del videojuego como homenaje al momento de esta escena"
El barman lo saludó con un gesto de cabeza mientras secaba con un trapo sucio una pulcra jarra de cerveza, el contraste era cuanto menos curioso. No es que fuera muy asiduo de aquel tugurio, pero se dejaba caer a menudo por allí. Se sentó en uno de los taburetes vacíos. Era mediodía y la clientela no era del todo muy abundante. Aún quedaba tiempo para que llegara la hora punta, la hora de comer de los trabajadores de alrededor. Pidió una jarra de cerveza al tiempo que le comentaba si conocía a un tal Cuisset, Paul Cuisset. También dijo que lo mandaba Ian. Eso sirvió como tarjeta llave de presentación. Cuando el barman escuchó el nombre de Ian, supo que la pregunta y su emisor, eran de total confianza.
--“Sí. Acompáñame. Carlo—le dijo a su camarero—voy un momento a la oficina, no tardo” El barman abrió la trampilla lateral de la barra de su bar para dejar pasar a Conrad a su lugar habitual de trabajo. Tras la barra había una puerta que comunicaba con la cocina y saliendo de esta, al fondo, un acceso que conducía a un pequeño y estrecho pasillo pobremente iluminado que terminaba en la entrada a la oficina del bar. No solo de copas se nutre el trabajo de este tipo de establecimiento, también deja espacio para la administración y la contabilidad.
-- Hasta aquí llego amigo. Me vuelvo a la barra. Tu hombre se encuentra dentro. A partir de aquí ya no quiero saber nada de vuestros asuntos. Suerte. —El barman regreso por donde habían venido a su puesto de trabajo.
Conrad abrió la puerta y entró al despacho. Por unos segundos, no sabía muy bien si también había atravesado algún tipo de portal del tiempo que lo había llevado a los años 80 del siglo pasado, a juzgar por su equipo informático y el entorno que lo rodeaba en perfecto contexto. Detrás de la mesa del escritorio estaba Paul. Custodiado por una montaña de papeles y varios archivadores que parecían sus guardaespaldas. La luz verde que emitía el antiguo monitor conectado a su aún más antiguo ordenador, iluminaba su cara.
--En este negocio, a veces es mejor no estar demasiado conectado y llevar las cosas a la vieja usanza—Le dijo Paul como si hubiera adivinado su pensamiento.
--No sabía que el negocio de la hostelería era tan peligroso para tan “retro medidas.” -- Contestó Conrad con cierta ironía.
--¿Hostelería? —Paul sacó su terminal portátil del bolsillo de su camisa, el último modelo que Délaco sacó ese mismo año y se lo mostró a Conrad—Aquí llevo toda la contabilidad de este tugurio. El escenario que ves, es para mis otros asuntos. Asuntos como el que te trae aquí. Ya me ha adelantado algo Ian, pero quiero oírtelo decir de tu boquita. Para que nos vayamos entendiendo. —
Conrad lo puso al corriente de todo. Al menos, lo que necesitaba escuchar para trazar su plan, su propuesta.
--Bien. De modo que una nueva tarjeta ID. Bueno, tengo ahora mismo un par de ellas. Que tal ser…-- Abrió uno de los cajones de su escritorio, sacó una tarjeta ID leyendo el nombre y la puso sobre la mesa—¿Antonio Bonamico? Vaya, parece que te toca ser italiano. -- Soltó una sonora carcajada. –Bien, si quieres esta pequeñita vas a tener que hacer algo por el tío Paul—
--Me lo temía, ya me lo dijo Ian. Que es lo que quieres. ¿No vale con que te lo pague y asunto resuelto?
--El dinero, en este momento, no es el medio para arreglar este asunto. ¿Es un asunto de dinero? Sí, pero no te corresponde a ti participar ahora. Guarda tus créditos. No los quiero. Quiero los de otro. Los que me van a proporcionar el trabajito que tengo para ti. ¿Ves lo que te decía? Al final siempre es dinero, el maldito y jodido dinero.
--¿Cuál es el trabajito? Pronunció Conrad entre serio y preocupado.
--¿Conoces la oficina de mensajería “Planet Express” que está en el centro? —Abrió de nuevo uno de los cajones de su escritorio y sacó un paquete a la perfección embalado y etiquetado, del tamaño de una cajetilla de tabaco. Parecía un pequeño lote de Inal. Lo dejó reposar con cuidado sobre la mesa-- ¿Sí? Pues tienes que llevar este paquetito. Con mucho cuidado, es muy frágil. Trátalo como si llevaras explosivos—Volvió a soltar una carcajada cuando vio como le cambiaba el semblante a Conrad al pronunciar la palabra explosivo. Por un momento, pensó que tal vez lo era. --Cuando lo entregues, vuelve a por tu tarjeta.--
--¿Ya está? ¿Eso es todo? ¿Entregar un paquete? ¿Así de sencillo?
--Si quieres te mando asesinar a un capo de la mafia –Volvió a reír-- A ver Conrad, es una mierda de tarjeta ID lo que quieres. Lo que para ti es fácil y sencillo para mí, no lo es tanto. No puedo acercarme a menos de un kilómetro del centro sin que salga mi cara en todos los TPPs de la policía del distrito. Tengo orden de alejamiento en esa oficina. La única con envíos fuera de esta maldita luna. Para mí, es un favor más que suficiente, hijo. Lleva el paquete y vuelve por tu tarjeta. Ese es el trato. ¿Trato hecho?
Conrad le estrechó la mano y recogió el paquete. Lo guardó con cuidado en el bolsillo interior de su chaqueta. Salió del despacho, atravesó el pasillo para dar a la cocina y de ahí a la barra del bar. Un gesto con la mano para despedir al barman y sin demora se encaminó a la boca de metro más cercana para dirigirse al centro, a la oficina central de "Planet Express".
***
El rastro los había conducido hasta la entrada del túnel de la gran tubería. Estaban cerca del refugio de Ian aunque eso aún no lo sabían. Las maniobras de distracción que había realizado Conrad de nada sirvieron para aquella tecnología de rastreo. Le seguían la pista muy de cerca, pese haber intentado borrar sus huellas. Anduvieron por el túnel hasta localizar el señuelo de muro ilusorio que escondía la primera de las puertas de acceso al recinto de Ian.
El rastreador de huella personal arrojaba dos lecturas exactamente iguales, aunque distintas en intensidad. Una de entrada al refugio, la más débil. La señal más fuerte salía de nuevo al exterior, de vuelta a los barrios.
El hombre que buscaban estuvo en el interior de lo que hubiera tras esa puerta. Pero al cabo de un tiempo lo abandonó y se dirigió a otro lugar de la ciudad.
Uno de los dos individuos llamó al segundo equipo que andaba buscando también a Conrad, aunque con menos suerte. Informaron de la situación y les enviaron el rastro más intenso. El que se adentraba de nuevo en la ciudad. Recibieron los datos en su rastreador de huellas personal y se pusieron sin demora en marcha.
Ian observaba la escena desde su equipo, desde su sistema de videovigilancia. Las cámaras que tenía estratégicamente repartidas por el complejo desembocaban en sus monitores.
"Acceso a la zona interior del refugio"
Cuando vio que uno de los individuos disparaba a su cerradura de seguridad de ocho dígitos, entendió sus intenciones y reconoció a los autores. Sin duda eran los que andaban buscando a Conrad y, por algún hecho inexplicable, habían dado con su refugio secreto.
Se acercó a su ordenador y tecleo una serie de comandos. Los emisores de hologramas que tenía en las esquinas de los muros emitieron una imagen clara y nítida del propio Ian. Simulando estar presente y trabajando, como si nada lo hubiera alterado, como si ocurrió en realidad. Ian se acercó a un armario y de él tomó un subfusil de plasma listo para hacer las presentaciones oportunas. Salió del refugio y se ocultó justo detrás del tiro de la escalera. La gran escalera por la que ya bajan los dos individuos confiados.
Por alguna extraña razón, los individuos bajaban las escaleras sin ningún tipo de ayuda lumínica, a excepción de la que emitía su rastreador de huellas. Quizás fueran sus gafas oscuras, que tuvieran algún tipo de visión nocturna. El caso es que bajaban las rojas e interminables escaleras metálicas a oscuras, calmados, en silencio y muy confiados, ya que solo registraban una débil lectura: la de la presencia de Conrad.
Llegaron a suelo firme. A las puertas abiertas de la entrada del refugio. Advirtieron a Ian dentro. Trabajando, sin alertarse ni sospechar lo más mínimo. Desenfundaron en silencio sus armas. No sabían que lo que estaban acechando en las sombras era una imagen holográfica de Ian. El verdadero cazador estaba detrás de ellos sin que se percataran de su verdadera presencia. Ventajas de ser un droide, ningún escáner de huella personal, por muy avanzado que fuera, podría detectar su esqueleto metálico y su carne sintética.
Los individuos apuntaron a la cabeza del holograma de Ian, mientras que el verdadero Ian apuntaba con su fusil a sus cabezas. Los disparos cantaron en coro, dos cuerpos cayeron sin vida al suelo, mientras que los disparos de los yacentes solo atravesaron una imagen en el interior del refugio sin causar demasiados daños materiales.
El holograma seguía trabajando impasible a los acontecimientos, como mandan los cánones de las grabaciones holográficas en bucle. Ian se acercó a los dos individuos muertos. Sus cabezas parecían un rompecabezas, nunca mejor dicho. Ian observó el tono y color de la sangre, también su órganos cerebrales internos. Conrad tenía razón. No eran humanos.
***
Conrad se encontraba cerca de la estación de metro más cercana al Bar de Paul. Estaba de regreso de su misión. En efecto, había sido muy sencillo. No hubo mayores percances ni peligros. Solo era entregar un paquete, nada que nadie, a excepción de Paul y sus órdenes de alejamientos, no pudieran hacer. Llegó a su destino y entró en el bar. Miró extrañado a su alrededor. No había nadie, salvo Carlo, el camarero y el barman. Lo miraron con preocupación, como si les alterara su presencia.
--He terminado, vengo de nuevo a ver a Paul. ¿Está en su despacho? —Preguntó Conrad con un tono acusado de duda.
--Sí. Acompáñame. Su voz sonaba temblorosa.
Hicieron el mismo recorrido. La trampilla de la barra se abrió. Atravesaron la cocina, que también estaba vacía. Conrad se alertó e introdujo su mano derecha en el bolsillo interior izquierdo de su chaqueta, donde guardaba su pistola láser. Palpó la culata y allí permanecieron sus dedos.
El barman abrió la puerta del fondo de la cocina, esa que llevaba al angosto pasillo, e hizo un gesto con el brazo invitando a Conrad a pasar primero. --Adelante, ya conoces el camino. Yo me vuelvo a la barra.-- Conrad atravesó el quicio de la puerta sin dejar de mirar al barman a su paso y sin separar su mano de su enfundada arma. El Barman cerró la puerta de golpe en una centésima de segundo, casi el mismo tiempo que tardó en echar el cierre, para que Conrad no pudiera salir del pasillo que conducía al despacho de Paul. --¡¡Lo siento chico, ellos llegaron primero!! -- gritó desde el otro lado de la puerta.
Conrad sacó su arma y apuntó con pulso firme a la puerta de su destino. Avanzaba a ella poco a poco. Sentía en sus sienes el pulso de su corazón. Con la mano derecha sin dejar de apuntar, con la izquierda rodeaba la muñeca palpando el botón que accionaba el escudo de fuerza que le confió Ian. Sin duda fue una violenta patada desde el interior lo que abrió la puerta del despacho. De inmediato de ella salieron dos descargas de láser en dirección a Conrad.
Con los reflejos que otorga la divina juventud, apretó sin demora el botón del escudo de su muñeca. Un aura dorada lo envolvió por completo. Los láseres rebotaron con tal desgracia o fortuna que dieron en el único y triste flexo que iluminaba el pasillo, dejándolo por completo a oscuras. Ráfagas de láser de un lado a otro iluminaban de forma tenue la escena. Los individuos de negra gabardina disparaban sin cesar, Conrad hacía lo mismo desde el otro lado, agachándose, cambiando de lado como podía, de pared en pared, hombro con hombro en el estrecho pasillo, sin dejar de avanzar y de disparar.
El silbido de los láseres cesó, dando paso a un doloroso quejido. Uno de los disparos de Conrad había atravesado la cara de uno de sus enemigos. Yacía sin vida a los pies de la puerta de entrada. El otro, se arrastró herido detrás de la mesa de escritorio, proporcionándole cobertura de fuego. Sollozaba de dolor. Tenía un brazo destrozado y una fuerte herida en su pierna derecha. El reguero de sangre, o lo que fuera aquello, delataba su posición.
Conrad avanzó despacio, sin dejar nunca de apuntar, hasta llegar al interior. Vio el cadáver de Paul inclinado sobre su escritorio. En un principio pensó que pudo ser víctima colateral de uno de sus disparos debido al improvisado combate que había tenido lugar. Luego comprobó que el grotesco cráter que tenía en su cabeza provenía de un disparo desde atrás. Sin duda lo habían ejecutado tras el interrogatorio oportuno. Conrad siguió el camino marcado por la sangre, detrás del escritorio que ahora era el ataúd de Paul. Allí estaba el individuo. Con la respiración entrecortada y con una mueca de dolor intenso.
Conrad apuntó a su cabeza y disparó, haciéndola casi desaparecer por completo de su cuerpo. No tuvo piedad con aquellos que no la practicaban. La tarjeta ID aún estaba sobre el escritorio, teñida con la sangre de Paul. Cogió la tarjeta y la guardó en el bolsillo de su chaqueta. No así su arma.
Salió del despacho, avanzó hasta la puerta de la cocina y volvió a disparar sobre la cerradura que lo encerraba. Atravesó la cocina y llegó a la barra del bar. Barman y camarero estaban temblando con las manos en alto, temiendo por sus vidas.
Conrad tuvo que respirar hondo para contenerse. Estaba apuntando a las cabezas de ambos. No era fácil dejar pasar por alto que le habían traicionado, engañado, encaminado sus pasos hacia una trampa mortal. Se acercó al barman, este se arrodilló, suplicando clemencia mientras notaba en su sien el calor de la boca del cañón de la pistola. Conrad estaba empapado en adrenalina por el momento ocurrido. Por un segundo pensó en apretar el gatillo. Se contuvo. No quería más problemas.
--Juro por Dios que, como digas una palabra sobre mí, volveré y terminaré esta amenaza. ¿Entendido? --El barman movía su cabeza en señal de aprobación. A juzgar por su tembloroso semblante y el charco de orín que empezó a empapar sus pantalones, dejaba claro que había cogido el mensaje. --Lo mismo para ti. -- Dijo al otro camarero.
Se alejó corriendo del bar en dirección al metro. Necesitaba llegar a la estación estelar y embarcar en la nave que lo llevara rumbo a la tierra. No había un segundo que perder.
***
"En otro lugar de la ciudad"
La pantalla del ordenador con las cuatro señales que recibían la transmisión de las cámaras que llevaban en sus gafas negras los cuatro individuos de negra gabardina, ahora eran cuatro señales que solo emitían interferencias. Las luces que parpadeaban en un rayado blanco y negro iluminaban el rostro del líder. Solo podía significar que sus agentes habían caído en combate.
Permaneció callado. Observando pensativo aquella pantalla que ya no decía nada, sentado en el escritorio del oscuro salón de su piso franco. Cerró la pantalla de su portátil. Se sirvió una copa e hizo una llamada. --Escapa. Puede que se dirija a la tierra. Avisad a los agentes de allí--
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Uff, vaya unos derroteros que está tomando la historia. Muy buena por cierto, engancha de principio a fin. Saludos
ResponderEliminarBuenas Nuria, siempre es de agrado tus comentarios. Si, jejej, había que meter un poco de acción en la trama, era casi exigencia de guion jaja. Un saludo!!! y gracias
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